Especial
Un revolucionario de la guitarra
Nacido en 1947, Paco de Lucía ha dedicado las cuatro últimas décadas a popularizar el flamenco y fusionar todos los estilos de música a su alcance
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En el mundo de la música hay pocas figuras indiscutibles, pocos genios capaces de sobrevivir durante décadas sin recibir una mala crítica. El caso de Paco de Lucía es, probablemente, único. Cuando a los 12 años comenzó a subirse a los escenarios en su Algeciras natal, Francisco Sánchez Gómez no era más que un niño extremadamente estudioso con un solo objetivo en su vida: ser un gran guitarrista flamenco. Con el paso de los años, Francisco, hijo de Antonio y Lucía, ha llegado mucho más lejos y ha pasado a convertirse en un referente musical en todo el mundo.
En los años 60, sus trabajos con sus hermanos Pepe de Lucía y Ramón de Algeciras y, sobretodo, la explosión que supuso la pareja que formó con Camarón de la Isla, dieron un vuelco al modo de ver el flamenco, al modo de interpretarlo y al modo de escucharlo. En los palos clásicos se colaron nuevos ritmos, nueva armonías, y hasta nuevos instrumentos. Paco y Camarón redefinieron el género y salieron del tablao para llevar su música a los grandes recintos.
En 1973, las listas de éxitos más comerciales reconocieron el trabajo de Paco de Lucía gracias a una rumba que se ha convertido en su composición más conocida en España: Entre dos aguas. Pero lejos de conformarse con el éxito inmediato, Paco decidió seguir abriendo puertas, seguir estudiando e investigando en el mundo de la guitarra ocho horas al día. Tras grabar en el Teatro Real (1975) y homenajear a clásicos como Manuel de Falla (1978), Paco entró en contacto con la música brasileña, y acabó uniendo el flamenco con el jazz de un modo magistral junto a estrellas de la talla de John McLaughlin o Al Di Meola, con quienes firmó discos inolvidables como Friday Night In San Francisco (1981) o Passion Grace and Fire (1983).
Después de décadas de trabajo incansable, especialmente fuera de España, Paco de Lucía no ha dejado de revolucionar el panorama musical mezclando el flamenco con el jazz, el blues, el country, la música hindú, la salsa, la bossa nova o la música árabe. Sus composiciones son el espejo en el que se han mirado y se miran las grandes estrellas de la guitarra en todo el mundo, desde flamencos como Tomatito o Vicente Amigo hasta héroes del heavy metal como Steve Vai, que cayó rendido a sus pies en 1991 durante el festival Leyendas de la Guitarra celebrado en Sevilla.
Ahora, y tras años de vida en México y giras inacabables por todo el mundo, Paco ha vuelto a España, se ha asentado en Toledo y ha vuelto a los escenarios con un disco más, el enésimo, bajo el brazo: Cositas buenas. El Premio Príncipe de Asturias de las Artes no hace más que reafirmar al guitarrista y compositor de Algeciras como uno de los referentes musicales del siglo XX y, quién sabe, si del XXI.