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Andrés Suárez: “En este país dices que eres cantautor y te miran con cara rara pero Ed Sheeran también lo es”
¿Qué pasa?
Desde una ventana Andrés Suárez se asoma para hacernos sentir, pensar y disfrutar de la palabra y las sensaciones. Sí, es un cantautor y, a mucha honra, porque como él mismo dice, también lo es Ed Sheeran y nadie le mira con cara rara.
Charlar con él es uno de esos placeres de la vida comparables a ver un atardecer en silencio, saborear un buen vino, sumergirse en un buen libro o reencontrarse con un viejo amigo. Te deja una sensación aletargada del que ha pasado un momento especial sin saber cómo ni esperarlo.
Andrés ha vivido con intensidad la noche, ahora prefiere el día y ambas etapas las ha llenado de música y canciones con historias cargadas de pasión y verdad.
La misma que respira su primer libro en el que nos explica la intrahistoria de sus canciones y acoge la de colegas suyos como Rozalén, Álvaro Urquijo, Santi Balmes, Nach o Carles Francino, entre otros, que han sentido sus canciones.
Tu primer libro ha sido un éxito, ¿qué te hace sentir eso?
Es una barbaridad. Creo que vivimos en un país donde no llenamos librerías, precisamente. Cuando saco un libro con el vértigo y miedo que supone y me dicen que se agota la primera edición de 10.000 ejemplares antes de salir a la venta, es acojonante, con perdón. Es alucinante.
Una canción tiene muchas limitaciones. Ahora tenías un folio en blanco, ¿es más fácil o al contrario?
Es más difícil, muchísimo más. Yo que soy gallego creo en las meigas pero a veces uno llega al hotel con un vino de más y escribe 10 canciones. A mí me ha pasado. Yo he estado seis meses sin ser capaz de escribir tres frases y tener incluso ataques de ansiedad de pensar que ya no podía escribir y, de repente, en un hotel, te sale un disco entero con un albariño, del tirón y sin tachar una palabra.
Otra cosa muy distinta es levantarte a las 7 con un café y no moverte de la mesa hasta tener 5 hojas escritas y con determinada calidad que lo haga publicable. Cómo cambia el cuento.
Sobre todo porque tanta disciplina en un músico no es lo más habitual, ¿no?
Absolutamente. Yo vengo de estar un año entero en casa, que ya me subía por las paredes, porque decidí estar un año sin subirme al escenario. Y paso de eso a estar en 25 ciudades en un mes, a cuatro hoteles por semana y ¿quién entiende eso? Es un caos absoluto. Esa disciplina es compleja de encontrar. Aparte de que todo lo que canto sucedió y recordé momentos muy duros como el alzheimer de mi abuelo o una separación. Cosas que creí haber olvidado y no fue así.
Es un libro muy personal, tiene fotos de mis mejores amigos, mi familia… me cayó una bronca increíble porque ellos no lo sabían.
Después de leerlo todo seguido (lo que creo que es un error porque pierdes muchos matices) la primera palabra que me ha venido a la cabeza es intensidad, ¿te consideras una persona intensa en tu día a día?
A mí Walt Disney me hizo mucho daño, no sé si es que soy muy cantautor… no sé si fue Sabina el que dijo ‘al besar como beso, amar como amo y sentir como siento, es normal salir repleto de cicatrices’. Esa frase me marcó y así soy. No sé vivir, ni sentir de otra manera, aunque tampoco quisiera ser de otra manera.
Si en las canciones te vacías, en el libro no te has quedado corto, ¿te has sentido vulnerable al ir más allá de tus canciones?
Cuando uno termina un concierto se siente absolutamente vacío y hay gente que no lo entiende porque se quedan en el grito, el aplauso, el éxito… pero tú te vas al hotel y hay un silencio, una soledad y a ratos un dolor, apabullante y desgarrador. Esto fue lo mismo.
Esto fue encontrarme fotos de mis abuelos, de mis hermanos, de ella, una ilustración de Marta Bellvehí de unos ojos rasgados llorando… y una vez escrito y enviado hay una sensación de vacío, de soledad, casi de hundimiento, en primer lugar por haber contado la verdad y haberla regalado a tanta gente de forma que la historia deja de ser tuya.
Tal vez lo que me sucedió en algunos capítulos es que pude decir el adiós escrito que en persona no me atreví o no surgió.
Escribir un libro como este no deja de ser un mirar al pasado, ¿cómo ha sido el balance?
Hace poco vi en un medio que decían que yo era una persona que había sufrido demasiado y eso es mentira. Soy una persona afortunada que cuenta con una familia que siempre le apoyó. Mis padres cuando me fui a Madrid no me dijeron que me cortara el pelo y me buscara un trabajo sino ‘a por ellos que tú puedes’.
Me levanto por la mañana y tengo trabajo que hoy en día, en este país, parece un milagro y encima amo lo que hago, ¿qué más puedo pedir? Que me dejen como estoy, por favor.
En esta evolución ha habido constantes. Una de ellas, sin duda, es el amor en su lado positivo y negativo, ¿cuál marca más?
El héroe de este siglo es el padre o la madre que tiene tres hijos y va a buscarles al colegio y no llega a fin de mes y es capaz de reírse de sí mismo.
Con esto quiero decir que escribirle al dolor es facilísimo. Cuando pierdes al póker, cuando te dejan, cuando está con otra en la cama, cuando la vida no deja de azotarte… es facilísimo escribir canciones en la soledad de un whisky doble y la persiana bajada en tu casa y considerar que la vida es horrible y te castigó…eso es fácil, lo difícil es cantarle al humor.
Las canciones que más han marcado mi obra son las tristes y melancólicas y las que me han hecho una herida y una cicatriz. La cicatriz de una canción es para siempre. Hay canciones dolorosamente geniales para toda la vida.
Es decir, que las canciones que más te han costado son las que están compuestas desde el optimismo y la alegría…
Absolutamente. Ahora estoy en un momento muy diurno, no voy a bares, vivo en la sierra de Madrid paseando con mis perros, con un estudio de grabación en casa trabajando todo el día. Una etapa personal y profesional muy luminosa.
Fui muy criticado en mis anteriores discos por tanta melancolía, tristeza, depresión… Pasé por esa etapa, un desamor, y lo describí pero otro disco más así y no me aguantaba ni yo.
Corazón me arde, de mi último disco, fue un canto al amor, a la vida, al sexo… eso existe y sucede y por qué no cantarlo.
¿Eres un idealista del amor (como buen consumidor de Disney) o has logrado convertirte en un realista del amor?
No, yo creo que siempre lo perseguiré. En mi obsesión trato de alcanzarlo, de palparlo, de hacerlo tangible. Soy un idealista del amor y por eso hago canciones. Jamás llegaremos a alcanzarlo del todo y de ahí esa constante búsqueda.
También hay amor de familia. Hablas de tus abuelos con mucha ternura, ¿qué representaron en tu vida?
Mi abuelo tenía alzheimer y el recuerdo que tengo de él es de hablarme 10 veces de lo mismo, preguntarme siempre lo mismo pero cantarme todos los días boleros y tangos, canciones de Los Panchos y de José Alfredo Jiménez. Mi abuelo lo olvidó todo salvo aquellas letras que con un cuarto de pulmón le cantaba a su nieto y hacía que la pared vibrase. Yo de mayor quería ser pared vibrante por mi abuelo.
Todavía me gusta mucho cantar su historia en Rosa y Manuel y la gente llora y se emociona porque al final todos pasamos por eso.
Pero tu infancia fue muy feliz, ¿no?
Nací en Ferrol y a los tres años me voy a Pantín, una aldea, y a mucha honra. Tenía 30 habitantes y una playa kilométrica para hacer surf y guitarras y pianos. Esa fue mi infancia, y caballos salvajes y una montaña donde correr con mis padres y ser sumamente feliz. Fue una infancia muy feliz y por eso tal vez estoy obsesionado con esa etapa de mi vida.
Otra de las constantes es el mar. ¿Cómo se habitúa un gallego a Madrid?
Al principio me costó. Cuando llego a Madrid empiezo a cantar en el metro y en otros lugares antes del Libertad 8. Pasaron unos años en los que no lo pasé bien. Tenía ataques de ansiedad que no entendía, pensé que serían fruto de las noches intensas que estaba viviendo pero no sabía qué estaba pasando. Resulta que era el mar.
No había estado más de dos meses sin ver el mar. Notaba la piel seca, un cambio de humor absoluto y notaba que algo no iba bien y era la ausencia del mar.
Mi jardín de infancia era la arena. Con Madrid estoy muy agradecido, le debo todo, pero soy de donde soy. La falta del mar me generaba una enfermedad física que no entendía y que tuve que tratar. Ahora lo voy llevando mejor pero sueño que el final de mis días los pasaré en mi costa.
También hay mucha noche en este libro y tengo entendido que en eso también ha habido una evolución. ¿Qué te ha dado la noche y qué te ha quitado?
No quiero adoctrinar a nadie ni ser patrón de ningún barco demagógico y es algo en lo que la gente me cataloga porque ahora hablo del día y no la noche... Yo hablo de la libertad, cada uno que haga lo que le dé la gana, cada uno que viva la droga, la noche, el bar, el Libertad, Madrid… y sobre todo el Madrid de antes en el que un lunes había 55 salas donde ir a ver conciertos que, por desgracia, empezaron a cerrarlos.
Era una revolución artística y sexual y social, incluso, que ya no la hay. La viví tan intensamente que me sacié y lo viví de tal modo que ya me estaba costando la salud y dejé de escribir canciones porque pesaban las ojeras.
Me alejé de aquel piso de Lavapiés en el que vivía y me vine a la sierra. Era un cambio necesario para mí, no quiero adoctrinar a nadie ni decir que de día se vive mejor y la noche es una mierda porque no es verdad. La noche me ha brindado muchísimas cosas.
Yo viví 6 años en Libertad 8. Entré un día y salí 6 años después. Vivía en la barra, Julián me dejó cantar y lo viví como todos los cantautores de este país que han salido de allí. Te brinda muchísimas historias. Recuerdo muchas risas y muchas resacas de aquella época pero son etapas de la vida.
Sí, pero hay que reconocer que la noche da muchas historias. Ahora que vives de día, ¿de dónde salen?
En esta etapa diurna me estoy enterando de todo, ¿sabes lo alucinante que es eso? Hacer una canción porque la cajera de un supermercado le guiña el ojo a un hombre que ya no va con su mujer y surge una historia de amor. Me estoy enterando de todo. Salir con los perros por la mañana donde ves una escena de dos ancianos todavía de la mano y queriéndose, eso es alucinante. Ahí hay canción. Creo que las canciones están ahí y me dejo querer.
Eres un gallego que ha vivido el sur, ¿corazón dividido o dueño de una parte?
A mí me han echado la bronca los propios gallegos diciendo que por qué hablaba tanto de Andalucía, una bronca absoluta. Ni tengo familia ni tengo un pasado en otra vida en Andalucía pero llegar a Cádiz hace unos 15 años para ir a un certamen y perder el tren tres días y despertarme en la caleta completamente enamorado viendo bailar flamenco por primera vez, eso, cambia la vida. O conocer a alguien en un café, el Alameda de Sevilla, que se ponga a llover en abril y te enamores de un amor eterno de una noche que dura 5 horas, eso es para siempre.
Ni gallego ni andaluz, tú eres un poco ciudadano del mundo porque Latinoamérica también te ha dado mucho, ¿no?
Es un lugar increíble, donde creo que tengo que seguir viajando, nos quieren con locura. ‘Al lugar donde has sido feliz, sí debieras volver’, ahí difiero con Sabina, es en lo único en lo que le llevo la contraria.
Yo aterrizo en el DF hace unos 10 años y según aterrizo lo primero que me dicen es ‘¿español? Serrat, Sabina, Víctor Manuel, Pedro Guerra… hostia, ¿dónde estoy?’.
¿Por qué uno tiene que hacer 12 horas de avión para ver cómo aman tanto la música de su país y los autores de su país?
No seamos hipócritas. En este país dices que eres cantautor y te miran con cara rara, ‘qué coñazo, un cantautor que ya viene triste y va a maldecir a las mujeres’.
No, perdóname, Robe Iniesta, Iván Ferreiro… Ed Sheeran es un cantautor y hace que un pabellón se ponga a saltar. Un cantautor es un tío que hace música y letra, nada más. Veo que en Latinoamérica son idolatrados y no debería, por lógica, dejar de viajar a ese lugar.
Dejas claro en varias ocasiones que no crees en Dios, ¿en qué crees?
Creo en esta conversación, el concierto que daré dentro de unos días en Murcia, en una buena charla, un buen vino, en mi tierra, en los míos, en mi guitarra…
En cosas tangibles…
Creo en el trabajo y la palabra. En lugar de marcharme a algún sitio remoto de Júpiter o Saturno y hablar de dioses y credos prefiero creer que las cosas te van a ir bien porque te lo has trabajado, no por intervención divina. Las meigas sí, pero lo justo.
El libro es tuyo pero compartido con otros músicos que han hablado de tus canciones, ¿cómo fue leer sus textos?
Hay periodistas, músicos… gente a la que admiro, a la que quiero… Me encantó porque me demostró que la canción es del que la escucha, no del que la canta.
Hablaba con ellos porque no entendía que hablaran de ciertas cosas cuando se referían a una de mis canciones y me explicaban que para ellos era así y eso me encantó. Cada uno tiene una visión de una misma canción. Mejoraron el libro.
Ya has anunciado una segunda fecha en el Circo Price este enero, ¿cómo se asimila tanto cariño?
A mí me cuesta porque aunque no me creas soy tímido. Entonces cuando uno sale a la calle y le brindan tanto cariño en la calle, en el mercado de Torrelodones, o en el Price…uno se acojona un poco.
He saboreado el fracaso y qué bien me vino. Cuando has cantado en el metro te das cuenta de que la gente tiene mucha prisa y que no se para para echarte una moneda, una mirada o un guiño. Ahora las cosas van de maravilla pero antes fueron regular y sé lo que es cantar para el camarero de un local y tres personas más y por eso ahora valoro tanto que los teatros estén llenos. Acojona porque tengo que estar a la altura de tanto cariño.
Cristina Zavala
Periodista enamorada de todo el entretenimiento. Enganchada a la tele, los libros, los últimos lanzamientos...