Bruno Mars paseó por Madrid su candidatura al trono del pop
Más de 15.000 personas vieron en directo al artista en la capital
Su carisma, sus bailes y un batallón de canciones únicas iluminaron la noche
Este viernes la gira pasa por el Palau Sant Jordi de Barcelona
Aquí ocho razones por las que el de Madrid no fue un concierto más

No se anda con tonterías este Bruno Mars. Este lunes ante las más de 15.000 personas que abarrotaban el WiZink Center (Palacio de los Deportes) de Madrid, tanto en la apertura como el cierre del esperadísimo concierto de la superestrella hawaiana se desplegó un inmenso telón con una corona dorada en la que se podía leer MARS.
Esta es una historia de carisma, simpatía y fiesta con la que Peter Gene Hernández pasea por el mundo sus ganas de ser el siguiente en la línea sucesoria de la realeza musical, esa que ya ocuparon leyendas inolvidables como Prince, Michael Jackson, James Brown o Stevie Wonder. Porque eso es lo que busca Bruno Mars en cada directo: Que no te lo saques de la cabeza.
Aquí las ocho razones por las que lo que pasó en Madrid, más que un concierto fue una experiencia de esas que se vive en pocas ocasiones.
Muchas leyendas en una
Ya lo dije en su anterior visita a Madrid: Bruno es un muestrario de todas esas estrellas que nos han marcado en la música negra. Y tan huérfanos como hemos quedado (sobre todo tras la muerte de Prince el año pasado), es imposible no retratarlas a lo largo de la velada.
Mars sabe ser James Brown y lo demuestra en “Perm”, pero sobre todo al final de “Runaway Baby”, bailando y siendo el director de orquesta de una de las bandas que más se entregan en el escenario. Pero también canaliza al Michael Jackson más íntimo en “When I Was Your Man”, al Prince más sensual en “Versace on The Floor”; e incluso por la batidora pasa Sting, deudor claro de un “Locked Out Heaven” que podría haber brillado en la discografía de Police.
¿Es bueno tener estas constantes referencias a mano? Yo creo que es genial, y es parte del triunfo de Mars: Traerse al presente y honrar con mucho empeño sonidos e imágenes que, a penas con tres discos en su haber, le hacen sonar como un gran clásico. Porque ya nadie suena como los nombres que he mencionado ahí arriba, al menos no con tanta convicción, respeto y el carisma necesario.
Algo más que una voz
Anoche Bruno Mars volvió a demostrar que es un tipo capaz de aunar varios talentos: En el vocal ya sabemos que va sobrado, tal y como demuestra en “When I Was Your Man”, en una interpretación a piano y voz que despliega las linternas de los móviles de todo el público. Pero este chico también sabe bailar, como demuestra en puntos álgidos de la noche como “24K Magic”, segunda canción de la noche e impulso definitivo para que nadie se mantuviera sentado en las gradas.
Y atención: El artista aprovecha parte del repertorio para echarse la guitarra al hombro y colaborar con la banda. Lo hace en “Calling All My Lovelies”, para aportar al sonido sesentero de “Marry You” y en ese canto desesperado de amor llamado “Grenade”.
¿Quién dijo 90s?
El más reciente disco de Bruno Mars, 24K Magic, gran protagonista de la noche, está cimentado sobre ritmos de los 70, los 80, pero también hay una asociación a ese R&B noventero (y con un irremediable e incluso atractivo punto hortera) que lideraron en algún punto artistas como Bobby Brown, Babyface, R. Kelly o Luther Vandross.
La noche empezó con “Finesse” empeñando a Bruno y a su banda en enamorar desde el primer segundo con gorgoritos a la Boyz II Men. En esa misma onda suenan canciones como “Chunky”, “Straight Up & Down”, o la performance telefónica de Mars en “Calling All My Lovelies”, en la que Bruno insiste en llamar a una chica que no responde al teléfono a pesar (¿o a causa de?) de dejarle mensajes como “Te extraño mucho bonita, te amo”, que encienden a la fanaticada femenina del cantante, y logran arrancar una sonrisa.
La importancia de sonreír
Bruno Mars hace que merezca la pena pagar una entrada por su concierto. Su sonrisa constante y sus gestos de complicidad con la banda muestran que él y su pandilla disfrutan haciendo disfrutar. Siempre escucho a los artistas decir que hay que pasárselo bien sobre el escenario porque es la única forma de contagiar al público, y este tipo lo cumple con creces.
Ante la desidia de estrellas como Justin Bieber cuando suben a un escenario, yo solo veo a un grupo de amigos reír, bromear e incluso chapurrear el castellano. Y me lo paso tan bien que sólo puedo decirle “¡Toma mi dinero, Bruno!”.
Trabajar en chandal
Esa onda noventera y hortera viene presidida por el vestuario de Mars y su séquito: Chandal y zapatillas, además de complementos llamativos como gorras enormes de Gucci y cadenotas al cuello que hacen honor a los 24 kilates del título del disco.
Hay mucha inspiración en aquella verdad que salía de los barrios estadounidenses de finales de los 80 y principios de los 90. Aquellos donde el gran sueño de escalar posiciones sociales (¡Enséñame la pasta!) se traducía en cochazos, pibones y ropa molona. Estilismos que bien podrían estar firmados por Will Smith y su colega Jazz, y que a pesar de su extravagancia, forman parte de la pirotecnia visual del viaje de Mars.
La elección del telonero
Muchos pasáis de llegar pronto. De hecho, una buena parte de las gradas más caras del WiZink Center permanecía vacía pasadas las nueve de la noche, hora a la que daba inicio oficialmente la sesión. Además de echarles en cara a esa parte del público la irrespetuosa impuntualidad (poco vistas en el cine o el teatro), es que esos y muchos otros se perdieron el concierto previo al de Mars.
¿Y por qué era tan importante? Porque la elección de Anderson Paak como telonero era una parada más dentro de este recorrido por la música negra que nos montó Bruno Mars. Paak, californiano de raíces negras y coreanas, publicó el año pasado un disco salvaje que busca revitalizar el funk en una onda muy cercana al hip hop.
Ese trabajo obtuvo dos nominaciones al Grammy -entre ellas la de mejor artista revelación-, como él mismo reconoció tras contar que se trataba de su primera visita a Madrid. Reseñable tomando en cuenta su ímpetu, y la siempre venerable habilidad de poder cantar y tocar la batería a la vez, como hizo ayer en una buena parte de su concierto.
Al lío
Los conciertos siempre son complicados cuando te embarcas en una gira de este calibre. Y uno de los puntos más importantes es la duración y el setlist (el repertorio de canciones). En Madrid, Bruno Mars ofreció algo más de hora y media de show y 17 canciones, desde mi punto de vista una extensión ideal para hacerte salir de allí con ganas de ver más, y con la sensación de haber vivido algo irrepetible.
Si hay que sumar una crítica, sería el repaso excesivo de su nuevo trabajo, cuyas nueve canciones sonaron durante el concierto dejando fuera del repertorio otras joyas de su trayectoria, de sobra conocidas como “Gorilla”, “Young Girls”, “Count On Me” o “The Lazy Song”. Menos mal que sí pasó el corte “Just The Way You Are”, con la que Bruno sigue recordando cuando apenas era un autor de canciones con ambición de estrella mundial.


Terminar emocionando
Si os hiciera una gráfica emocional de este concierto, sería una montaña rusa en la que comenzamos muy alto, con estridencia sonora y visual; a medio camino descendemos para hacer una colección de baladas, en la que un tanga terminó colgado del micrófono de Bruno (felicidades a esa francotiradora de la ropa interior); y terminamos subiendo aún más alto con un increíble juego de luces, pantallas e incluso llamaradas.
En esta última fase es imposible no sudar tanto como Mars con una sucesión de estribillos que además desatan un mar de pantallas de móviles (¡delante de mi había un tipo haciendo un Facebook Live!). Para cuando suena “Uptown Funk” en los buses, las decenas de miles de personas allí presentes se creen negros merodeando por las esquinas del Bronx. Y lo fácil sería dejarlo ahí.
Pero no: Bruno Mars da un paso al frente, sube a una plataforma y se despide con la canción que cierra 24K Magic, la melancólica “Too Good To Say Goodbye”. Y no solo está bien traído por el título, es que te mete la mano en el corazón, te hace sentir especial y único, y te manda para casa con una satisfacción mayúscula. Justo eso es lo que todos queremos cuando pagamos por una entrada.
- Lista de canciones