Adiós a Strummer, del inglés 'strum' (rasgar la guitarra)
A los 50, una cifra redonda, como muchas de las canciones a las que dio vida, se nos escapa al cielo Joe Strummer, cantante de The Clash infernal en sus actitudes, mágico con temas que son himnos para siempre
Si es que contra La Parca (no la chupa del ejército USA que llevan los mods, sino la que tarde o temprano nos dejará su tarjeta de visita) no hay quien pueda. Ni a 2003 ha esperado. A los 50, una cifra redonda, como muchas de las canciones a las que dio vida, se nos escapa al cielo Joe Strummer, infernal en sus actitudes, mágico con temas que son himnos para siempre. Adiós al titi (líder) de The Clash, un grupo esencial de la New Wave de finales de los 70 y comienzos de los 80, movimiento que espabiló la música moderna como una ejecución televisada.
El alma se agita recordando siquiera mentalmente melodías de The Clash (1977), Give'em Enough Rope (1978), London Calling (1979), Sandinista! (1980), Combat Rock (1982) y Cut the Crap (1985), los discos que encumbraron a estos 'punkarros' solidarios con sentimiento al altar del rock-sucio, mestizo, combativo y de denuncia.
Un grupo con memoria histórica gracias a las inquietudes intelectuales de Strummer, capaz de recordar la guerra civil española en Spanish Bombs; la necesidad de luchar contra la globalización ?el disco Combat Rock, que cuenta con voces de Allen Ginsberg, uno de los gurús literarios de la Generación Beat, cuyo emblema es Jack Kerouac? mucho antes del movimiento surgido en Seattle en los 90; y hasta la unión de los pueblos, incluído el más lejano al nuestro en actitud, como el árabe (Rock the Casbah), tema que nació como denuncia de los azotes públicos a jóvenes iraníes por la simple posesión de un disco occidental.
LOS40
LOS40
Así era Strummer, hijo descarriado de diplomático, músico que aprendió a base de golpes, como corresponde a la añeja disciplina inglesa. Musicalmente apenas capaz de juntar unos acordes en la guitarra en sus comienzos, y con una voz desgarrada por el alcohol y el tabaco (tipo la de Shane MacGowan de The Pogues), el caso es que con London Calling dio un pelotazo musical extraordinario. Doble álbum de 1979, considerado quizás el mejor de esa década, fue el espaldarazo mundial de Strummer, acompañado de Mick Jones, Paul Simonon y Topper Headon, la más fornida composición de este grupo mítico y sincero. Junto a Sex Pistols, The Jam y The Police formó un cubo vital en la New Wave hasta que cada parte del todo voló por su lado. Negados en vivo, con botellazos de rigor recibidos por su nula capacidad de reflejar en un escenario lo que sí les salía en estudio o en garajes, The Clash fue creciendo hasta convertirse también en una explosión juvenil en Estados Unidos, donde más dinero ganaron.
Estos cuatro colegas habían dado forma sin saberlo a un nuevo estilo. La lucha contra el poder desde dentro (Epic), el doble de London Calling al precio de un sólo vinilo, el triple de Sandinista al precio de dos (os suena, el Top Manta, que obliga a dar más por el precio de antes, pues ya lo hacían estos británicos de espíritu rompedor hace más de 20 años). Y más. La mezcla de música, el cóctel de sonidos, desde el Caribe al rock más duro. Gustaban a todos, tocaban para todos. Y siempre "against the streaming" (contracorriente). Hasta la vista Strummer. Su propio mombre deriva de 'strum' (rasgar la guitarra). Y eso hizo. Sin miramientos. Pero qué lejos llegó.












