55 años de 'Plastic Ono Band': el grito interior de John Lennon
Se considera el primer disco en solitario del exBeatle

Yoko Ono y John Lennon. / Brenda Chase
Hay discos que se publican como parte natural del calendario musical y otros que irrumpen como una confesión. Plastic Ono Band, publicado el 11 de diciembre de 1970, pertenece a esta segunda categoría. Medio siglo largo después, sigue siendo uno de los trabajos más crudos, reveladores y personales jamás firmados por alguien que venía de cambiar la música popular. El álbum marcó el verdadero comienzo de John Lennon en solitario y lo hizo en uno de los momentos más turbulentos de su vida: el final —doloroso, público y ya inevitable— de The Beatles.
A finales de los 60, Lennon vivía en una contradicción permanente. Por un lado, era parte del grupo más famoso del planeta; por otro, estaba exhausto. La maquinaria beatle, cada vez más compleja y menos divertida, había dejado de ser un lugar de creación libre para él. La muerte de su manager Brian Epstein en 1967, las tensiones internas, el desgaste emocional, la presión mediática y, sobre todo, un creciente malestar interior, terminaron por alejarle del proyecto que él mismo había iniciado en Liverpool. La relación con Paul McCartney estaba en su peor momento y grabar juntos se había convertido más en un trámite que en un acto creativo.
En esos meses de incertidumbre, Lennon encontró en Yoko Ono no solo una compañera sentimental, sino una vía de escape artístico. Su vínculo creativo fue inmediato y volcánico. Juntos comenzaron a experimentar en terrenos conceptuales, performativos y sonoros que estaban a años luz de la fórmula tradicional de los Beatles. Es en ese contexto cuando aparece la Plastic Ono Band, primero como un grupo flexible y casi imaginario —Klaus Voormann al bajo, Ringo Starr a la batería— y, más tarde, como el vehículo para uno de los ejercicios de sinceridad más radicales de la historia del rock.
LOS40 Classic
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Plastic Ono Band nace directamente de la terapia primal que John y Yoko hicieron con el psicólogo Arthur Janov. El método consistía en sacar a la superficie traumas, miedos y heridas de la infancia a través del llanto y el desahogo emocional. Lennon, que siempre había llevado dentro un agujero que no conseguía nombrar —la ausencia del padre, la muerte de su madre Julia, las separaciones constantes en su niñez—, encontró por fin un lenguaje para expresarlo. Y ese lenguaje se convirtió en canciones.
En lo musical, el disco es todo lo contrario a un álbum “comercial”. No hay florituras, ni arreglos orquestales, ni multicapas de estudio. Apenas guitarra, bajo, batería y una voz que, en ocasiones, parece a punto de quebrarse. Ese minimalismo no es casual: Lennon quería sonar desnudo, directo, sin anestesia. El álbum abre con “Mother”, una pieza devastadora en la que, con campanas fúnebres incluidas, Lennon grita literalmente a sus padres ausentes. “Working class hero”, quizá la composición más citada del álbum, mezcla crítica social con un retrato íntimo de su dolor, en un tono que es mitad himno y mitad desgarro. “Isolation”, “Love”, “God”… cada una funciona como un capítulo de un diario emocional escrito casi en tiempo real.
Uno de los momentos más comentados —y más polémicos— llega con “God”, donde Lennon enumera una serie de figuras y creencias en las que dice no creer ya, hasta llegar al gran golpe final: “I don’t believe in Beatles”. Era más que una frase provocadora: era una declaración pública de independencia creativa. Lennon dejaba claro que, si quería encontrar su voz, tenía que dejar atrás el mito que él mismo había ayudado a construir.

En el terreno artístico, el álbum supuso una ruptura radical con las expectativas del público. Muchos fans de los Beatles quedaron desconcertados: esperaban melodías amables, capas armónicas, ese sonido tan reconocible. En su lugar, Lennon entregó un trabajo áspero, honesto, casi terapéutico. Y sin embargo, con el tiempo, Plastic Ono Band se convirtió en uno de los discos más influyentes de su carrera y en un referente para generaciones de artistas que entendieron que la vulnerabilidad también podía ser una forma de rock.
A nivel personal, el disco le permitió a Lennon algo que llevaba tiempo necesitando: tomar aire. Despegarse del mito. Ser él mismo. No “el beatle”, sino John: un hombre con heridas, con preguntas, con ganas de liberarse del peso de su propia leyenda. Ese cambio se notó en los años siguientes, en los que alternó momentos de hiperactividad artística con largos periodos de vida doméstica y silencio mediático.
Plastic Ono Band no envejece porque no responde a una moda concreta; responde a una emoción humana básica: la necesidad de decir la verdad. Es difícil encontrar otro álbum de una estrella de ese tamaño que haya sido tan brutalmente honesto, tan despojado y tan revelador. Puede que Lennon hiciera discos más accesibles o más populares después, pero ninguno tan visceral como este.
Quizá por eso, cuando hoy se revisa su obra en solitario, Plastic Ono Band aparece siempre como su núcleo, su origen, el punto donde se quitó todas las máscaras. Fue el comienzo real de su carrera en solitario y, al mismo tiempo, el final simbólico del sueño beatle. Un disco que no busca gustar, sino contar. Y lo que cuenta, 55 años después, sigue golpeando igual.












