Un millar de personas despide a Manzanita en Alhaurín de la Torre
Murió víctima de un fallo cardiaco a la edad de 48 años
Familiares, amigos y otros artistas como el también cantante Antonio Cortés Pantoja, Chiquetete, acompañaron entre lamentos el féretro con los restos mortales de Manzanita, que estaba casado, tenía siete hijos y residía desde hacía veintitrés años en este municipio.
Francisco Cañadas, sobrino del cantante y portavoz de la familia, dijo a los periodistas que con Manzanita, que se encontraba "bien y contento", se va "una gran persona y un gran artista, aunque nos queda su recuerdo y todo lo que ha hecho". Este portavoz agradeció en nombre de la familia el apoyo recibido desde ayer y destacó los numerosos "amigos y familiares que no han podido estar presentes pero han llamado por teléfono y se han interesado". Según Cañadas, los familiares tienen "constancia del grato recuerdo" que deja Manzanita y "de los homenajes que se le van a hacer".
Nacido en Madrid el 7 de febrero de 1956, hijo de gitanos andaluces y sobrino de Manolo Caracol, vivió en Málaga hasta los 6 años, a los 9 comenzó a tocar la guitarra en los tablaos donde su padre era cantaor y a los 11 acompañó en sus giras mundiales al cantaor Enrique Morente, quien le contagió su amor por la literatura y los poetas andaluces como Bécquer o García Lorca.
En 1974 formó, junto a unos amigos, el grupo Los Chorbos, admiradores declarados del grupo de música funk americano The Temptations, aunque no renunciaron a sus raíces gitanas.
Así fueron considerados representantes del llamado sonido de Caño Roto, que toma su nombre del barrio del que eran oriundos sus componentes y otros grupos de estilo similar, como Los Chichos.
En 1978, Manzanita grabó su primer disco en solitario, Poco ruido y mucho duende, en el que figuraba el tema Verde, adaptación del poema de Federico García Lorca, que alcanzó un rotundo éxito, al igual que su versión de la canción de Cecilia Un ramito de violetas.
Influenciado por el rock de Santana y el jazz de Chick Corea, su estilo no podía encuadrarse en un género determinado, con una forma de hacer música muy personal, en la que tenían cabida matices flamencos, brasileños e, incluso, algún violín.