Especial
De Zara Larsson a Bunbury: Así fue el Dcode más diverso
Arturo Paniagua (LOS40 Trending) te cuenta lo ocurrido en el evento madrileño
Bunbury se pasó el Dcode en modo leyenda con sus canciones
18 horas de música en directo dan para crearse opiniones de todo tipo, y este año el Dcode jugó la baza de la diversidad de artistas y variedad de estilos en un cartel kilométrico en el que cabían estrellas emergentes del pop, leyendas del rock patrio, ramalazos de indie guitarrero, y agradables descubrimientos.
“Este sólo es un paso más de tantas cosas que quiero conseguir en mi carrera” declaraba en la sala de prensa la cantante Zara Larsson antes de salir a remar a contracorriente ante un público no tan acostumbrado a propuestas tan festivas como la suya. Eso sí, además de su obsesión por llegar a alcanzar el reconocimiento de la artista que más le inspira, Beyoncé; la sueca cuenta a sus 18 años con canciones de sobra reconocibles; de esas que -como ocurrió durante su actuación- acabas tarareando y bailando aunque no quieras.
Y así es como terminamos con la imagen inédita de la fauna festivalera viniéndose arriba al atardecer con el subidón de “This One’s For You” (himno oficial de la Eurocopa de este año), dejándose llevar por la juguetona “Lush Life” o mirando con cierto interés hacia el escenario mientras sonaba la hipnótica “Never Forget You”. Canciones que la artista defendió haciendo honor a su título de estrella pop en ciernes, rodeada por cuatro bailarinas y desarrollando un concepto jamás practicado sobre el escenario en seis años de Dcode: las coreografías.
Allí donde solíamos gritar
Zara Larsson practicó el pop, el colorido y la alegría, intención que en situaciones habituales habría compartido con la banda catalana Love Of Lesbian, reyes del júbilo festivalero. Pero ya lo venían avisando ellos: su nuevo disco (El Poeta Halley) busca ir más allá de la inmediatez, de buscar lo evidente en el público. A pesar de una actitud más reposada y un setlist más conservador y contenido, los asistentes volvieron a utilizar al quinteto para canalizar sus emociones… y sobre todo sus ganas de cantar.
El karaoke colectivo comenzó con “Cuando no me ves”, y a partir de ahí fue en ascenso con “Bajo el volcán” o “Incapacidad moral transitoria”, para seguir ascendiendo con esos himnos emotivos de la banda, que hacen levantar un brazo en alto y utilizar el otro para abrazar al de al lado: “1999”, “Domingo astromántico” -con la colaboración de la dulce Carla Morrison-, o “Club de Fans de John Boy”. Toda esa euforia terminó en calma tras la tormenta, y el grupo cerró su concierto con “Planeador”, también de su último disco. Este concierto (dedicado por Santi Balmes a Supersubmarina), demuestra que Love of Lesbian iban en serio al advertir que con su nuevo álbum querían dejar de ser tu juguete favorito en los festivales.
Tuvimos “suertecita”
La de veces que la humanidad habrá visto a una leyenda forjarse ante nosotros y nos ha pasado desapercibida. Pues bien: aviso a navegantes, durante todo el verano España ha sido testigo de la ascensión definitiva a los cielos de San Enrique Ortiz de Landázuri Izarduy, Bunbury para los amigos. La del Dcode, junto a la del Básico40 Opel Corsa de principios de semana, eran las últimas paradas de la gira española del cantante zaragozano, que sin reparo y mucho orgullo ha lucido sus mejores composiciones, y sobre el escenario ha dejado clara su solvencia como artista y estrella de rock.
Llegados a este punto de la jornada, quedaba claro que él, con su “Infinito”, su “Avalancha” o su “Maldito duende” era el gran reclamo del Dcode de este año. Sus poses, su actitud e incluso sus particulares dejes al cantar llenaron el escenario demostrando que el artista pasa por un momento ideal en el que recoge lo sembrado durante 30 años de carrera gracias a esos éxitos conocidos por todos: “Que tengas suertecita”, “Sí”, o la eterna “Lady Blue”, que cerró un recital con el que Bunbury se metió a un festival indie en el bolsillo y ajustó aún más en la puerta el cartel de “Leyenda viva”.
18 horas dan para mucho
A primera hora de la tarde, la pícara contundencia de los Eagles Of Death Metal supuso uno de los momentos más divertidos del festival, gracias a su descaro para acercarse al rock y al carisma de su malhablado cantante, el bigotudo Jesse Hughes. A la vez que ellos practicaban su tralla guitarrera, la mexicana Carla Morrison intentaba ganarse al público desde la dulzura y el encanto de sus canciones, ya lejos del folk e instaladas más en un pop sugerente y envolvente.
A Kodaline su ascenso hacia el rock sofisticado, que a veces mira a The Killers, otra a Kings of Leon y otras a Mumford & Sons, le habría sentado mejor otro horario (el atardecer, por ejemplo) y no haber cumplido con el duro trámite de suceder a Love Of Lesbian ya bien entrada la noche. Aún así los londinenses jugaron la baza de su rock emotivo, sentimental y a veces épico con canciones como “I’m Ready” o la adorable “Love Like This”.
No puede uno dejarse por el camino la experiencia de haber visto en directo a una de las bandas más elegantes del panorama británico: Jungle. Su empeño por actualizar el funk y el soul a través de un refinadísimo uso de la electrónica ya era reseñable, pero delante del público este experimento crece hasta convertirse en una inagotable máquina de baile y buen rollo.
Otros que habrían agradecido mejor horario fueron los componentes de la mejor banda española en directo de la actualidad: León Benavente. Su furia fulminante hizo sudar a más de uno en una Ciudad Universitaria a la que la intensidad del sol no perdona a mediodía.
El sol y el calor también fueron los invitados a otros conciertos del día, como los de Jimmy Eat World, M. Ward o los encantadores Oh Wonder, con cuyas canciones el calor empezó a dar tregua. Horas más tarde, el festival cerró con los sets de 2manyDJs (con un particular recuerdo a la discografía de Chimo Bayo… no es broma) y Mark Ronson.