Especial
¿Llevas el kit perfecto? La moda cambia, los conciertos no
Un crítico de rock del New York Post dijo que “el gran momento de los años sesenta” fue la interpretación de The Star Spangled Banner de Jimi Hendrix en el festival de Woodstock de 1969. Esa gran cita musical no solo supuso una épica concentración de músicos durante tres días frente a medio millón de personas, también sacó a la luz, para el gran público, la estética vinculada a los grandes conciertos.
Desde entonces, ir a ver un directo de rock o pop también incluye unos hábitos de moda y de consumo, rituales repetidos durante décadas por sucesivas generaciones, adaptados al momento y las tendencias que toca vivir. Del zapato plano, la minifalda y las gafas de sol redondas, pasaron a las cámaras digitales o las retransmisiones en Facebook Live de hace unos meses.
Quien se acerca a ver tocar a su grupo favorito, sabe lo que no le puede faltar en el bolsillo o el armario. Las décadas pasan, sigue la misma emoción al escuchar una balada en directo, pero los que encendían sus mecheros para acompañar los acordes ahora son abuelos. Sus nietos alumbran con la linterna de su teléfono móvil táctil.