Doce momentos en los que puedes llegar a ser un hater

No soportas que estén mejor que tú

Los haters (odiadores) están proliferando como las setas en las redes sociales y en nuestra vida diaria en general. Si hace un tiempo se decía que la “envidia es el deporte nacional” ahora parece que se ha convertido en la reina de todos.

Si crees que los que te rodean son lo peor, que tus amigos son unos frikis y que tú eres superior a todo lo que te rodea: eres todo un hater de manual.

Si cumples más de tres puntos de esta lista, háztelo mirar.

Si esa chica o ese chico tienen las medidas perfectas irás a por ellos. Los criticarás por superficiales, por mala gente o porque fomentan la anorexia. Cualquier excusa es buena para ocultar tu gusto por los dulces y el sofá.

¿Esfuerzo? ¡Seguro que se han operado!

El mundo está en tu contra y tú eres una pobre víctima. Tus estados en Facebook son redactados con resquemor y dolor hacia injusticias que sufres a diario en tus propias carnes, pese a que muchas de ellas las hayas provocado tú al meterte donde no te llaman.

Vives en pleno centro de tu ciudad y te la conoces como la palma de tu mano, pero que alguien te pregunte por una calle es todo un suplicio para ti.

Ante esta situación tienes dos opciones: o les vacilas y les indicas mal para que se pierdan, o bien les sueltas un borde “no sé donde está”.

Cuando ves una de esas fotos con frases sentimentales siempre piensas que son indirectas hacia ti.

“Las personas que intentan destruir los sueños de los demás son las que no pudieron conseguir los suyos”. ¿Cómo? ¿Me estás insultando?

Cuando miras a los bloqueados te das cuenta de que superan los 300 y apenas tienes 150 amigos. Preocúpate, no es lo normal.

Te encanta estar a solas y dejas clara tu postura en el transporte público. Si te sientas en el autobús, lo haces en el asiento del pasillo para que nadie se siente junto a ti y si puedes poner la mochila a tu lado, lo harás. ¡Que nadie se acerque!

En el metro irás más lejos aún. Cuando se vacíen los asientos de tu derecha te alejarás de la persona que está a tu lado como si tuviese lepra. Y le mirarás con desafío. ¡Ni me toques!

Aunque sabes que muchas veces los famosos no gestionan sus cuentas en las redes sociales, te da igual, llenas sus publicaciones de críticas e insultos porque no los soportas.

Realmente no los conoces, pero sientes que son parte de tu vida y nada te hará cambiar tu opinión de que son igual que en la tele.

Discutir es lo tuyo y te encanta encontrar una buena gresca donde lucirte. Te da igual si están hablando sobre política o las Kardashian, te lanzas a la piscina y vas contracorriente.

Cuando tus detractores (todos) te indican tu falta de argumentos los bloqueas y punto. A ti no te lleva la contraria nadie.

¿Por qué tengo yo que soportar las fotos de niños gateando llenos de babas? ¿Tengo que aguantar esos perros cursis a todas horas en mi time line?

Reconócelo, te incomoda que ellos sean naturales y tú tengas que invertir hasta 3 horas en hacerte una selfie. Envidias la ternura que despiertan y lo sabes.

A menudo odias a tus followers y piensas que son todos unos frikis de manual. Es por eso que tu icono favorito es el no me gusta y lo utilizas hasta cuando te dicen que estás “guapísimo” en una foto.

Según la Ley de Godwin: "A medida que una discusión online se alarga, la probabilidad de que aparezca una comparación en la que se mencione a Hitler o a los nazis tiende a uno".

Te da igual que la otra persona colabore en una ONG y sea más pacífico que el Dalai Lama, si no te da la razón es un Hitler.

Te metes a comentar cualquier polémica en las redes aunque no tenga nada que ver contigo. A ti te da igual, lo que importa es una buena gresca.

Ya lo sabes el mundo no conspira en tu contra y es la amargura que destilas lo que provoca que nadie te aguante.

Ha llegado la hora de que cambies o serás el hater de tu grupo de amigos, si es que los conservas…