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Mucho Andrés, mucho Calamaro
El músico argentino conmueve a sus fieles con un concierto íntimo que recorre acertadamente su discografía
Andrés está vivo como Elvis, no se puede negar. Ha vuelto de la oscuridad, como Maradona. Desapareció, engordó, lo estropeó, y ahora dirige a la albiceleste. La banda de Calamaro no tiene nada que envidiar a la de Argentina o al Barcelona. Son clásicos como el Niño Bruno, Candy Caramelo, Julian Kanesky o Litto Nebbia. Y Andrés ha vuelto o al menos eso coreaba en píe un auditorio tan entregado desde el minuto uno como emocionado y rebosante. No era para menos, hacía tiempo que Andrés no comparecía en Madrid con la ciudad para él solo.
Era una cita especial que nadie se quería perder, que agotó las entradas hace tiempo y disparó la reventa por encima de los cien euros.
Iban a ser dos horas de rock in crescendo, de cuatro guitarras rugiendo al aire y un auditorio que aguantó sentado medio concierto. Empezó la noche con La parte de adelante, Carnaval de Brasil y Mi gin tonic. El hechizo Calamaro seguía vivo en un público emocionado, muchas parejas y grandes grupos. Algunos se hacen oír más que el cantante. Eso es la pasión del embrujo.
Media verónica y Elvis está vivo recuerdan los días iníciales del hechizo como Todo lo demás o El día de la mujer mundial. El Cantante venia con recopilatorio debajo del brazo y de su inmensa obra hay para hacer varios conciertos, en algunos se podrá cantar, en otros, pocos recocerían algún verso.
El de anoche era para todos los públicos. Un sutil recuerdo a los aviones da paso a algunos tangos de su Tinta roja, al novio del olvido, a un poco de armónica y al final de los culos en las localidades. Ya no había vuelta atrás. Copa rota, Estadio Azteca, El salmón. Nadie se iba a volver a sentar ni en los momentos más íntimos con Tú me estás atrapando otra vez o Crímenes perfectos. Las guitarras se había desbocado, el rock aullaba y Calamaro estaba suelto, todo eran éxitos que se enlazaban con prisa, sin pausa. Me arde juntaba su final con el principio de Alta suciedad que se convertía en Paloma que se acababa en palmas.
Quedaba poca noche, pero algunas emocionantes. Dos bises coreados por el auditorio. Canal 69, unos versos de Volver y varias lágrimas con Flaca. Andrés se abraza a sus amigos emocionado, saluda al público, se quita la gafas y termina la noche, la horas, las casi treinta canciones de un regreso que se repite acertado, porque Andrés está vivo, está en forma, está al frente.