Especial
Los hijos del Crepúsculo, cómic de la semana
Como cada siete días, ahí va nuestra recomendación ¡A leer!
Anoche terminé de leer Los Hijos del Crepúsculo, un tebeo que había llamado mucho mi atención por lo ambiguo de la descripción de su contraportada y por tener a Darwin Cooke, uno de mis artistas favoritos, como ilustrador de sus páginas y hasta ahora no estaba muy seguro de que fuera nuestro cómic de la semana. Pero creo que merece el puesto.
Este pequeño tomo recoge los cuatro número originales que tuvo la serie en EEUU. Escrito por Gilbert Hernandez y dibujado por el maestro ya mencionado, Los Hijos del Crepúsculo cuenta la historia de un pueblecito costero de pocos protagonistas en el que aparecen unas misteriosas esferas de luz que acaban provocando cegueras, parálisis y desapariciones misteriosas.
Una historia pequeña, de 128 páginas, que, como dice la contraportada, combina "realismo mágico, misterio y suspense para dar forma a un inolvidable drama coral". Si algo define bien esta lectura es "inolvidable", y es que no puedes permanecer impasible cuando pasas la última página. Por regla general, cuando leemos cómic, esperamos las historias lo suficientemente masticadas como para no tener que preguntarnos "qué ha ocurrido" y esa es precisamente la regla que rompe Los Hijos del Crepúsculo.
Superada una interesante puesta en escena y habiendo desarrollado a sus protagonistas lo suficiente, uno llega al último número y las cosas se empiezan a poner complicadas, cada vez quedan menos páginas y uno no está seguro de que el desenlace vaya a poder explicar las incógnitas que han generado los números previos y, efectivamente, es una de esas veces en las que la lectura acaba y pasamos esa última página para ver si hay más.
En cualquier caso, eso también implica que cuando el libro se cierra, nuestro cerebro se pone en marcha y comenzamos a repasar la lectura y a preguntarnos por lo ocurrido e inmediatamente, el cuerpo nos pide una segunda lectura. Más pausada, buscando significado en cada viñeta y tratando de encontrar esa pieza del puzle que nos ha faltado la primera vez que se ha intentado montar.
Esa sensación, esa "necesidad" (y ganas) de volver a leer me ha hecho hablaros de Los Hijos del Crepúsculo, porque es algo que muy pocas veces veréis en un tebeo. Estas cosas suelen ir directas a la estantería y se revisan de cuando en cuando para ver el arte que esconden sus páginas.
Que, por cierto, de arte va sobrado. Darwyn Cooke es uno de los mejores artistas de esta industria. Su registro "cartoon", marcado por su etapa a las órdenes de Bruce Timm en las series animadas de Batman y Superman impregna cada una de sus colaboraciones con un aire fresco e inconfundible que uno luego siempre busca y agradece. Cuando veo "Darwyn Cooke" en la portada, me gusta ignorar quien escribe, porque el cómic ya me tiene parcialmente ganado y la compra, para mí, está más que justificada.
Así que, concluimos diciendo que la lectura de Los Hijos del Crepúsculo es rápida, pero no es fácil. Si buscas un tebeo masticadito en el que todo tenga sentido al llegar a la última página, éste no encaja del todo. Pero si tienes ganas de algo diferente y te apetece pensar un poco e incluso buscar significado y contraste a tu opinión en internet; te hará pasar un buen rato y lo conservarás con orgullo en tu estantería por su fascinante apartado artístico.