Alejandro Sanz, en su 57º cumpleaños: por qué es el artista con más números uno en la lista de LOS40
Las claves de la evolución del artista madrileño y el récord de 25 canciones en lo más alto de nuestro ‘chart’
Alejandro Sanz, el pasado 26 de noviembre en la gala "Elle X Future" & Elle Eco en Madrid. (Photo by Pablo Cuadra/Getty Images) / Pablo Cuadra
Este 18 de diciembre Alejandro Sanz sopla una vela más. Y, en su caso, el cumpleaños funciona menos como recordatorio del calendario y más como una excusa perfecta para mirar un dato que ya es de otra liga: ningún artista ha colocado tantos números uno en nuestra lista como él. Veinticinco canciones de Alejandro Sanz han estado en lo más alto en LOS40. Una cifra que no se explica solo por el talento —que lo hay— ni por la constancia —que también—, sino por una cualidad menos obvia: la capacidad de ir cambiando de piel sin romper el personaje, de asomarse a cada época con curiosidad y oficio, sin convertirse en un imitador de sí mismo.
Su historia con la radio arranca en los primeros noventa, cuando aparece como un baladista romántico con vocación de gran público y un pulso melódico que entraba fácil sin ser facilón. Viviendo deprisa (1991) lo presenta como un cantautor pop que habla de amor con una mezcla de pudor y dramatismo bien calibrado: ahí están “Pisando fuerte” o “Los dos cogidos de la mano”, canciones que construyen una identidad clara (voz reconocible, fraseo con personalidad, estribillos que se quedan) y que abren una relación con LOS40 que ya no se apagaría. En esa primera etapa, Alejandro entiende algo esencial: para llegar arriba no basta con emocionar; hay que saber contarlo en tres minutos.
El crecimiento real se consolida con Si tú me miras (1993) y 3 (1995): mejora como compositor, se vuelve más ambicioso en arreglos y empieza a manejar el pop con una seguridad de artesano. No es solo “el chico sensible”: es alguien que afina cada giro armónico y cada frase como si fueran bisturí. Y, sobre todo, demuestra que puede sonar masivo sin sonar genérico, que es un matiz importante cuando hablamos de por qué sus canciones han sido tan competitivas en una lista que vive del termómetro popular.
LOS40 Classic
LOS40 Classic
El gran punto de inflexión llega con Más (1997), un disco que explica mucho de su récord porque cambia el centro de gravedad: Alejandro se asoma al flamenco pop (o al nuevo flamenco, si queremos ponerle etiqueta) sin ponerse un disfraz. “Corazón partío” se convierte en un fenómeno que trasciende la radio: suena en bares, bodas, estadios y patios de colegio. Y en ese mismo álbum está “Y, ¿si fuera ella?”, que funciona como la otra cara de la moneda: una balada en combustión lenta, de interpretación intensa y escritura afilada, que refuerza la idea de que Sanz podía jugar a dos velocidades —la del hit rotundo y la de la emoción con escalpelo— sin perder credibilidad en ninguna.
Lo que viene después no es repetición, sino expansión. Con El alma al aire (2000) Alejandro entra en una etapa de mayor proyección internacional y de producción más sofisticada, con un sonido que mira tanto al pop global como a la tradición propia. Ya no se trata solo de triunfar: se trata de sostener el personaje con otra escala, con otra exigencia, con el foco encima permanentemente. En No es lo mismo (2003) insiste en esa evolución: se mueve con soltura, incorpora ritmos y enfoques que lo alejan de la balada pura y reafirma que el éxito no es un accidente puntual, sino una consecuencia de trabajo y olfato.
Luego llega el reto que se lleva por delante a muchos: el cambio de ciclo. La industria se fragmenta, la atención se pulveriza, el consumo se acelera y la nostalgia se vuelve una trampa muy cómoda. Alejandro, en vez de quedarse quieto, ajusta el discurso y el sonido. En discos como Paraíso express (2009), La música no se toca (2012) o Sirope (2015), mantiene el ADN —la escritura emocional, la melodía clara— pero entiende que la energía del pop se está desplazando. Hay más músculo rítmico, más producción, más intención de presente. Es ahí donde su récord empieza a parecer menos un milagro y más una estrategia artística sostenida: estar en la conversación sin pedir permiso.
Y entonces aparece la música urbana como gran frontera. Para un artista consagrado, es el terreno donde muchos se estrellan por intentar sonar jóvenes a la fuerza. Alejandro elige otra vía: no invade; dialoga. Se mete en ese lenguaje sin renunciar a lo suyo, colabora, escucha, aprende, y vuelve a colocar canciones en lo alto porque su adaptación no suena a postureo. La clave está en que no persigue tendencias como quien persigue un tren; las integra cuando tienen sentido en su forma de escribir y de cantar.
Por eso sus veinticinco números uno en nuestra lista no son solo un récord: son el resumen de una carrera que ha sabido leer el clima de cada década. Alejandro Sanz no ha sido el mismo artista en los noventa, en los dos mil y en la era del streaming, pero ha sido siempre reconocible. Y esa es la explicación más simple —y más difícil— de su liderazgo: cambiar lo suficiente para seguir importando, y mantenerse lo bastante firme para seguir siendo él. El 18 de diciembre cumple años; el récord, en realidad, cumple algo más: la prueba de que la evolución también puede ser una forma de lealtad.
