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Le sobra estilo, pero le falta sudor
Hay artistas que, con tal de que no digan que se repiten más que un loro, son capaces de vender su alma al diablo y pegan más bandazos que Buster Keaton sobre un alambre. A tanto no ha llegado Eagle-Eye Cherry en Sub Rosa, pero poco le ha faltado. De hecho, a la primera escucha tuve la impresión de haber puesto un disco entre hippy y psicodélico de hace 30 años. A la segunda, empecé a corregir mis primeras conclusiones, pero no salía de mi asombro. Y al final le fui cogiendo un poco de cariño, pero costó hacerme a la idea. Quizá sea culpa de los prejuicios y los estereotipos que nos fabricamos. No esperaba que su tercer álbum derivara hacia terrenos tan blandos y poco sufridos, sino algo más racial, un cuerpo a cuerpo más visceral, menos ejercicio de estilo y más sudor.