35 años sin Roy Orbison, mucho más que el autor de ‘Oh, Pretty Woman’
Repasamos su trayectoria a modo de homenaje en esta señalada fecha
Algunas efemérides no requieren mayor reverencia. Probablemente no conviene hacer fastos al Día Internacional del W.C. O al Día Nacional de los Calcetines Perdidos (apunten en sus calendarios el 9 de mayo, todo sea dicho). En cambio, otras requieren odas, halagos, recuerdo, festejos, pólvora y colorido.
Bueno, quizá colorido no tanto en la que nos ocupa. Porque el viejo Roy Orbison era otro hombre de negro. Siguiendo en parte los dictámenes estéticos de su amigo Johnny Cash, pero añadiéndole un extra en forma de gafas oscuras. Sempiternamente agarradas a su nariz y sus orejas. Cubriendo sus ojos de forma perenne. Tanto, que sus allegados cuentan que no se las quitaba ni para dormir. Tanto, que muchos se planteaban si en realidad era ciego. Aunque en realidad el problema no fuera más que una graduación importante de varias dioptrías.
Érase un hombre a unas gafas pegado, rebosante de elegancia aunque su físico no fuera comparable al de otras estrellas de la época. Érase un hombre que ha servido para perpetuar el arquetipo de perdedor romántico. Ese que se maneja a las mil maravillas en el claroscuro, cantando con su voz plagada de emoción al candor de una hoguera. Con perpetuo gesto de preocupación, muestra visible para el mundo ahí fuera de una existencia plagada de drama, enamoramientos y soledad. Un ceño fruncido que casi decía tanto como las composiciones que hacía vibrar en el aire sus privilegiadas cuerdas vocales. Esa voz granítica y poderosa que de vez en cuando se dejaba seducir por los falsetes. Esa fachada dura levantada a base de enigmas que, al resquebrajarse, deja salir a borbotones la emoción.
Su carrera musical bebe de muy diversas fuentes. Sus primeros pasos fueron de la mano del Rockabilly, género bailable y fiestero muy en boga en los cincuenta. Su primer gran éxito data de 1956, y lleva por nombre Ooby Dooby. Un alegato formal enérgico en toda regla. Un aquí estoy yo y he llegado para quedarme de manual.
El intento por subirse al tren de los aledaños de esta vertiente rockera no acabó de funcionar para Orbison, pese a la calidad mostrada, ya que intentaba calcar sin éxito a otros genios de la época como Elvis Presley o Carl Perkins, compañeros suyos en la discográfica de éxito Sun Records. Pero el joven Roy no estaba hecho de esa pasta. Su historia maridaba mucho mejor con los tiempos lentos, dejando de un lado el frenesí y adoptando una pose más calmada y desde luego mucho más introspectiva. Un tipo duro capaz de hacer llorar a otros tipos duros era un envido a grande del que supo salir victorioso. Así, abrazó sin mayores miramientos la balada, y desarrolló una suerte de mezcla de pop y country, sin renegar nunca del rock&roll ni de su hermano mayor, el blues descarnado.
Los éxitos no se hicieron esperar, y ya bajo el ala del sello Monument Records se produjo su gran eclosión. La inmortal Only the Lonely fuera la primera en reventar listas de éxitos.
Después se sucederían otras grandes canciones para el recuerdo. Temas como Runnin´ Scare se encaramaron a lo más alto de la lista estadounidense. Otras, como Oh, Pretty Woman, no requieren ningún tipo de presentación:
El éxito fue inmediato y atronador. Y tendría continuación cuando se escogió para la película homónima, con ese romance imposible entre Richard Gere y Julia Roberts que volvió a poner a Orbison en boca de todos. Después de esta canción, que vió la luz en 1964, todo se volvió fulgurante. Unos aún emergentes Beatles fueron sus teloneros. También el propio Elvis Presley. Y salió de gira con tótems como Beach Boys o Rolling Stones. Los números uno se apilaban en los cajones de la memoria. Entonces tuvo que afrontar el fallecimiento de su primera esposa y años después el de dos de sus hijos en un terrible incendio en una cabaña. Orbison ya nunca volvería a ser el mismo tras la tragedia. Su rictus se engalanaba de melancolía, y la tristeza se aferró a sus tobillos, como negra sombra que inundó todo y tiñó de oscuridad su carrera discográfica... hasta finales de los ochenta.
En el 87 ocupa al fin su lugar en el Salón de la Fama del RockandRoll. Y un año después, Roy sale al fin del ostracismo diciendo un sí rotundo a un proyecto que acabaría por convertirse en el que muchos tildan de mejor supergrupo de la historia. Junto a Tom Petty, George Harrison, Bob Dylan y Jeff Lyne forma The Traveling Wilburys. Una alineación inicial de auténtico lujo que hizo que Orbison recuperase por momentos la inspiración y se lanzara de nuevo a componer. Esta estratosférica formación pudo ser brevemente disfrutada por Roy, ya que fallecería ese mismo año víctima de un ataque cardíaco.
Nacer en Texas, morir en Tennessee. Y entre medias, abrazar la elegancia sin dejar jamás de arrastrar los pies, en un camino plagado de poses que esconden infelicidad, tortuosas decisiones vitales y sobrellevar el éxito desde el perfil bajo. Su figura,ensalzada por artistas de la talla de Bruce Springsteen o Chris Isaak, queda ligada a la tristeza, el romanticismo y la suave cadencia con la que sólo su voz sabía mecerte . Ahora para disfrutarle en directo toca aferrarse a un maldito holograma. Claro que nadie dijo nunca que esto de sobrevivir fuera fácil.
35 años desde que te has ido. Tú, sí, Big O. Tú, sí, el Caruso del Rock. Y lo que nos queda por extrañarte.