Eclecticismo y raíces
Hay músicos que bajo el sofisma ?ahora voy a divertirme realmente haciendo música? acaban por convertir sus discos en una especie de terapia ocupacional pre-jubilatoria. No quiero dar nombres, pero refugiarse en estructuras estándar, en tópicos, en el sota-caballo-blues? resulta una manera bastante triste de acabar una carrera y vender un álbum al año a los fans irreductibles.
El caso de Mark es diferente. Evidentemente, no es un músico obsesionado por vender, ya que en tal caso no editaría un single como Why Aye Man, con el que no creo se atreviera ni el mismísimo Neil Young. Pero tampoco le gusta dar gato por liebre, y por eso controla su autoindulgencia para conseguir hacer lo que realmente le apetece y al mismo tiempo le apetecerá escuchar a su público.
Por eso en The Ragpicker?s Dream conviven sus tres ?modus operandi? básicos: el rocacknrolito que animaba su veta más irónica a lo King of the Road, su gusto por lo ambiental desarrollado en sus bandas sonoras y los ?fondos de armario? de los viejos discos de Dire Straits y, finalmente, la más árida ?a los oídos de sus habituales- tradición sonora del folk, el blues o el country? En resumen, un disco que, a pesar de su falta de temas claros para singles de éxito, dejará satisfechos a la mayoría de sus acólitos, a unos cuantos conversos que le creían un músico más adocenado y, posiblemente, al mismo Mark Knopfler.
LOS40
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