Especial
Vuelve la nostalgia por el cassette. Pero, ¿para quedarse?
Analizamos si la música en streaming ha matado a los formatos clásicos
Un famoso hit del grupo británico The Buggles pronosticaba en 1979 que el vídeo mataría a las estrellas de la radio. Casi 40 años más tarde, el éxito podría adaptarse, y afirmar sin miedo a equivocarnos que la música en streaming ha matado a los formatos clásicos. Ahora quien pide paso es la cinta de cassette. Esto se refleja en el insólito aumento del 35% en ventas que tuvo en el último año en EEUU, según Nielsen Music. Los cassettes, la forma más popular de escuchar música durante los 80 y los 90, ha sido sustituido por la música digital. Pero como casi todo, se está abriendo paso una segunda oportunidad para el formato, aducido por la fiebre vintage en la que también se han recuperado las polaroids y los vinilos.
El cassette nació a mediados de los 60, fruto de una necesidad por grabar y transportar audio en un formato más pequeño y cómodo que los ya existentes, especialmente el magnetófono. Su funcionamiento es básico: una carcasa de plástico que contiene dos carretes por los que pasa una cinta magnética, a una velocidad promedio de 4,76 centímetros por segundo; al igual que los vinilos, con dos caras (A y B). Tras algunas mejoras, comenzaron a utilizarse para vender música en masa. El boom se dio en los 80, tras la creación de los afamados Walkman, de Sony. El CD fue su remplazo al iniciar la década de los 90. El formato de disco compacto se volvió del agrado del consumidor, debido a la mejora en el sonido. Era igual de barato, pero su rango dinámico era mayor. Entre el punto más bajo y el más alto, un cassette llegaba a los 60 db; mientras que un CD a los 96.
“La gente prefiere una peor calidad de sonido por nostalgia”. Así de tajante se refiere el neerlandés Lou Ottens , padre del cassette, que también acabaría cavando su tumba inventando años más tarde el compact disc. e formato, el compact disc. En una reciente película, Cassette: A Documentary Mixtape, Ottens revive ese magnífico ritual que consistía en compilar música para otras personas: la mixtape, ese momento mágico cuando debías pulsar dos botones, grabar y reproducir, permitiéndote grabar lo que quisieras: canciones para tu pareja, éxitos potenciales para tu futuro contrato discográfico y ese track de la radio que no sabías quién cantaba, pero que necesitabas en tu vida. El cassette compacto, como se le conoce oficialmente, ayudó a democratizar el acceso a la grabación de la música en la década de los 70 y los 80. No todos contaban con el presupuesto para entrar a un estudio de sonido y sacar vinilos, mientras que la grabadora portátil permitió que quién así lo quisiera pudiera guardar registro de sus canciones. Esto resultó especialmente relevante para las primeras bandas punk y rock independientes de EEUU.
El coleccionismo, instalado en nuestra sociedad especialmente desde hace unos años, ha llevado incluso hasta la creación del Cassette Store Day, una copia a mucho menor escala del Record Store Day dedicado al vinilo que se realiza en el mundo anglosajón, que se celebra desde 2013 y cada vez más países lo adaptan. En esta cita anual que se celebra en otoño, cada vez más artistas lanzan sus álbumes en este formato. En la primera, destacaron The Flaming Lips, con The Terror. Ya para el 2015 la celebración llegó a un punto altísimo, cuando bandas de renombre y gran alcance comercial se unieron a la iniciativa; Green Day reeditó su consagrado material Dookie; Foals se atrevió con su éxito What Went Down; y Muse lo cerró con Drones. Este año, Back in Black de AC/DC es la gran apuesta por relanzar este formato. La venta de segunda mano y los mercadillos también revitalizan el mercado de cassettes. Los coleccionistas de ahora se afanan en conseguir las referencias clásicas que se le perdieron en su época. Kanyen West, Nirvana o Eminem se buscan especialmente.
En total se vendieron 174.000 copias, superando los 129.000 del año anterior, pero aún muy lejos de los 14,3 millones del vinilo en el mismo año. Es normal que el cassette tenga su revival, pero es difícil que llegue al nivel de un artículo de colección. Uno de sus mayores problemas es que no tiene la carga electromagnética, sino que esta se le impregna. Con el paso del tiempo, se va diluyendo y se va perdiendo el sonido. Aunque se guarde una cinta en el lugar más seguro del mundo, aún existe la posibilidad de que se borre el audio.