25 años en España del primer LP de The Jam
Por <b>Iván Castelló</B>, jefe de la sección de Deportes de Prisacom, redactor jefe de AS y <i>mod</i> declarado.
Es tan tópico como cierto. Parece que fue ayer cuando una chica (lo que me lleva a tararear La Chica de Ayer, de Nacha Pop) me vendió el primer Long Play de The Jam, In the city. La misma que cuando le pedí el último de Los Sprays (grupo mod español de efímera existencia) me ofreció un producto limpiador de vinilos.
Y ya han pasado 25 años. No de mi compra, pero sí de que In the city llegara a España el 30 de septiembre de 1977, con tan sólo unos meses de diferencia (mayo) respecto de su edición en Inglaterra, según atestigua Sagrario Luna en su biografía del grupo. El acontecimiento, para mí lo fue, ocurrió en la tienda Escridiscos (Póstigo de San Martín), antes de que existieran Internet, la FNAC y esas cosas que facilitan el consumo masivo. La música, digamos alternativa, corría entonces de boca en boca o en programas radiofónicos como Sin Nicotina. O venía de aquellos primeros pijos que iban en verano a estudiar inglés a la española ("que sí mamá, que ya sé decir hello"). Era una cuestión autodidacta, vamos. Y más siendo Mod con 14 años, ejemplar raro donde los halla si nos ponemos a hablar de Madrid capital a finales de los 70 y de la edad del sujeto en cuestión.
Pues ese era yo, un incomprendido entre mis compañeros de instituto, a quienes les explicaba sin que se enteraran de nada que había un nuevo movimiento (nada que ver con la E.L.O., Michael Jackson o Los Pecos) que rompía con todo: el punk. De ahí, de esa cantera, nacieron The Jam, un trío histórico por ser la correa de transmisión del sonido de los 60 hasta los 80, en digna sucesión de The Who y del espítiru mod, esos tipos un tanto altivos que aprecian el buen sonido y la calidad de vida del fin de semana trajeados sobre una Vespa (ya no quedan apenas Lambrettas, aunque recientemente ví una de adorno en un escaparate de... ¡Badajoz!).
LOS40
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In the city es un LP rápido como un rayo. Al estilo de aquél momento, con 12 canciones pegadizas de tres minutos, pero muy innovador. Era la bandera de salida al "esto no hay quien lo pare" (tipo lo que después harían Siniestro Total con sus seguidillas en directo, sin espacio al silencio), además de mostrar que el graffiti callejero (lo es su portada) terminaría por alcanzar los muros españoles.
Paul Weller, uno de los pocos genios de este invento, se juntó con dos colegas de Woking, Bruce Foxton y Rick Buckler, para formar el grupo juvenil de mayor éxito del movimiento de la denominada New Wave, un despertar del oído que no fue masivo, como casi todo lo bueno.
Lo Mod creció como la espuma en Inglaterra, se extendió como un reguero minoritario pero rotundo por Europa, mientras quedaban perfectamente marcadas las distancias con el punk demagogo de The Sex Pistols o el reivindicativo de The Clash, audibles en estudio (con el árbitro a favor), pero un horror en directo.
In the city (en la ciudad, introducción del concepto de lo urbano, lo contrario a lo hippy campestre) no se mete en camisa de once varas, sino que va a por ello y lo encuentra. Sin aliento, una tras otra, toma caña y saltos con las piernas de lado (Weller) o abiertas (Foxton). En España los mejores imitadores fueron Los Elegantes. Y de un salto así, en el mítico Rock-Ola, Emilio, el líder, rompió su guitarra y aquí uno y su exclusiva tropa Mod se quedó un viernes tarde con el esperado concierto a mitad sin devolución de entrada.
Después de In the city, cinco discos más de estudio (This is the modern world, All mod cons, Setting songs, Sound affects y The Gift), otro en directo (Dig the new breed) y uno de despedida doble con grandes éxitos (Snap¡). Más tarde, apareció Extras, un incunable con temas inéditos, pruebas de estudio y versiones soul como el Move on up que eriza la piel al más duro. Y luego otras tantas recopilaciones, más de lo mismo para ir haciendo caja.
Tras la disolución del grupo, en 1982 y en pleno éxito, Weller siguió en la cumbre con The Style Council, avanzadilla del acid-jazz, Foxton lo intentó con Stiff Little Fingers y Buckler desapareció, probablemente en combate, con sus botas de boxeo Lonsdale, su aviadora verde con interior naranja reversible y amistades calvas y peligrosas. Él impulsó otro movimiento dentro de lo Mod, el de los Scooter Boys, menos musical y más pendenciero.












