Muere Cecilia Giménez, la famosa restauradora del Ecce Homo, a los 94 años
En 2012 se convirtió en una de las personas más famosas de España por su restauración "fallida" del fresco
Cecilia Giménez junto al Ecce Homo
Cecilia Giménez, la octogenaria aficionada a la pintura que convirtió una restauración fallida en un fenómeno mundial, ha fallecido a los 94 años en una residencia de Borja, Zaragoza, según han confirmado fuentes del Santuario de la Misericordia y el Ayuntamiento local.
En 2012, Giménez se ofreció a restaurar el fresco "Ecce Homo", obra del pintor Elías García Martínez, ubicado en la iglesia del Santuario. Su intervención, realizada sin permiso ni la formación adecuada, desembocó en un resultado tan inesperado que acabó multiplicando la fama de Borja y convirtió el fresco en un icono pop.
Después de un inicio marcado por las burlas, la gente –tanto del municipio como de toda España– empezó a sentir cariño por Cecilia, aplaudiendo su gesto y generosidad. En agosto de aquel año, durante una celebración local, fue recibida con un caluroso aplauso del pueblo.
El caso del Ecce Homo atrajo a decenas de miles de turistas al santuario, generando ingresos destinados al mantenimiento de la residencia para mayores, el Hospital Sancti Spiritus y a la propia comunidad local. El alcalde, Eduardo Arilla, ha recordado que gracias a esos fondos se han podido modernizar instalaciones, otorgar becas y, en definitiva, mejorar la vida en Borja.
Durante sus últimos años, Cecilia vivió en esa misma residencia junto a su hijo, que padecía una discapacidad, hasta que la demencia senil afectó su salud. Desde el Santuario, la han definido como “madre entregada, luchadora, fuerte y generosa”, un legado humano que superó con creces el revuelo artístico inicial.
El presidente de Aragón, Jorge Azcón, también ha transmitido sus condolencias, recordando a Cecilia como “una persona buena y generosa, cuyo fallecimiento representa una pérdida muy sentida en Borja y su comarca”.
Cecilia Giménez deja tras de sí una increíble historia de cómo un error bienintencionado puede transformarse en símbolo de ternura, comunidad y solidaridad, y lo hace dejando un pueblo que, gracias a ella, jamás será el mismo.