Inmortalidad
El cantante y multiistrumentista falleció en Miami el pasado 12 de enero tras sufrir un paro cardiaco que le dejó en estado crítico
Uno parece estar preparado para todo conforme se va haciendo mayor, pero en realidad no es así. Das por hecho que nadie es eterno. Sin embargo, siempre piensas que las estrellas de la música, tocadas por el don de la eterna juventud, sí lo son. Otra de las muchas decepciones de esta vida llena de claroscuros. La última de esas supernovas en desaparecer ha sido Maurice Gibb, uno de los vértices de un triángulo equilátero perfecto llamado Bee Gees. Maurice, que era gemelo con Robin (una hora mayor que él), era el pequeño de una familia de músicos que emigró de Inglaterra a Australia. Y lo fue hasta que llegó Andy. Sin embargo, por desgracia volvió a su estatus de benjamín cuando el 10 de marzo de 1988 Andy murió a causa de su adicción a la cocaína.
Maurice y sus hermanos Barry y Robin compartían entre sí esa afición por la música que vivieron en la casa de sus padres, desde que eran unos niños. Escribían sus propias canciones y ellos mismos las instrumentaban acompañados siempre por magníficas bandas. Al final, tanto Barry como Maurice se convirtieron en músicos polivalentes, capaces de tocar varios instrumentos, tanto en el escenario como en el estudio. Robin también brillaba, pero siempre como cantante y compositor.
Cualquiera de los tres componentes de los Bee Gees era básico, sin embargo, el papel de Maurice era esencial. Era la base rítmica, tanto si tocaba el bajo, como si tocaba la guitarra (rítmica) o los teclados. Además, se encargaba de dar vida a los arreglos y de construir unas armonías vocales espectaculares. A diferencia de sus hermanos, él casi nunca llevaba la voz cantante. Pero, al igual que ellos, dominaba la técnica del falsete, forma de cantar por la que se hicieron tremendamente famosos y por la que fueron imitados y criticados. Tampoco se aventuró a lanzarse en solitario, algo que sí hicieron Barry y Robin, aunque de forma muy esporádica.
LOS40
LOS40
Los Bee Gees llegaron como una bocanada de aire fresco y fue a través del mercado estadounidense. Ellos nos enseñaron que los blancos también podían ser los reyes de la música disco y que nada tenían que envidiar a los músicos de color del Sonido Filadelfia o del soul de los 70. Aunque en los 60 habían despuntado en las listas de éxitos con canciones como Spicks & specks, To love somebody, Massachusetts o New York mining disaster 1941, canciones de corte pop, más bien acústicas, su punto de caramelo no llegó hasta 1977, año en que participaron activamente en la banda sonora de Fiebre del sábado noche. A partir de entonces comenzaron a escribir páginas de oro dentro del mundo de la música.
Artistas como Barbra Streisand, Diana Ross, Samantha Sang, Dionne Warwick, Dolly Parton, Kenny Rogers o Celine Dion, entre otros, tuvieron el privilegio de interpretar sus canciones (que en muchos casos no llegaron a grabar nunca los propios Bee Gees en sus discos) y de contar con su producción. Otros (más de 500) se dedicaron a revivir sus grandes clásicos y, en la mayoría de los casos, copar los primeros puestos de las listas de todo el mundo. Los desaparecidos Take That y Boyzone volvieron a llevar al nº 1 los temas How deep is your love y Words, respectivamente. Por su parte, N-Trance hizo su particular versión rapera de Stayin? alive y Pras Michel metamorfoseó el estribillo de Islands in the stream en Ghetto supastar. Destiny?s Child también resucitó del olvido Emotion y Steps hizo lo propio con Tragedy y Chain reaction. El álbum We love The Bee Gees (1997) ?en el que participaban Take That, NSYNC, Sash!, Whirpool Productions o Nana, entre otros- fue el único disco de tributo realizado al trío.
Barry, Robin y Maurice supieron siempre adaptarse a los tiempos y modas que corrían. Ahora, tras la muerte de Maurice, el triángulo equilátero perfecto llamado Bee Gees se ha quedado sin uno de sus vértices y es muy posible que acabe por desaparecer definitivamente. Para los que amamos su música -que somos muchos- siempre serán tres y sus canciones continuarán sonando igual de frescas que el primer día, en nuestras memorias. Será inmortal.












