Tres son multitud
Elton John encandiló al público anoche en Las Ventas en su único concierto en España acompañado tan solo por su piano
Las Ventas, un piano y un caballero. No hizo falta nada más. Elton John estuvo en el coso madrileño, donde ofreció el único recital que le tocaba a España en la gira que está realizando para promocionar su álbum Greatest hits 1970-2002. Una sola cita que el británico apuró con una actuación de algo más de dos horas, sin despegarse del único instrumento que le acompañaba en el escenario. Vestido de rosa fucsia, fulgurante, impecable como marcan sus propios cánones establecidos tras años y años actuando, Reginald Dwight, más conocido como Elton John, abrió paso a una bonita velada, soporífera sólo por el calor que envolvía la capital. Eso sí, y todo sea dicho de paso, bastante parco en palabras, el ?sir? se limitó a derrochar voz y genialidad al piano. Lo de la cercanía y el bis a bis con el público no parece ser lo suyo. A cambio, su arte y talento son del todo innegables.
Los acordes de Your song fueron los primeros que se escucharon, entremezclados entre los aplausos a media canción de un público, que parecía no poder reprimirse ante el encanto de una voz inconfundible que, por fín, podían escuchar de cerca. Acto seguido llegaron temas para el recuerdo: Border song, o The greatest discovery, sus obras maestras de los años 70, aquellas que sólo unos cuantos recuerdan pero que sirvieron para demostrar a los más jóvenes allí congregados, los de 20 a 25 años, que el nombre Elton John se escribe, desde hace tiempo en letras mayúsculas.
Tras más de 30 años sobre los escenarios, si en algo se nota el paso del tiempo es en el abrumador número de canciones, más o menos conocidas, con las que no ha cesado de deleitar a sus seguidores. Por lo demás el ?caballero? sigue igual. Encandiló de principio a fin a los asistentes, alternando baladas con ritmos algo más movidos. Los aplausos en pie al final de cada intervención fueron clara muestra de ello. No todos los días Elton John le canta a uno prácticamente en el oído. Sus canciones de Songs from the west coast (2001) junto con sus buques insignia de siempre, Daniel, I?m a rocket man y Sacrifice sonaron a la perfección sin más ayuda que la de su inconfundible voz y su enmascarado virtuosismo al piano. La última de ellas, Sacrifice, se coreó como la que más, en unas Ventas repleta de mecheros encendidos y voces que tímidamente se atrevían a acompañar al 'maestro?.
LOS40
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Candle in the wind, la canción que dedicó a Marilyn Monroe y, después, un año más tarde, adaptó para su amiga la desaparecida Diana de Gales; su magistral versión de Moonriver, el tema de Johnny Mercer y Henry Mancini para Desayuno con diamantes y Down on my head, fueron las letras con las que Elton John enfiló la última parte de su recital. Para entonces ya no había quien le parara, y ya casi hasta se olvidó de aclararse la voz cada vez que terminaba una intervención. Daba igual, los asistentes estaban sobradamente satisfechos. Pese a su pureza y rigidez británicas, público y artista se habían entendido a la perfección sin más ayuda que la música. Por eso, Elton John quiso regalar a sus seguidores una dosis de impecables composiciones instrumentales que dejaron a más de uno con la boca abierta. Una breve y falsa despedida para volver a aparecer segundos más tarde con unos bises en los que se decantó por dos de sus temas más conocidos y laureados: Don?t let the sun go down on me y Circle of life, la canción de la banda sonora de El Rey León, que le valió un Oscar en 1994. En un abrir y cerrar de ojos Sir Elton John había puesto punto y final a un concierto en el que su piano y él, él y su piano, se llevaron todos los aplausos. En la sencillez, dicen, está el gusto.












