De otro planeta
Ultima actuación de Red Hot Chili Peppers en nuestro país para presentar su nuevo trabajo discográfico, <i>Stadium arcadium</i>. Los cuatro integrantes de la banda tocaron a la perfección y dieron una lección magistral de como tocar buen rock.
Llegaba Red Hot Chili Peppers a Madrid, último escenario de su periplo español que comenzó allá por el mes de abril en el Museo Guggenheim de Bilbao y que tocó a su fin en el Palacio de los Deportes de la Capital. Había incertidumbre ante lo que el cuarteto californiano pudiera ofrecer tras un doblete con "peros" en Barcelona y críticas dispares de su doble y nuevo álbum.
Pero he aquí que la formación ofreció uno de los mejores directos que se les recuerda en nuestro país. Un magistral ejemplo de cómo cuatro miembros pueden convertirse en una máquina engrasada del mejor rock americano.
Un pabellón abarrotado hasta la extenuación recibió durante casi dos horas ritmos desbordantes desde el bajo de un Flea desatado; redobles improvisados pero técnicamente extraordinarios de un Chad Smith ante el que postrarse (él mismo lo indicó con el dedo); electrizantes descargas desde la guitarra de un John Frusciante que se desenvolvió con soltura versionando How deep is your love de Bee Gees; y, finalmente, las letras arrancadas de la garganta de Anthony Kiedis en clásicos con apenas unos años de vida como Scar tissue, Otherside, By the way o Dani California.
Los cuatro integrantes de Red Hot Chili Peppers salieron al escenario madrileño con ganas de pasáserlo bien. Y sus ganas, sus saltos, su forma de bailar, sus melodías, su pasión, en definitiva, pronto se contagió a un público que enloquecía tras cada tema. Comenzaba a verse desde pronto que su forma de tocar no es de este planeta. Tal vez así se explique la inspiración de sus nuevas canciones recogidas en dos volúmenes: Jupiter y Mars.
En Stadium arcadium, un elepé largo que tras varias escuchas aún logra sorprender, hay encerrados temas brillantes como Snow (Hey oh), Tell me baby, Strip my mind, Torture me o Charlie, que el viernes se convirtieron en himnos musicales interplanetarios.
El Palacio de los Deportes estaba iluminado por una lluvia de buenas vibraciones y de colores procedentes del fondo del escenario y que cubría toda la pista. Se sacudía segundo a segundo por las más de 15.000 personas que, cada vez que miraban al cielo abovedado de Madrid, rezaban porque la próxima visita de los californianos tenga lugar en un estadio de mayor capacidad.
Cierto es que si bien Red Hot Chili Peppers se mostró virtuoso hasta la médula, también pecó de ello. Flea y Frusciante exprimían su bajo y su guitarra alargando, tal vez en demasiadas ocasiones, canciones como Throw away your television, Californication o Give it away, tema con el que cerraron su único bis y se despidieron de nuestro país, después de una lección magistral, rumbo a su lejano planeta.