Luis Miguel enamora con sus boleros al Palau Sant Jordi
Luis Miguel rozó el lleno absoluto en su visita a Barcelona. 16.000 personas disfrutaron de su música
Con 15 minutos de retraso sobre el horario previsto, a las 9 y 45 minutos de la noche, Luis Miguel saludó, como mejor sabe hacerlo, cantando, a un público deseoso de revivir aquellas canciones que han marcado momentos importantes en sus vidas.
Traje negro, corbata negra, camisa blanca y micrófono en mano a este artista no le hace falta nada más. El sonido de la orquesta ?por llamarlo de alguna manera, ya que llevaba una discreta sección de viento y no traía ni coristas ni sección de cuerda- fue, sencillamente pésimo. Luis Miguel se hartó de decirle a su técnico que aquello no se oía, y tenía razón, porque una cosa es que los músicos de Luis Miguel se queden en un discreto segundo plano porque quien manda en los conciertos del mexicano es la voz, y ?la voz? es él. Pero otra cosa es que la música sonara sorda, sin brillo, sin color, prácticamente durante toda la noche. Lo mismo podríamos decir de la puesta en escena. ¿Dónde estaban los mariachis que trajo hace un par de años? ¿De dónde salían las voces femeninas que sonaron? Porque en el escenario no había chicas, ¿y los violines? Qué diferencia de su última visita a nuestro país.
Pese a esas carencias obvias, tan obvias como el guardaespaldas que atentamente vigilaba los pasos de su jefe en el escenario -y que incluso chupaba cámara apareciendo en la única pantalla de vídeo que tenía el montaje- pues eso, que pese a las carencias escénicas Luis Miguel es tan grande como cantante, su repertorio es tan sumamente universal, que da lo mismo si canta en el Sant Jordi a medio gas, como si lo hace en esos barcos de recreo para turistas que surcan la península del Yucatán.
Amor, amor, amor, Tú me acostumbraste, Perfidia, Toda una vida... con estos 4 temas empezaba su concierto, a eso se le llama ir a por lo seguro. El ritmo era absolutamente desenfrenado, Luis Miguel se quitaba los temas de encima con una pasmosa naturalidad. Seguía un guión tan estricto que incluso en el listado de canciones que le pasaron a quien escribe, aparecía también guionado el momento en el que el artista se dirigía al público para saludar, justo después de la quinta canción.
Los boleros clásicos iban cayendo como moscas, y el público se rendía, aún más si cabe, a los encantos del moreno más moreno, con los dientes blancos más blancos. Su voz sonó extremadamente poderosa, nadie canta como él y él lo sabe. Y es que Luis Miguel es consciente de que no tiene el sexapeal-Miami de Ricky Martin ni baila como Chayanne ni su novia (¿la tiene?) es la Kournikova, pero como él no canta nadie.
Los boleros se sucedían entre medleys de grandes éxitos de Armando Manzanero ?el compositor que ha hecho grande a Luis Miguel entre muchos otros- medleys con tangos, momentazo Argentina en el Palau Sant Jordi; medley de México, de canciones más dance; de su primerísima etapa ?momentazo 80, a algunas sólo les faltaban las famosas carpetas de Super Pop con la foto de Luismi a todo color-. En fin, hora y media de show en la que parecía que Luis Miguel quería batir un récord: el de cantar el mayor número posible de canciones, o trozos de canciones.
El día que me quieras, Historias de un amor, Somos novios, Hasta que me olvides, O tú o ninguna... Desde luego lo peor que podía hacer un despechado en cuestiones de amor era acudir ayer por la noche al Palau Sant Jordi. Nadie sabe lo que se llegó a llorar y a besar y a abrazar, los pasillos del Palau iban llenos de enamorados. Luis Miguel se merendó con profesionalidad el repertorio y al público, y sin forzar la máquina, este artista es tan grande ?y su repertorio- que siempre deja satisfecho. Seguro que esta gira no es como la de hace un par de años, ni por entrega ni por medios escénicos ni por banda, pero Luis Miguel sigue teniendo esa voz imposible de imitar. Te lo juro por "Ave María, cuándo serás mía".