The Charlatans y los benditos noventa
Se subieron al escenario muy modernos ellos. Por lo menos Tim Burgess, que haciendo de <i>frontman</i> en toda regla, se presentó con un flequillo muy de pin y pon y enfundado en una gabardina negra con los grados de una Joy Slava abarrotada. Minutos ante
Se subieron al escenario muy modernos ellos. Por lo menos Tim Burgess, que haciendo de frontman en toda regla, se presentó con un flequillo muy de pin y pon y enfundado en una gabardina negra con los grados de una Joy Slava abarrotada. Minutos antes ya habían dado callo al escenario los madrileños We are Balboa, que con un disco en el mercado, Space between bodies, intentan como buenamente pueden colocarse en el mundillo a base de todos los ritmos posibles en el rock. Dispersión entre el público, pero ellos, desde luego, se lo pasaron en grande.
The Charlatans comenzaron, por fin, sobre las diez. Venían para presentar su nuevo disco, You cross my path, que estará disponible a través de la web oficial de la banda el 3 de marzo, pero convencieron mucho con los temas nuevos: si nos apuramos, gustaron Oh! Vanity (el single, claro) y Bad days, pero estuvieron más estupendos por los hits de siempre.
Con todo, vimos a unos Charlatans muy vivos los diez primeros minutos, pero se quedaron pronto sin anime. Tampoco los asistentes estaban muy finos. Sólo se soltaron un poquito con temazos del palo de North country boy, aunque fue en Wonderland, Some friendly y sobre todo con The only one I know cuando la gabardina empezó a sobrar de verdad. Reconvertidos en auténticos mitos apretaron la rosca por enésima vez: Tim estaba bailongo pero se notaba que los noventa habían pasado y que probablemente estaban de tocar el The only one I know hasta las cartolas.
Eso sí, los chavales, tocar tocan que da envidia. Sí a los solos de guitarra garajeros, al blues y a todo lo demás que allí tuvo lugar. No a la falta de entrega y al avive, (¿simplones?) Uno de esos conciertos de los que sales pensando, que sólo perdonarán los fans (que para eso son fans). Estábamos dispuestos a la fiesta y a ese rock de bailar que tanto gustó en los noventa. Nos encontramos con una pandilla apagada.