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Doom, a tiro limpio (como se hacía antes...)
Hemos echado unas horas jugando y estas son nuestras impresiones
Uno empezaba a olvidarse de lo que era un shooter de los de verdad, de los que ponen el nombre al género; simplemente eso "Disparador". Tanta campaña cinematográfica nos he hecho perder las raíces a todos, menos a John Carmack, el padre de género más jugado del planeta.
Doom vuelve para poner los puntos sobre las "íes". La historia empieza con nuestro personaje atado a una cama futurista en una habitación que empieza a llenarse de engendros y demonios. Sin más, uno se levanta de la cama y se lía a guantazos y tiros con todo elemento diabólico visible.
Para dar contexto, acto seguido, nos acercamos a una máquina que nos dice que cuando reparemos el satélite nos enteraremos de las causas y las formas que han traído una invasión demoniaca hasta el planeta. Sin más, por que no hace falta más... A partir de ese momento todo es acción frenética "old style".
¿Qué significa old style? Caídas que no quitan vida, Todo un arsenal equipado que no tiene que recargar, barras de vida que no se recargan solas con el tiempo... ¡vaya! Todo aquello que teníamos en "Doom" cuando llegó a revolucionar el mercado décadas atrás. En este, se ha añadido una mecánica muy curiosa que nos permite dejar enemigos en un "estado de gracia" y rematarlos de forma espectacular si llegamos a tiempo para ejecutarlos mientras se encuentran en ese estado. Las batallas suelen ser muy intensas y esa pequeña secuencia nos hace invulnerables durante unos segundos, además de obsequiarnos con un extra de salud; algo sumamente necesario porque la barra baja que da gusto.
Por si la acción fuera poca cosa, la exploración es otro pilar fundamental en "DOOM". Olvidémonos de los escenarios pasilleros que nos dan todo masticado y perdamos el tiempo dando vueltas y escalando por tierras marcianas para encontrar llaves que abren puertas , memory sticks para descargar información y robots voladores que nos permiten mejorar el arsenal, una de las pocas incorporaciones que hace DOOM para actualizar su propuesta. Esa exploración, es otro punto que brilla por sí solo cuando el publico se ha acostumbrado a disparar casi de forma coreográfica a través de pasillos que hilan la historia.
Técnicamente es una joya. Mantiene 60 frames por segundo constantes y un entorno impecable, cargado de maquinaria en movimiento, efectos especiales y grandes cargas de enemigos perfectamente animados. Los tonos marcianos y los tintes infernales se llevan la generación a un punto al que muy pocos han llegado, donde la acción y la exploración es tremendamente fluida e innegablemente preciosista. Lo logra gracias a un sistema de resolución adaptable, cuyo pico es 1080p, pero que está continuamente variando la resolución para no dejar de prestar la tasa de frames sólida y constante. Algo que vimos en Halo 5 y que parece ser la respuesta para los bloqueos a 30 frames que todavía asoman en la generación.
El modo online, mola. No tanto como la campaña para un jugador, pero sí lo suficiente como para mantener el juego dentro del consola algún que otro mes más. Aquí Doom se olvida un poco más de sus raíces y sólo permite a los jugadores equipar dos armas para el enfrentamiento online; algo que, combinado con la salud que no se regenera automáticamente, y con ítems que aparecen siempre en los mismos lugares y que son decisivos para la victoria de aquellos afortunados que esperan a que lluevan, convierte los enfrentamientos en algo quizás demasiado frenético y poco balanceado. En cualquier caso, suponemos que es la locura que se esperaba de este juego para un modo de enfretamiente multijugador.
Resumiendo, DOOM es una compra obligada. Old-school para que aprendan los más jóvenes como eran las cosas hace unos años (cuando todo molaba más) y Old-School para que los que cumplimos más años de los que querríamos tengamos ese guiño que buscamos y que siempre nos hace sonreir. Comprad Doom, amigos.