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Gaspar Noé: “La censura ya no puede detener a una película”
Estrena Climax y hablamos con él de prohibición, cine transgresor o la escena de baile parisina
En Irreversible filmó la que puede que sea la escena de violación más dura que se ha visto en un cine con Mónica Bellucci, en Love llevó a las salas de cine comercial una eyaculación masculina en tres dimensiones, en Enter the void se involucró hasta límites peligrosos con la yakuza japonesa en la ciudad de Tokio y ahora, con Climax, nos enseña la escena de baile parisina pasada de LSD y tocando todos los tabús imaginables.
Porque sí, la nueva película de Gaspar Noé habla sobre un grupo de bailarines que, encerrados en una escuela en la que ensayan, experimentan un mal viaje alucinógeno pero también toca de refilón muchísimos otros temas que no suelen ser tema de conversación en la mesa. Es marca de la casa. Al igual que un guion prácticamente inexistente y un rodaje prácticamente improvisado que no se extendió más allá de dos semanas.
Ambientada durante su hora y media con la música electrónica más puntera de los últimos treinta años, de Giorgio Moróder a Daft Punk, la película presenta a más de veinte bailarines en increíbles planos secuencia con los que el espectador prácticamente puede vivir lo que se está palpando entre las cuatro paredes en las que se desarrolla la película.
Climax llega a los cines con el beneplácito del Festival de Sitges en donde ha recibido el premio Meliès de oro de 2018 a la mejor película fantástica europea del año. Aprovechando una parada de su gira promocional de uno de los directores más interesantes de la última década charlamos con él en Madrid.
Climax empieza remarcando que está basada en hechos reales, ¿cuáles son?
Es un asunto de un grupo pasado de drogas del que nunca se supo quién lo había provocado. El asunto es que si haces cualquier cosa basada en un hecho real en el momento en el que te alejas un poco te lo pueden reprochar. Por eso decidí no citar exactamente el hecho, lo nombres ni el lugar exactamente.
Cuando haces una película casi improvisada con un grupo de bailarines, que no son actores, no podía yo meterles diálogos exactos.
Hablando de improvisación, ¿es cierto que la película tiene dos páginas de guion?
Al final de la película no, pero la escritura de la película si fueron dos páginas. Con la sinopsis, la columna vertebral de la historia, fueron tres.
Es tu primera película que un menor, en Estados Unidos, va a poder ver aunque sea acompañado.
Sí, en Estados Unidos porque en Francia o aquí ya podían verlas. En Estados Unidos hay una clasificación que es NC17, pero también existe la clasificación Unrated que indica que los menores directamente no pueden acceder a la sala. Los distribuidores americanos pidieron una clasificación y como no hay sexo explícito, ni desnudos (y mientras no haya desnudez todo bien) me dieron una clasificación R que significa que cualquier menor acompañado va a poder ver la película.
La verdad es que no sé si la película es... (se ríe). La verdad es que si haces una película que luego pongan en cualquier plataforma como Netflix todos los chicos de ocho o nueve años están apretando el botón para verla. Lo que era la clasificación y la censura antes ya no funcionan más, el mundo ha cambiado tanto... Es imposible detener una película o una imagen.
No resulta un poco hipócrita ese trato para una película en la que, de acuerdo, igual no hay sexo explícito pero sí una violencia que la vertebra desde el principio hasta el final.
Sí, pero ese no es el problema. Hoy en día lo que más miedo le da a la sociedad es el sexo. Revistas como Playboy, Lui o Interviú ya no existen más. Ahora abres una revista y ves anuncios de perfumes, relojes o ropa cara y se admiten las imágenes de violencia extrema. Y ya. El mundo está más plastificado ahora que antes. Me gustaba mucho más ir a un kiosco de prensa en los años 70, 80 o 90 que hoy en día.
Mira, anoche estaba en el hotel y pasaban una película de Jess Franco. Hoy ese cine sería imposible de hacer. La película era rebestia pero si alguien quiere ver imágenes de índole sensual tiene que ir a rebuscar revistas viejas a El Rastro.
Es extraña la autocensura impuesta por fenómenos como el poder mostrar cuerpos desmembrados en Instagram pero en el momento en el que una chica enseña un pezón, que es la fuente de vida de cualquier niño y al que tendrían que hacer monumentos en todas partes, te cierran la cuenta.
¿Cómo entras en contacto con la escena del voguing en París?
La primera vez que fui a una fiesta de voguing fue a finales de noviembre del año pasado y me invitó una de las bailarinas, que se llama Lea, a la que había conocido haciendo una publicidad. Fui y en realidad ya conocía a Kiddy Smile, quien interpreta a Daddy en la película. La temática era África, era divertidísimo, la gente gritaba y bailaba, y yo pensé que aquello era una locura de energía. Ahí fue cuando empecé a pensar que quería hacer una película, documental o de ficción, de esos bailarines. Empecé a buscar a otros bailarines de danzas urbanas cercanas como el krump, el electro o el wasi, y en un mes había formado un grupo que era de tres o cuatro escuelas diferentes.
Los presenté, se llevaron muy bien entre ellos y al mes la película se hizo de una manera muy espontánea. Fue una alineación planetaria en el mejor momento pues no hubo ninguna pelea durante la filmación, ni con los productores ni el equipo técnico...
No hubo tiempo a que los hubiera con un rodaje tan corto...
No, pero siempre hay drama y esta fue la primera vez en mi vida en la que no tuve ningún drama durante la filmación ni durante la postproducción.
La película, de hecho, recuerda mucho a un documental en algunos momentos.
Sí, aunque la parte que son unos tests de cásting los añadimos casi al final. Inicialmente yo pensé en que la película fueran dos planos secuencia de 45 minutos. El antes y el después. La realidad es que la filmación te va trayendo nuevas ideas y al final las llevas a cabo.
El elenco, a excepción de Sofía Boutella, es totalmente desconocido.
Sí, ella era la reina del hip hop en Francia y hasta se fue a trabajar con Madonna. Al resto los escogí por sus talentos de bailarín y salvo unos chicos que ya habían bailado juntos en espectáculos la mayor parte ni siquiera se conocían. Muchos tampoco eran bailarines profesionales y acuden a eventos de baile por el placer de bailar. No lo hacen por el dinero y tienen otros trabajos a la vez.
La banda sonora es una selección brutal de música electrónica de los últimos treinta años, ¿cómo la confeccionaste?
Agregué muchas músicas cuyos derechos nunca llegamos a obtener y el supervisor musical de la película me aconsejó algunos temas que yo no conocía. Así, de repente, a medida que avanzaba la filmación teníamos que cerrar los contratos con las casas de discos porque una vez grabas a la gente bailando una música no la puedes remplazar ya por otra.
Clímax de Gaspar Noé se estrena el 11 de octubre en cines seleccionados de toda España.