Antonio Costa: de seminarista a maquillador de Armani

Conoce la historia del Premier Face Designer de la firma

INSTAGRAM/ Antonio Costa, historia de una vocación.

‘La vida da muchas vueltas’ y no sólo es una frase dicha, es también una realidad, y si no, que le pregunten a Antonio Costa, un cubano que tras pasar 7 años en el Seminario decidió cambiar el rumbo de su vida y meterse a maquillador. Ahora es el Premier Face Designer de Armani y aunque sigue creyendo en Dios, su vida ya no gira en torno a Él.

Sus compañeros de profesión le llaman ‘El Virtuoso’ por resaltar lo más bello del rostro femenino, arrancar sonrisas y cambiar estados de ánimo con un par de brochazos. Un talento que no ha salido de la nada. Ya cuando era un niño le llamaba la atención cómo se maquillaba su madre.

“Mi primera inspiración fue mi madre. Mis padres siempre me apoyaron y respetaron mi opción. Tal vez no estaban muy felices, porque el padre hispano siempre quiere para su hijo lo mejor, pensando que eso es ser médico”, contó a El Nuevo Día, “pero dentro de mí, cada una de las inquietudes de lo que quería ser, tenían que ver con la conexión de ayudar a las personas y eso lo encontré a través del maquillaje”.

En la adolescencia con lo que había aprendido observando a su madre, se encargaba de maquillar a sus amigas con las complicaciones que eso conllevaba en una Isla, Cuba, en la que había restricciones de abastecimiento en esos productos. Lo disfrutaba pero lo dejó aparcado.

La llamada de Dios le llevó a ingresar en un seminario en el que pasó 7 años estudiando. Un buen día, viajó a Puerto Rico para unos cursos y decidió quedarse y pedir asilo. Allí contó con la ayuda de otro sacerdote que le aconsejó viajar a Miami.

Ahora vive allí donde dio un vuelco a su vida. Terminó aceptando que su vocación más fuerte era la que tenía que ver con el maquillaje y ahí centró sus esfuerzos. Primero estudió Bellas Artes como pintor, luego se dedicó al maquillaje de teatro. “Cuando cumplí los 32 años decidí dedicarme por completo al maquillaje. Un gran amigo me dijo que para lograr llegar a la meta y a la cima hay que empezar desde abajo”, relata.

Así lo hizo, empezó sin grandes pretensiones, “empecé a trabajar en las tiendas, como en Sephora. En Bloomingdales conocí la línea Armani; entré un día a trabajar y vi el mostrador de Armani’, me llamó la atención. Probé el maquillaje y fue amor a primera vista”.

Ocho meses después de estar trabajando detrás del mostrador tuvo la oportunidad de ser considerado para ser el Premier Face Designer y representar la línea en Estados Unidos. Entre medias, en 2010, acabó finalista en Face off, un reality de televisión de maquilladores. Lo suyo sí que ha sido una carrera meteórica.

Aunque ya no viste hábito sigue siendo un hombre creyente, “mi relación con Dios es parte de mí”, afirma, “no hay nada en mi vida que haga sin consultarle a Dios”.