La que fue Dios se queda a medio gas
Parece que, definitivamente, Alanis ha dejado de ser una rockera aguerrida. El octavo disco de la canadiense resulta a ratos decepcionante. Es íntimo, adulto, introspectivo y con toques de optimismo contenido, pero se echa en falta esa frescura de anteriores trabajos. ¿Madurez? Puede ser, pero eso no tiene que ser sinónimo de aburrimiento. Aun así, hay temas que no conviene menospreciar, como Eigth Easy Steps o Knees of My Bees, en los que Morissette vuelve tras sus pasos y se decide por su propia fórmula, que tan buenos resultados le había dado: guitarras semi-distorsionadas y una calidad vocal indiscutible.