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Festival Sonorama: Atracón de asado y empacho de pop
<b>Vetusta Morla y Sunday Drivers</b> brillan en el Sonorama 2009 en la reunión anual del indie nacional
Hubo visitas foráneas con las actuaciones de la escocesa Amy McDonald y los británicos James. La primera, y a pesar de su radical cambio de look y seductora voz, no terminó de enganchar al público, y los segundo s cumplieron y entretuvieron con invasión de escenario incluida.
La música, más allá del pop, se abrió a otros géneros, algo escasos pero bien representados por Kiko Venenos, el surf rock de Los Coronas y la cuidada electrónica de We Are Standar. El resto tuvo el mismo sabor pero distinto aroma. Algunas bandas tienen la fecha del Sonorama fija en su calendario estival y juegan como locales. Catpeople, Jugoplastika, La Habitación Roja o Sunday Drivers ya han pasado veranos en las bodegas de Aranda del Duero. Otros como Vetusta Morla han crecido a la par que el festival. Si el año pasado tocaban bajo el sol de la plaza del ayuntamiento, este llenaban de público el escenario principal para uno de los grandes conciertos del festival. La vida puede dar muchas vueltas con muy pocos acordes.
Nacho Vegas, Christina Rosenvinge, Josh Rouse o Alondra Bentley representaban el papel de cantautor con sus variantes y matices aunque en horarios terribles.
Pero el Sonorama y los chicos de Art de Troya, la asociación cultural que organiza el festival desde hace doce años, ofrecen a sus visitantes mucho más que música. Conciertos mañaneros en la plaza, visita a las bodegas y degustación de tintos, un camping agradable y familiar, piscinas con sesiones de de djs, precios relativamente populares y una buena convivencia con los vecinos que se han acostumbrado a recibir cada año a hordas de modernos y urbanitas poperos.
Sorpresas hubo pocas, los nombres del cartel vienen a representar a la mayoría de artistas independientes que han sacado disco en 2009, pero todos cumplieron. La gran sorpresa de esta edición vino de los platos del incombustible Chimo Bayo, que demostró que se puede vivir casi veinte años después de tres canciones y cinco frases. Su show de platos, gafas con luz y ritmos noventeros congregó a miles de personas y dejó sus letras coleando el resto del festival. El sábado por la mañana unas cincuenta personas saltaron a la par al agua de la piscina cantando el "bombas, bombas".
El Sonorama acaba otro año más con un incremento en los precios, algo más de asistencia, un poco de falta de variedad de sonidos y esa sensación, difícil de encontrar, de festival familiar.