¿Frío? Podría ser (mucho) peor: así viven en la localidad más gélida del planeta

Mientras aquí sacamos el abrigo bueno y nos quejamos del invierno, en un rincón de Siberia hay gente que considera "suave" una mañana a −30 grados.

España ha entrado de lleno en el invierno. / SimpleImages

Cuando el termómetro baja de cero en España, nos defendemos como podemos: capas extra de ropa, manos heladas y remedios de toca clase para entrar en calor: desde un buen café o infusión hirviendo hasta castañas asadas en el bolsillo. Pero conviene relativizar. Porque sí, hace frío… pero podría ser muchísimo peor. Basta con viajar mentalmente hasta Oimiakón, una pequeña localidad de Siberia oriental considerada el núcleo de población más frío del planeta.

Oimiakón está en la república rusa de Sajá (Yakutia), una de las regiones más extremas del mundo. Allí viven de forma permanente varios cientos de personas que han aprendido a convivir con temperaturas que harían colapsar cualquier app del tiempo. El récord histórico ronda los −67,7 °C, registrado en 1933, y durante los meses de invierno no es raro encadenar semanas enteras por debajo de los −50.

Una tubería en Siberia. / Leonid Ikan

La vida cotidiana en Oimiakón es, directamente, de otro planeta. Los coches no se apagan para que el motor no se congele, los niños van al colegio incluso con −40 grados (solo se suspende a partir de −52) y la dieta está basada casi exclusivamente en carne y pescado dado que cultivar verduras es casi imposible.

Gélida oscuridad

Muy cerca de allí está Verjoyansk, otra localidad que compite en la liga del frío extremo. También ha registrado temperaturas similares y durante años ha discutido con Oimiakón el título simbólico de "polo del frío". Ambas comparten algo más que cifras imposibles: inviernos interminables, muy pocas horas de luz y una relación muy directa con la naturaleza, que aquí no se puede ignorar.

La estación científica Vostok ha registrado temperaturas por debajo de los −80 °C

Eso sí, si ampliamos el mapa aparecen lugares todavía más gélidos. En la Antártida, por ejemplo, la estación científica Vostok ha registrado temperaturas por debajo de los −80 °C. La diferencia es clave: allí no hay población civil estable, sino científicos que rotan por temporadas. Es frío en modo experto, no apto para vida cotidiana.

Así que la próxima vez que salgas de casa con bufanda, gorro y cara larga, recuerda a Oimiakón, donde el invierno no es una estación, sino una forma de vida. Sus habitantes se reirían de más que asumible invierno español.