Adriana Moragues: “Hace 7 años (Rozalén y yo) estábamos metidas en un coche sin saber dónde íbamos a vivir”

Ahora han tomado caminos distintos

@adrianamoragues / Instagram

Adriana Moragues es una de esas artistas que se ha recorrido el circuito de música de autor de nuestro país con todo lo que eso conlleva. En ocasiones sola y, en otras, acompañada por colegas de aventuras como Rozalén. Pero hay algo que ha frenado su carrera en este sentido, y es que no se lleva bien con la popularidad y los sacrificios que exige.

Y parece extraño porque ella en un primer contacto da la sensación de ser extrovertida, echada para adelante y guerrera, es una activista convencida. Pero puede que solo sea en apariencia y que, enfrentarse a perder el anonimato no sea fácil de asumir.

No tiene prejuicios, ni con la música ni con el resto de disciplinas artísticas y, aunque se lo pensó dos veces, decidió aceptar la oferta de escribir una novela, lo más difícil que ha hecho hasta ahora, asegura.

Y su novela, Lo que no pude contarte, es todo un homenaje a la música, a la que suena en las calles, a la que mueve a la gente valiente, la que le ayuda a entender la vida a su manera.

¿Qué te animó a debutar en la literatura?

Un reto, nunca lo había pensado en la vida. Había plantado un árbol y lo del hijo lo veo cada vez más lejos...pues mira. Me escribió la editorial y no sabía qué hacer al principio. La editora vio una publicación mía en redes, un texto pequeñito y dijo, 'ay, esta chica tiene algo que contar' y me lo propuso.

Tus textos en redes son más poesía que prosa, y al final has sacado una novela.

Poesía no hubiese hecho. De hecho, me habían propuesto libros de poesía, pero no. No lo hubiese hecho en la vida porque la llevo leyendo desde pequeña. Mi padre escribe poesía y lo hubiese descartado.

Pero está la novela en la que se pueden encontrar muchas similitudes contigo, ¿qué tiene de autobiográfica?

De autobiográfica tiene la sensación de Carla, de la protagonista, de no poder obviar una pasión, de no poder decir 'no le echo cuentas a esto que siento'. Eso lo tenemos igual.

Entonces, ¿el resto es ficción?

(Risas) Intento desvincularme de Carla para no contar mi vida pero creo que en una primera novela es super difícil, imposible no contar lo que has vivido, y me costaría mucho contar algo de lo que no sé.

Hay muchos homenajes, el más claro, a los artistas callejeros, ¿tú lo has sido?

No, pero han sido tantos los compañeros que me han contado historias de la calle que lo he sentido como en primera persona. Nunca lo he sido porque no me veo con ese valor, creo que es super difícil. Mucho más difícil tocar en el metro que tocar para 10.000 personas, yo creo. Hay que tener mucho más valor.

¿Tú te paras cuando ves un músico callejero?

Me estoy arruinando porque desde que saqué la novela empatizo con todos los cantantes callejeros porque los veo tocar y es como 'ay, este es como mi protagonista'… me estoy arruinando. No puedo pasar por delante sin pararme.

En general, están poco valorados, ¿no?

Sí, todos los músicos, los mismos, el que pinta en la Plaza Mayor, el artista callejero, y creo que es un error y quiero contarlo un poco en la novela, que el artista callejero no está en la calle porque no pueda estar en otro sitio, es una elección, también, dentro de la música. Es una profesión dentro de la música. El artista callejero está ahí porque cree que es su sitio.

Vamos, que tú crees que lo de ser artista callejero puede ser un fin y no sólo un medio.

Totalmente. Ten en cuenta la libertad que tiene un músico callejero de tocar cuando quiere, de tocar lo que quiere. Aparte yo creo que una calle sin artistas callejeros se queda...sería un buen experimento decir un día en Madrid, que no haya nada de arte callejero.

De todas formas, ser músico callejero no es la panacea. No tienes un público propio, cada día es diferente y no sabes a lo que te vas a enfrentar, económicamente no creo que sea super rentable...

No te creas, sorprende. Para escribir la novela he hablado con muchísima gente que ha tocado en la calle y te sorprende muchísimo, personas para la que es su vocación y están contentos así. Con lo que no están contentos es con los medios y las dificultades que les pone la ciudad. Pero si todo se facilitara para que todos esos músicos callejeros vivieran en buenas condiciones... lo que no se puede es estar huyendo de la policía porque es ilegal cantar en la calle. Si todo eso se regulara, el músico callejero sería un fin.

Entre esos homenajes está el que haces a los valientes que optan por perseguir sus sueños, ¿eso te ha pasado, has tenido que elegir entre razón y pasión?

Yo tengo las cosas muy claras de un día para otro. No soy una persona que madure un sentimiento, una elección. Yo, de repente, estaba estudiando ingeniería y en una semana cancelé la matrícula porque estaba segura y me fui a Madrid a por algo que era una locura en realidad.

¿Pero porque te iba mal la Ingeniería?

No sé, porque de repente era como ¿qué hago yo aquí? Me encantan las matemáticas, la física... aparte del arte me encanta eso pero me di cuenta de que no era mi sitio y tenía que probarlo, por lo menos. Vivo así, vivo a base de errores y así aprendo. Me da una envidia la gente que acierta todo el rato.

¿En algún momento te has arrepentido de esa elección?

No, jamás. Es lo mejor que he hecho en mi vida.

Carla, cuando toma la opción de dejarlo todo para dedicarse a la música no cuenta con el apoyo de su familia, ¿eso te ha pasado?

No. Cuando escribí el libro yo quería escribir sobre la historia de la música, que al fin y al cabo es lo que me pasó a mí. Es una metáfora de las circunstancias de la gente de mi generación, de la generación de los 70, 80, 90, que hemos vivido mucho cambio y hemos tenido a nuestros padres, a nuestros amigos, a nuestros jefes, cosas que no iban a gustar, en todos los aspectos de la vida, no sólo en la profesión. Cosas que dices, voy a contar esto y sé que no le va a gustar. Que te llamen diferente por sentir algo por alguien, por dedicarte a otra cosa, por ponerte el pelo rojo...hemos sido una generación que hemos roto. Es una metáfora, cuando Carla se enfrenta a sus padres para decirles, soy músico, me pongo en el papel de cualquier persona que le dice a alguien soy músico, soy homosexual, me voy a rapar, me voy a poner el cuerpo lleno de tatuajes, me voy a hacer una dilatación, me voy de voluntariado...hemos roto los esquemas de una vida que antes era como muy uniforme.

En tu novela vemos cómo la madre vuelca una frustración propia sobre su hija, ¿eso es un gran peso, no?

Sí, de hecho creo que es el punto más importante del libro. Hay un momento que para mí es el más importante del libro en el que pasa eso, el encuentro con la madre.

Ese encuentro no siempre se produce en la vida real.

Quería esa madre que…, esos padres que no aceptan a sus hijos como son y es un trabajo que hacen los padres que quería reconocerlo también, el de 'voy a entender a mi hijo'. Yo siempre lo digo, una cosa es que te entiendan y otra que te respeten y lo que hay que pedir es respeto. Un abuelo a lo mejor no va a entender que su nieto vaya lleno de piercings y no lo va a entender… que lo respete y ya está.

De todas formas, se ve la importancia que le das a la familia. Están la hermana y la abuela, que son pilares muy fuertes para Carla.

Mi madre cuando se lo leyó me dijo 'yo no identifico a nadie con nadie, solamente a un personaje' y es mi abuela. Era así, era igual y la hermana también tiene muy parecido con mi hermano. Son personas que están ahí y te ayudan, que no se meten en tu vida pero que son referentes.

Tu protagonista deja la casa de sus padres para irse a vivir a Madrid, que eso es muy tuyo... ¿Cómo recuerdas aquella época?

Madre mía, creo que fue uno de los puntos de inflexión de mi vida. Fue hace 7 años, tenía yo 23 añitos cuando llegué. Fue una locura porque fue de un día para otro. Me puse a tocar por un montón de sitios por Sevilla para ahorrar 1000 euros que yo pensaba que con 1000 euros iba a poder vivir en Madrid y fue llegar aquí y...pero fue muy bonito porque era ese ansia de libertad de los adolescentes, de los jóvenes. Yo era la reina del mundo. Me sentí autosuficiente, ese ansia de libertad, de vivir sola.

¿Fue duro?

No, la gente se sorprendía porque yo tengo mucha capacidad de superación y de inventar cosas. Llegué a Madrid y decía '¿qué hago?' y veía a amigos míos que habían hecho lo mismo, músicos que se ponían a trabajar en un bar, media jornada y yo decía, no, voy a tocar como sea y donde sea. Me pateé España entera, todos los garitos oscuros de España, creo que he tocado. También dibujo y me inventaba, ‘voy a hacer una exposición’. He tenido mucha suerte con la gente, que me ha tratado super bien y eso ayuda siempre. Tan chiquita, aquí, me acogió la gente super bien. Me hice una familia, gente que me ayudaba.

Frase tuya: “En las grandes ciudades uno necesita que gente desconocida le de los buenos días”, ¿en serio?

Tú te vienes a una ciudad de millones y vienes de una ciudad como Sevilla, Bilbao, Valencia...que tú vas al panadero de tu barrio y sabe la barra que quieres porque llevas toda la vida yendo, y te vas a la plaza donde se junta la gente y te encuentras con amigos, no hace falta casi ni el móvil en ciudades así, sales y ya te encontrarás a alguien. Cuando llegas a una ciudad donde hay tanta gente y que viene de paso... encima yo vivía en Lavapiés, el sitio donde más nacionalidades hay, cada uno con su rollo, con su sueño, con sus circunstancias y llegar a un sitio y lograr que el camarero se aprenda que tú te tomas el café de una manera era sentir que tenías a alguien que sabía que existías. A mí me pasó con el del bar, llegaba y me ponía el café como yo quería...esa sensación de que alguien te de los buenos días es como que sientes que formas parte de algo.

Para crear hay que ser muy valiente porque estás sacando lo que llevas dentro a fin de compartirlo con los demás sin miedo a ser juzgado, ¿a ti te ha costado?

Sí que cuesta. Con el libro es como la sensación de desnudez. No es autobiográfico pero cuento muchos momentos de mi vida, y sientes que la gente está leyendo tus mierdas. Es como que esta persona sabe muchas cosas de mí y yo no sé nada de ella.

Hay un pequeño guiño a la radio, al principio, que dices: “Escuchar la radio por la mañana y sentirse afortunado si ponen una canción que puedo tararear”, ¿sigue siendo una buena compañera?

Total. Yo creo que es algo que nos pasa a todos. Tú tienes hoy en día youtube, Spotify...cualquier plataforma...puedes poner la canción que quieras...pero cuando vas en el coche o estás en casa y escuchas la radio y ponen una canción que te gusta es como 'ostia, si yo en verdad le puedo dar el clic'. Es ir en el coche y decir 'me encanta esta canción' y la pones fuerte y la cantas. Si en realidad la puedes escuchar cuando quieras pero esa sensación de la radio a mí me hace muchísima gracia.

Sonar en la radio ya podría ser un éxito para muchos pero tú aseguras que el reconocimiento de los demás no es sinónimo de éxito. ¿Con qué éxito te conformarías?

A mí el éxito, y de verdad que lo he sentido así, es cuando le mandé el libro a mi madre y me mandó un mensaje diciéndome que estaba super orgullosa y la editorial también me dijo que había hecho un buen trabajo. Para mí el éxito es lo que está en tu mano, lo que ya no está en tu mano es otra cosa. Confundimos mucho el éxito con la fama.

Otra de tus frases en el libro: “Cuando eres radical con tus preferencias te pierdes muchos puntos de vista”, ¿tú lo has sentido?

Sí, yo estoy cambiando porque soy muy radical porque creo que tener las cosas demasiado claras en algunos aspectos te hace tener prejuicios y yo he sido muy radical, cada vez menos, pero hay cosas por las que no paso. Soy muy activista y eso me lleva a crearme unos prejuicios de, a lo mejor, no conocer perspectivas nuevas, perderme cosas, enfadarme y tener un día malísimo por cualquier cosa que veo y no se puede ser así porque al final no vivo.

Te reconoces activista pero, ¿con qué causas?

En muchas, en demasiadas. Es que me afecta todo. En mi familia somos muy políticos, desde chica, con 12 años, hablando de política en mi casa...y, además, cada uno piensa de una manera dentro de un algo en común, pero somos diferentes. Mi madre se pone mala porque yo soy muy activista de acción, mi madre es más teórica y yo soy muy activista en el movimiento feminista, por ejemplo, en el de los animales, en los de la sanidad, la educación...me afecta todo lo que pasa en el mundo.

Como activista feminista, estamos en una época de empoderamiento femenino, ¿cómo lo ves?

Yo me emociono, soy una persona que se emociona con todo, además. El día del 8 de marzo yo estaba llorando. Cuando dicen que es un movimiento, yo no lo veo tanto como un movimiento sino como una revolución. Me parece increíble y además lo pienso, cuando hay manifestaciones grandes, cuando hay mucha gente junta, acaba todo hecho una mierda y el 8 de marzo estaba todo tan limpio...no se pisó ni una flor del Paseo del Prado, no hubo ni un altercado. Me parece un movimiento tan pacífico y tan necesario.

Algunos dicen que radical...

Pero eso es bueno, el feminismo parte para una igualdad pero en una balanza venimos de estar en el suelo y tenemos que ser radicales. Yo no paso por nada, ante el machismo no dejo pasar una. Lo que pasó en Operación Triunfo con eso de la mariconez, está muy bien que haya ese debate. Parece que después las canciones son libres y la intención es lo que cuenta siempre.

Pero normalmente saber la intención de una canción es complicado.

Siendo de Mecano no creo yo que vaya contra el colectivo. Pero me parece super bien que haya gente joven que diga 'esto no lo canto'. Me quito el sombrero por la chica esa rubia que lo dijo, me pareció diez.

Retomando el tema de la novela, ¿te ha costado más crear esta historia que componer una canción?

Sí, es lo más difícil que he hecho en mi vida. El primer año de Ingeniería no me pareció tan difícil.

Vamos, que has tenido momentos en los que te has planteado tirar la toalla...

Sí, mi editora tiene el cielo ganado. La he tenido año y medio con el teléfono 24 horas. Un mensaje un viernes por la noche 'bueno, hablamos el lunes pero tengo un bajón'. Y ya me llamaba a las 12 de la noche, '¿qué pasa?'. Os devuelvo el adelanto, no puedo seguir. Mi madre y mis amigos se reían, 'otra vez con el bajón'. Es muy difícil.

En tus redes leemos: “Hago canciones para casi todos los públicos”, ¿para cual no?

Para el público que no quiere escuchar ciertas cosas. El hablar en femenino siendo mujer, algún comentario raro me ha venido. Hacerle canciones a parejas del mismo sexo. Ha habido algún comentario que he dicho, 'pues no lo escuches'. Creo que ofenden, pero me excitan.

Carla recibe una guitarra de regalo y de forma inesperado. ¿En tu caso tuviste un inicio así?

Sí, fue raro porque en mi casa mi padre y mi hermano han estudiado en el conservatorio, tocan el violonchelo y el piano y a mí de chica me apuntaron también y no me gustó. Mi madre compró una guitarra pero a mí no me gustaba tocar instrumentos, tenía unos 9 años y con 19 o 20, pregunté por la guitarra, estaba en un altillo, y entonces empecé a tocar la guitarra.

En el libro también un homenaje a las casualidades, hay muchas.

Me encantan. Mira que no creo en muchas cosas, soy bastante nihilista en todo pero me encanta descubrir casualidades. Hay una casualidad en el libro que es brutal. Cuando escribí el libro, la abuela Remedios, que es mi abuela que le gustaban mucho las flores, cuando quise ponerle nombre a la calle pensé en alguna flor homenaje a mi abuela y en Sevilla son mucho de claveles, son muy andaluces y entonces pensé, la calle claveles, y el 7 porque es un número que me gusta. Le puse calle claveles número 7, en un adosado con florecitas y cuando le pasé el libro a uno de mis mejores amigos de Madrid me escribe y me dice, '¿Claveles, 7? Esa es la casa de mis padres donde me crié'. No me lo puedo creer. Yo no lo sabía.

Una de las casualidades del libro es el encuentro con el amigo de su infancia, ¿marcan tanto los amigos de esa etapa?

Sí. Cuando ha salido el libro me escribió un amigo mío, David, de cuando estaba yo en primero de primaria. Se separan los caminos y hace 20 años que no sabía de él y me escribió y me dijo 'en la sombra te sigo'. Cuando los ves, es como ver un álbum de fotos, te reconoces tú de pequeño.

En este caso el amigo padece una enfermedad terminal, ¿una manera de meter drama en la historia?

Fue uno de los momentos que me sorprendió a mí misma. Tenía la novela planificada y pensé que ese personaje tenía que llevar un aprendizaje para Carla y creo que con todo el movimiento que ha habido con la donación de médula, con el chico de Málaga, con (Pablo) Ráez, me pareció interesante. Además, durante el libro a un primo mío le diagnosticaron leucemia también.

No le habrás dado el libro para leerlo.

Sí, se lo ha comprado él y dice que le gusta mucho la postura que él toma, aunque el final sea el otro. Mi primo está bien, su hermano le donó la médula y está super bien. Me parecía importante hablar de la leucemia y esa postura de la gente que hay ahora mismo con el cáncer de mama, la actitud, perder la vida pero cuando me muera, no perderla en vida.

Carla se enamora por primera vez con 27 años, ¿no es un poco raro?

El amigo le dice que tiene que abrirse, era muy rígida. Creo que el primer amor, el primer desamor es el mayor punto de inflexión en la vida de alguien. Lo peor de una ruptura es que no vuelves a ser el mismo. Después de la primera vez que te rompen el corazón hay un antes y un después en la vida de alguien. A mí fue de las cosas que más te cambian la vida. A mí me pasó también con 26, 27, y soy otra.

Primer beso con Creep de Radiohead de fondo, ¿eso es un recuerdo personal?

Creep ha estado en muchos momentos de mi vida y Radiohead es uno de los grupos que más he escuchado desde pequeña. El primer contacto que tuve con la música siendo ya madura, de elección. Lo descubrí y se me voló la cabeza.

Tu artista callejera, Carla, al final escoge otro camino, ¿eso es una manera de tirar la toalla?

No. Es un final que la gente no se espera y lo que quiero decir con eso es que lo que hay es que vivirlo todo y ella no tira la toalla sino que elige otra cosa. Hay que ser consecuente con lo que uno siente y tener el valor de vivir lo que uno quiere.

Está Rozalén por medio.

A María la conocí en ese auge cuando me vine a Madrid. Hicimos una gira, nos juntamos 10 cantautores entre los que estaba María, generación ochentil se llamaba, todos cantautores de los 80 de varias ciudades y nos juntamos he hicimos una gira de mes y medio. Todos juntos, los 10, en dos coches. Conocí a María, a Road Ramos, a Muerdo...todos los que estábamos, madre mía, una locura. Una conexión de personas con el mismo sueño, en el mismo momento y todos, después de esa gira, nos fuimos todos a Madrid a vivir. María fue una persona que ha conseguido lo que ha querido, con un trabajo muy sincero y yo creo que de las artistas que hay ahora, de quitarse el sombrero por cómo lo hace.

Ahora todo el mundo quiere colaborar con ella...

Ya ves, y hace siete años estábamos metidas en un coche sin saber dónde íbamos a vivir. Hemos tocado en muchos sitios.

En cuanto a la música, ¿en qué punto estás?

Antes de sacar el libro tuvimos dos años de locura. Estuvimos mucho en Sudamérica, en Estados Unidos y necesitaba esta calma. A mí siempre me ha gustado más componer para otros por tener la vida más tranquila y no exponerme tanto al público, que es algo que no llevo bien. Esos dos años estuve muy expuesta y eso me llevó a plantearme qué quería hacer con la música.

¿Alguna canción que hayas compuesto para otros que conozcamos?

Estamos ahora trabajando mucho. Estamos con Ricky Martin a ver si cuela algo.

No te veo muy Ricky Martin...

Me encanta el reggaeton. La composición es lo más divertido, juegas muchísimo. Me voy a creer Maluma y te pones a tocar, las letras...

¿Y cómo es creerse Ricky Martin?

Es muy guay, de verdad. Trabajo con Basilio Martí, que era el pianista de Antonio Vega, y nos divertimos mucho.

Cristina Zavala

Periodista enamorada de todo el entretenimiento. Enganchada a la tele, los libros, los últimos lanzamientos...

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