Me alquilo para soñar
El ex Beatle llenó de magia durante dos noches seguidas el Palau Sant Jordi de Barcelona e hizo renacer la beatlemanía por unas horas
La nostalgia colectiva de poder acariciar con los sentidos grandes temas de la década de la ilusión musical, la certeza de tener delante a uno de los cuatro integrantes del mítico cuarteto de Liverpool y las notas inconfundibles de canciones convertidas en himnos de varias generaciones, hacen que el público de McCartney se entregue de lleno y sin contemplaciones a su voz y figura. McCartney toma aire y es el público el que contiene la respiración, pronuncia dos vocales y el eco de los asistentes se hace oír como un rugido, seguramente si el artista probara estornudar delante del micrófono, la gente no tardaría en expulsar un 'achiiis' de antología.
McCartney en el piano, en el ukelele, en el bajo, en español o en inglés, el solista, el Beatle, el pacifista (su camiseta tenía un mensaje contra las minas antipersonas) o el adolescente que sigue vistiendo vaqueros y camiseta roja, se entregó con sinceridad al público en su segunda y última noche en Barcelona. No importa que su voz se quedara corta en algunas notas difíciles porque ahí estaban las ilusiones y las gargantas de sus seguidores para completar lo que hiciera falta y cuantas veces fuese necesario.
Con 60 años a sus espaldas, miles de conciertos, ventas astronómicas, el rockero más rico y famoso del mundo sigue dando razones para soñar a miles de personas con la música que le lanzó a la fama hace cuatro décadas.
LOS40
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