Especial
Fito y Calamaro si son multitud
Prometieron Rock, con mayúsculas, y lo dieron. Prometieron llenar estadios con esa música, al más puro estilo Rolling Stones, y lo consiguieron. Fieles a su palabra, Fito Cabrales y Andrés Calamaro cumplieron el viernes y el sábado con todos los designios
Prometieron Rock, con mayúsculas, y lo dieron. Prometieron llenar estadios con esa música, al más puro estilo Rolling Stones, y lo consiguieron. Fieles a su palabra, Fito Cabrales y Andrés Calamaro cumplieron el viernes y el sábado con todos los designios que auguraron en la rueda de prensa de presentación de la gira.
Con media hora de retraso ambos días, los dos astros del rock en castellano saltaron a un escenario ante el que esperaban 18.000 personas el viernes y 25.000 el sábado para comenzar a dúo el primero de los conciertos de la esperada gira. Alternando temas de ambos, e incluso uno de Los Rodriguez, hicieron que el impaciente público calmase su sed de música. A los ojos, Viene y va y No se puede vivir del amor fueron algunos de sus primeros temas juntos.
El argentino primero
La intro de los dos sobre el escenario dio paso a una larga hora y media de actuación del argentino, quien con sus mejores galas vocales deleitó a los seguidores, que en menor número que los de Fito, corearon la gran mayoría de las canciones.
Pero el de Buenos Aires siempre ofrece al público lo que él quiere, no lo que éste demanda. Con un repertorio diferente al esperado, en el que se mezclaban rarezas y hits, Calamaro movió a los asistentes de las baladas más tiernas que caben en su bolsillo al rock deslenguado del que hace gala en algunos de sus discos. Clásicos como Flaca, Paloma o El salmón contrastaron para sorpresa de muchos con otras como Hacer el tonto o Quién asó la manteca, dos de las poco habituales.
El show propuesto por el bonaerense no se limitó a la simple música, pues el histriónico cantante tuvo comentarios y bromas para todos los gustos. Como botón, el guiño malicioso, por decirlo de forma suave, lanzado a la otra gran gira conjunta del verano, cuando dijo con su habitual tono irónico:
Estuve buscando todo el día algo de Botox en el mercado negro, y no pude encontrar porque resulta que Serrat y Sabina habían acabado con todo.
La genialidad del ex-Rodríguez siempre sale a relucir en los momentos más oportunos. Tras ese parón reflexivo, y sin apenas más descansos, el argentino derramó sobre el escenario otros muchos temas (llegó a cantar hasta 18) antes de que volviese a coincidir sobre él con el músico de Bilbao. En resumen, Calamaro demostró en esta primera actuación que su voz está como nueva y sus ganas como las de un chaval de 20 años, pero que todavía le falta ritmo y le sobran kilos (perdón, Andrés) para ofrecer todo el arte que lleva dentro. Aún así, sigue siendo uno de los más grandes, y eso se nota en directo.
Fito, en plena forma
Y si a parte de arte se habla de ritmo, es necesario hablar de Fito Cabrales. El bilbaino lleva más de un año de gira, y eso se nota sobre las tablas. Su sonido fue impecable, y su puesta en escena, como siempre, divertida y contagiosa. Sus correteos de un lado al otro, las improvisaciones entre tema y tema, las bromas y homenajes al swing o al blues y las particulares versiones que fabrica en cada concierto levantaron una nube de polvo que no se había producido con Calamaro.
Pero algo de culpa también tiene la más o menos reciente popularidad del ex de Platero y tú, cuyas canciones se escuchan en todas las radios y sus discos baten récords de ventas y permanencia en las listas oficiales.
No es difícil darse cuenta de la diferencia entre las canciones de antes y de ahora, e incluso del público de su último disco y el que le sigue desde hace años, pero tanto a solas como frente a miles de personas, Fito sigue siendo el mismo, un tío auténtico. Y eso hace disfrutar al cualquier público, por muy heterogéneo que sea. Niños, adolescentes y cuarentones corearon todas y cada una de las 13 canciones del músico.
Las más aplaudidas, las últimas Por la boca vive el pez, Donde todo empieza o Acabo de llegar, y las ya clásicas Un buen castigo, La casa por el tejado o Soldadito marinero, cuyo estribillo final repitió el público hasta la saciedad, colaborando como el séptimo integrante de la compartida banda. También fueron destacables las versiones que Fito hizo de Mari Magdalenas o de la instrumental 214 Sullivan Street, en la que hicieron una auténtica demostración de técnica instrumental y sentimiento.
El rockero español estuvo en su línea, es decir, espléndido, y sus Fitipaldis, importados en parte de los habituales de Calamaro, perfectos en la ejecución, haciendo que las canciones del de Bilbao sonarán como si se tratara de una grabación de estudio.
Fin de fiesta
Tras casi cuatro horas de directo entre los conciertos de uno y de otro, el intermedio y otros descansos, los dos amigos volvieron a reunirse sobre el escenario para acabar con un final de fiesta digno de esta reunión. Cuatro temas más, como Medalla de cartón o Alta suciedad pusieron el broche final a la primera de las noches de Getafe, en una velada que hizo honor a las expectativas de los asistentes y que demostró que juntos, Fito y Calamaro son efectivamente multitud, mucho más que dos.