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‘MPH’ de Mark Millar: un desarrollo correcto... y un brillante final
Una lectura con buenas ideas pero también con algunos puntos mejorables
El bueno de Mark Millar nos tiene acostumbrados a historias cortas, potentes y fáciles de leer, y rara vez nos falla. Después del agradable viaje de Starlight, Panini pone en las estanterías de las tiendas MPH, una historia de cinco números autoconclusiva que cumple los estándares del escritor que sus fans esperan en todas sus lecturas.
MPH es el nombre de una droga poco conocida que te convierte en un superheroe capaz de correr rompiendo la velocidad del sonido; una especie de suero de supersoldado desarrollado por gobiernos en la búsqueda de un arma humana definitiva que, de algún modo, ha conseguido abrirse camino hasta las calles de Detroit.
En ellas vive y negocia Roscoe, un camello del montón con el sueño de llegar a crear un imperio en el reino de los estupefacientes.
Algo sale mal y Roscoe acaba en la cárcel y allí se entera de que ha sido vendido y de que su mejor amigo da vueltas sobre su novia como un buitre en medio del desierto.
Cuando una de estas MPH cae en sus manos, salir de la cárcel se convierte en un juego de niños y a partir de ese momento empieza a vivir una nueva vida que sólo alguien con superpoderes y muchas ganas de quebrantar la ley podría llegar a vivir.
A partir de ahí es Roscoe & Cía contra el gobierno de los EEUU. Lo que por cuatro capítulos parece una historia planita, consigue cimentar e incluso llegar a sorprender a pocas páginas del final, y es entonces cuando te das cuenta de que la lectura ha valido la pena.
El tema del MPH y la falta de solidez en su explicación (si es que alguien quería alguna) puede llevar a equívoco y vender el álbum de forma engañosa. Desde luego, si buscas una base científica en el porqué de la ralentización del tiempo y sus posibilidades, tienes en manos la historia equivocada. Ahora bien, si das por sentada la ciencia y simplemente dejas que Millar te cuente una historia, verás que el álbum tiene una muy buena idea detrás, una de esas que te hace "olver a la primera página y pensar: "¡Ey! Empezaba con esto y no me había dado cuenta!”.
Sí, un intento de momento Nolan que, en el cómic, por poco que se intente, suele funcionar.
El arte de Duncan Fegredo es correcto. Prefiero su registro siniestro de HellBoy al clásico de cómic americano en algún punto entre Dave Gibbons y Bryan Hitch, pero hace su labor y cumple. La única queja viene con las escenas en las que el tiempo se para o se ralentiza que, al tratarse de un cómic, a veces cuesta entender que es eso lo que está ocurriendo. Tened en cuenta que en un dibujo todo está parado, habría venido bien un tono diferente en el entorno para que el lector se diera cuenta de que el protagonista destaca respecto a ello, por estar bajo los efectos del MPH o algo así. Pero bueno, nadie me pidió opinión en su momento y ahora ya no vale…
En cualquier caso, MPH es una lectura interesante. No es de las más cautivadoras dentro del catálogo de Millar, pero sí tiene un momento final que hace que todo haya valido la pena. Si has leído a Millar antes, seguramente ya tengas el ojo echado a MPH; si no, en este álbum encontrarás una historia interesante de un afamado autor que convierte en oro todo lo que toca.