'T2 Trainspotting', cómo reconvertir en icono su banda sonora

Ya podemos ver la secuela de Trainspotting, la película de Danny Boyle que marcó a toda una generación y de la que se cumplen 20 años. Desde su estreno, en 1996, su banda sonora se ha convertido en un verdadero icono, al igual que el mismo film.

Trainspotting no sería lo que es sin su música. El tema que a todos nos ronda por la cabeza cuando suena el título es Born slippy de Underworld, que en ese momento era un auténtico himno de la cultura de club. En un principio, el grupo no quería bajo ningún concepto prestar su música para el film, hartos de que se asociara con la apología de la violencia. Boyle les convenció al momento mostrándoles 15 minutos de metraje. Desde entonces, la relación entre ambos ha sido constante.

Ahora es Wolf Alice, grupo que podremos ver este verano en el Mad Cool Festival, los que toman el testigo con Silk, una canción que pretende convertirse en lo que consiguió su antecesora, con el hándicap de que el contexto social y político es completamente distinto. El batería del grupo opinó en una entrevista acerca de lo que debería ser esta banda sonora: "La cultura de club, tan importante en aquella época, ahora no existe. ¿A dónde vas si el Gobierno está cerrando todo? La música en directo y las sesiones de DJ tienen una entidad muy diferente ahora”.

El mundo ha cambiado, pero nosotros no tanto

Si Trainspotting trataba los sueños de juventud de una generación, su secuela se ubica en una atmósfera de desilusión y nostalgia. Lo mismo ocurre con su banda sonora, que se oscurece. Iggy Pop sigue presente desde el primer momento, el Lust For Life remezclada por The Prodigy. De igual manera, el círculo se cierra con el Slow Slippy de Underworld, alargando hasta el infinito la habitación de Renton. Donde se pinchaba heroína hace 20 años, ya sólo pincha vinilos.

Los clásicos no pasan de moda en la película. Toda una discoteca canta al unísono el Radio Ga Ga de Queen, Relax, de Frankie Goes to Hollywood suena durante una loca persecución en un parking, y no falta el Dreaming de Blondie.

Boyle lo tenía muy claro: “Queríamos que el paisaje sonoro de la película cubriera varias épocas. Por eso comienza con Lust for Life, después pasa por el punk y termina con britpop y música dance”. Se repite la fórmula, porque el mundo ha cambiado, pero nosotros no tanto.