Especial
Cuando la música se va de las manos: Carolina Durante y otras bandas que tocan por pura diversión
Letras de broma y directos de locura. Así son estas bandas a las que sólo les preocupa pasárselo bien encima de un escenario
Han aprendido a tocar instrumentos como autodidactas y a producir sus propios temas con Logic y Cubase. Le cantan a los pijos de La Moraleja, a los personajes icónicos del metro y a las redes sociales, como Amaia. Le guardan cariño a la música de la Movida y se bautizan inventando nuevos estilos como la música del siglo XXII o el pop punk 2.0, además de apostar por canciones que no rebasen la barrera de los dos minutos. Pero lo más importante es que han venido a divertirse y no ambicionan nada, sólo el dejar claro que escucharles es una fiesta a la que te tienes que unir.
Un impulso fue lo que subió al escenario a cuatro amigos, que en 2017 pasaron a formar parte del club Carolina Durante. Diego, Mario, Juan y Martín. Sin ninguna pretensión, explica el bajista del grupo, Martín Vallhonrat, por teléfono. Un año después de su debut, ese sonido de distorsión guitarrera y cierta agresividad vocal caló en la escena nacional con un himno que sacudiría 2018 y las fiestas venideras de Malasaña: Cayetano. “Pensábamos que la canción podría pegar fuerte, por lo sencilla que es la letra y por lo que dice”, dice Martín al respecto de las impresiones del grupo sobre el tema antes de la revolución que supuso.
¿De dónde salían Carolina Durante? No tenían disco publicado, ni filosofía del éxito, ni una idea preconcebida de qué querían ser. Sólo ganas de tocar, hacer canciones buenas y dar conciertos, en palabras de Martín. Pensaron que el sueño ya estaba cumplido cuando hicieron un directo con Los Punsetes. Sin embargo, tenían algo más que ofrecer. Lo que ya anticipaba ese tema que ha superado con creces la definición de canción del verano porque manda un mensaje subliminal, el de una generación que hace música con licencia para la broma, que habla de metáforas para mejorar el sonido propio (“no sonamos mal, sonamos mejor que ayer”) y se toman, más o menos en serio, la coña de probar y jugar a hacer música. Todo ello sin cortarse con las indirectas: “Tenemos muy claro lo que nos gusta y lo que no”, dice Martín.
No se piensan mucho lo que hacen, algo que comparten con Axolotes Mexicanos, banda en la que también militan Juan Pedrayes y Mario del Valle de Carolina Durante. Curiosamente, Axolotes Mexicanos era el plato fuerte de la primera actuación que realizaron, como teloneros, los intérpretes de Las canciones de Juanita.
Los Axolotes empezaron haciendo música cutre tras convencer Olaya Pedrayes, vocalista, a su hermano Juan para hacerle una maqueta. Le habían vendido a Iván Juniper (ahora en Juniper Moon) que tenían un grupo cuando sólo tenían el nombre, que viene de un anfibio endémico de tierras mexicanas.
Desde entonces, han defendiendo la producción casera y el sonido digital, con solo la guitarra y la voz como elementos realistas, en álbumes que llevan por título mensajes de Messenger: Salu2 y Holi <3. Han hecho letras de su día a día, con la intrascendencia compartida por mucha gente adolescente y postadolescente que también pasa demasiado tiempo en Internet, se aburre y tiene crushes. La canción Estanquero habla de un flechazo con el dependiente de un estanco de Argüelles; Menos 100, del primer piso sin calefacción en el que todos acabamos cuando nos independizamos. Vaga define la personalidad de Olaya y Heavens Gates hace un guiño a una secta de los 90 que les hace gracia.
Más experimentos pop para gozarlo
Con un sonido también a base de ceros y unos, dos amigos, Marco Frías y Alicia Ros (a quien conoceréis por Cariño y su versión de Llorando en la limo, de C. Tangana), se tiraron a la piscina de publicar canciones en Internet con las que se habían inventado y cantaban siempre sin acompañamiento. Sus temas están disponibles en Bandcamp y, aunque el SEO juegue en su contra, eligieron bien el nombre artístico para transmitir lo que querían decir. “Juncal Rivero era un nombre que le gustaba mucho a Marco”, cuenta Alicia Ros. “Le estuvimos dando vueltas y, como era la presentadora de Noche de fiesta y queríamos que el proyecto fuese algo que reflejase como tecno-fiesta, pues nos decidimos”. Además, apunta Marco, es un nombre muy gracioso.
“No estamos muy metidos en el modelo productivo. No nos obligamos a nada”, comentan. Su sonido lo definen como lo-fi y destacan que no tienen demasiado interés en saber producir muy bien, aunque no se olvidan de la responsabilidad de los conciertos y para actuar en Plaza de España le pidieron ayuda al productor Carlos René para mejorar sus grabaciones. “Son canciones muy divertidas y más en concierto. De bailar. Son muy repetitivas, se te quedan en la mente. Si no entras por la música, alguna letra te hará gracia. O te da asco y ya está”, comenta entre risas Alicia. “El conceptillo es gracioso”.
Su canción El beso es, por ejemplo, una especie de versión del pasodoble El beso en España, con el ritmo electrónico que podríamos escuchar en una noche de discoteca o en una tarde de compras por Bershka. De ella explican Juncal Rivero que es el tema con el que la gente conecta más ya que pertenece a nuestro imaginario. Así hacen su aportación al folclore español con bien de sintetizador y sin reavivar el orgullo español. “Quizás es un poco machista pero lo que dice es muy bonito. Tampoco hemos pensado mucho en la letra de esa canción”, añade por su parte Marco.
Otro de sus temazos también pasa por referenciar algo que ha escuchado todo el mundo. And dance es un tema al que hay que llegar sin saber nada y dejar que te sorprenda durante el viaje. Letra de broma elevada a la máxima potencia. “La primera vez que la tocamos dimos una charla moral diciendo que no queríamos hacer daño a nadie. Simplemente se nos metía mucho esa melodía en la cabeza y, durante la época en que vivimos juntos, hicimos esa canción en el piso”, relata Alicia. “Siempre nos la imaginamos con una base muy cañera. (…) Es cultura popular del metro”.
Hablando de dramas se entienden los millennials y todas estas bandas lo saben bien. En sus letras también parodian la depresión existencial de no saber dónde ubicarse y de las expectativas no cumplidas. Juncal Rivero todavía no entiende cómo la modelo a la que han “copiado” el nombre los sigue en redes y les da likes. Aún no la conocen en persona, pero apuestan que algún día se tomarán un vino y les verá en directo, con Águila azul como recomendación personal. Y si no, aún les quedan los conciertos para sus amigos. Y quien quiera unirse, que se una. Al fin y al cabo, han venido para divertirse.