Estas fueron las propuestas más frikis de Eurovisión
Duele hasta decirlo, pero en el festival de Eurovisión se ha colado algún que otro personajazo. Eso sí, nos encanta recordarlos con una sonrisa

Para un momento, ¿Frikis en Eurovisión? ¡Pero qué cruel designio divino nos aguarda si un certamen de la talla y la categoría moral de Eurovisión se ve emponzoñado por la presencia de bufones cuyo único cometido vital es desprestigiar un honorífico espectáculo plagado de talento!
¿Dónde quedan esas viejas baladas alegres interpretadas por un dúo bien peinadito, paradigma del buen gusto y la sofisticación?
Este párrafo anterior está escrito por una persona atemporal, de buenas costumbres, aferrado al “antes todo era mejor” y a un indignadísimo discurso eurovisivo a la que me he topado en la calle, me ha arrebatado el portátil y se ha puesto a escribir como un loco ante mi absoluta perplejidad. Y oye, ya aprovechamos ese reprix tan bueno que ha mostrado para enlazarlo con un artículo decente sobre las indecencias que ha albergado Eurovisión. Que alguna ha habido, no nos vamos a engañar.
LOS40
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No nos atrevemos a datar el momento exacto en el que el festival, a fuerza de querer renovarse, y para luchar contra la lacra de la percepción de casposidad que empezaba a surgir entre el personal, consideró oportuno incluir actuaciones más cercanas a la performance humorística, sin preocuparse tanto de la técnica y centrándose en algo que tiene que ser esencial para el buen seguidor eurovisivo: la mirada irónico-sarcástica. Confirmado, seguir Eurovisión desde una pose de impertérrita seriedad catecúmena es un poco coñazo. Al menos, vamos a reírnos un poco, que hay mimbres para la comedia. Y más brilli brilli, leches.
DUSTIN THE TURKEY. Se cuenta que un grupo de irlandeses tuvo un momento de lucidez epifánica en el interceso entre pinta y pinta para dar con la tecla eurovisiva. ¿Y por qué no llevamos un pavo? Total, no vamos a ganar. Dicho y hecho. Ganar ganaron, pero el odio de todo un continente y estar cerca de declararse una guerra bacteriológica que convirtiera en un infierno toda travesía de Galway a Cork. La cosa quedó en nada, básicamente porque alguna risa sí se nos escapó al resto, y eso quieras que no acolcha bastante el ímpetu.
RODOLFO CHIKILICUATRE. Pronto empezamos a incluir grandes referentes patrios. Pero es que lo del chiki chiki pasó de ser una broma a convertirse en un fenómeno muy serio. Que casi han pasado diez años y todavía te sabes casi toda la letra, bribón. Mira la que se sonríe ahí en el fondo de la sala. Tú tampoco te libras, ¿eh? Es que el chiki chiki mola mogollón. O eso dicen las lyrics.
ALF POIER. Este austriaco de apellido muy dado al jijiji de fondo se plantó en 2003 sobre el escenario con las agallas infladas y cero resentimiento para cantar una canción que nadie entendió jamás, ni falta que hace. Que tiene el mejor coro de la historia del certamen es una realidad tangible. Que parece que desayunó fuerte ese día y está bailando hiperactivo como si Milhouse se hubiera metido una sobredosis de Fressy-suisse, también.
BURANOVSKIYE BABUSHKI. En 2012 Rusia hizo saltar la banca llevando a unas entrañables yayas más marchosas que unas maracas rellenas de chinches y las pusieron a hacer pan en un improvisado horno de piedra. Si eso no sirve para ganar Eurovisión yo ya no sé. Y vaya, se quedaron a las puertas de paladear las mieles del éxito. Un segundo puesto que nos puede inspirar para intentar desarrollar nosotros una idea similar, a ser posible con una señora del anuncio de la fabada. Abstenerse Supremas de Móstoles. Ya no estáis en la crema.
SCOOCH. Reino Unido suele estar chinado en Eurovisión. Que mira que es cantera para músicos de todas las ramas, pero no consiguen desencriptar los misterios del festival por antonomasia de la canción ligera. Y como no le pillan el truco, han decidido saltarse todo por la tangente y montar coreografías donde juntar Aterriza como puedas 33 ⅓ con el Barbie Girl de Acqua. Este vuelo sin motor y sin frenos quedó vigésimo tercero, y mucho nos parece.
RAMBO AMADEUS. Premio al mejor nombre compuesto en Eurovisión no hay, que si no se lo llevaría este apuesto señor. Es la mezcla perfecta entre ambos. El pelo es más de Rambo y la capacidad rítmica de Mozart. Lo de empezar una canción en este festival con la palabra EUROESCÉPTICO es de tenerlos cuadrados. Lo de intentar un supuesto rap arrítmico es de leyendas. Larga vida al Rambo moldavo.
LORDI. Finlandia ganó en 2006 gracias a esta canción, que tiraba por tierra esa teoría tan difundida de que solo ganan el certamen baladas o canciones bailongas. Toma chute de orcos fineses. Era todo tan fuera de lugar que tenían que ganar a la fuerza. Lo de matar a los presentadores y beberse su cerebro licuado ya pudo ser la repanocha, pero se quedó en nada por los nervios del directo.
SAMEACH. Año 2000. Israel quería conflicto armado, un poco de bulla internacional, pero nadie se fijaba demasiado. Como trampa final mandaron a esta panda que canta como si fueran las mismísimas Flos Mariae una canción que se llama Pingpong. A ver con qué cuerpo despides el siglo con semejante despropósito rítmico.
GUIDO HORN. Algunas crónicas comentan que este tipo fue el friki primigenio, el que abrió camino al resto, el que demostró que Eurovisión mola un poco más con sus gotitas excéntricas. Fue en 1998, y los alemanes mostraban al mundo el camino. Con esto y con el vino caliente.
GIPSY .CZ. Y no podemos despedirnos de este compendio de purpurina sin este alegre bandolero. Supergitano se hace llamar, aunque su traje ya da muchas pistas. Pese a lo voluntarioso y a la complicadísima coreografía que se marca, en el certamen se comió los mocos. No todos los superhéroes llevan capa. Pero él sí.












