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León Benavente: “La extrañeza es un punto de partida muy válido para empezar una canción”
Hablamos con la banda sobre su último álbum, una búsqueda de la universalidad a través de una mirada afilada y certera
Gran parte del pensamiento platónico parte de la separación elemental entre los conceptos de "lo inteligible" y "lo sensibles", disociación en la que el filósofo basa su más conocida Teoría de las Ideas (aunque decir "su" cabreará a algunos estudiosos de la materia, pues la autoría de dicha conjetura ha sido continuo objeto de debate). De manera simplificada, podría decirse que Platón distingue entre el mundo visible, con el que interactuamos a través de los sentidos, y la realidad por excelencia, un universo donde conviven las ideas y cuya única llave de acceso es la razón.
En este último espacio entre abstracto y onírico se encuentran los objetos o verdades genuinas, que a diferencia de las formas finitas, corruptibles y cambiantes que percibe la experiencia sensible, se caracterizan por ser inmutables, universales y eternas. Desde que el filósofo griego estableciese una relación de superioridad de lo inteligible sobre lo sensible, esa idea de "universalidad" ha sido estudiada, cuestionada y codiciada, no solo por los teóricos del pensamiento, sino también por los artistas.
Un ejemplo de ello es Vamos a volvernos locos, el tercer álbum de León Benavente, pero también el sentido existencial de la banda desde sus orígenes. De las letras a la instrumentación, todo forma parte de un poyecto cuya intención es la de "partir de experiencias propias para hablar de temas que al final conocemos todos de una manera u otra". Y ese noble deseo de convertir el "yo" en un "nosotros", es una rara avis dentro del individualismo imperante.
Su última propuesta sigue naciendo, como las anteriores, del ejercicio de observar el mundo (y más concretamente la actualidad sociopolítica española) a través de una mirada afilada y certera que es, a la vez, "de extrañeza, ver la realidad, ver lo extraña que es. Eso siempre es un punto de partida muy válido para empezar una canción".
Hay, por supuesto, una evolución significativa en el disco sucesor de 2 (2016), que hace que Vamos a volvernos locos sea un salto al siguiente nivel porque nace, precisamente, del propósito de la banda de "no encasillarnos ni en un estilo, ni en formatos que ya hayamos utilizado, ni en canciones que hayamos hecho anteriormente". Así, a pesar de que su último LP sigue la línea instrumental del anterior, los sonidos electrónicos cobran mayor protagonismo: "es un disco más sofisticado respecto a los dos anteriores y el concepto de electrónica es más notable".
Todo cambio conlleva un proceso de adaptación. Sucedió con Radiohead cuando el grupo (o más bien Thom Yorke) cambió el sonido rock que caracterizó a la banda hasta OK Computer por un nuevo gusto por la experimentación electrónica que nació con Kid A. De pronto, sus miembros tuvieron que reinventarse para que su papel sobre el escenario siguiese gozando de legitimidad.
"Es precisamente eso lo que ha pasado", comentan con respecto a dicho ejemplo, "hemos invertido tiempo en desarrollar esas facetas como músicos que a lo mejor no habíamos desarrollado en otros discos. Y en avanzar, avanzar en cuanto a que ya no es solo tocar un instrumento sino concebir cómo van a interactuar esos sonidos y ponerse en la perspectiva de cómo van a ser las canciones en directo".
Porque para León Benavente el único final lógico de crear un álbum es el poder interpretarlo frente al público, por lo que "el directo está pensado previamente. Cada gira intentamos hacer un espectáculo nuevo que acompañe a las nuevas canciones, tanto a nivel escenográfico como a nivel sonido (...) Este grupo siempre ha estado vinculado a lo que hacemos sobre el escenario".
A pesar de que habrá que esperar hasta el próximo 20 de septiembre para que la banda vuelva a la carretera para dar comienzo al tour de presentación del álbum (en el que, por cierto, ya se han marcado su primer sold out para la fecha prevista en la sala La Riviera de Madrid), la banda adelanta que "estos (próximos) conciertos quizás sean menos salvajes, pero serán más emocionantes".
Haciendo referencia al título del álbum, preguntamos pícaramente sobre las cosas más locas que podrían hacer sobre un escenario y si alguna vez han llegado a pensar seriamente en ponerlas en práctica. Por supuesto, responden afirmativamente: "Estuvimos trabajando con unos escenógrafos una idea que no vamos a contar porque a lo mejor en algún momento lo hacemos. Pero la verdad es que era bastante arriesgada... y difícilmente realizable".
A pesar de dar rienda suelta a su imaginación, León Benavente tiene claro que "nunca el espectáculo se va a comer a lo que estamos tocando. Hoy en día da la impresión de que a veces la escenografía se come a lo musical, al grupo que está tocando encima". Y así es, actualmente resulta hasta sorprendente encontrarse con un batería sobre el escenario.
Que la banda tiene muchas máximas y pocos límites es otra de las conclusiones que extraemos después de escuchar las canciones que componen Vamos a volvernos locos. En ellas nos encontramos no solo con nuevos temas, sino también con nuevas formas de tratar aquellos que ya han sido abordados: "es un disco a nivel lírico más completo, porque al igual que a nivel musical intentamos evolucionar, con las letras pasa lo mismo".
Por eso, así como Amo (su colaboración con Eva Amaral), La canción del daño o Ayer salí recurren a los arquetipos del amor, la madurez o la fiesta (la resaca, más bien) respectivamente, las palabras que escoge León Benavente nos descubren una manera de identificar esos estados que es tan desconocida como natural para nosotros mismos. "Al final lo que buscas cuando haces una canción es que la persona que la escucha sienta que puede ser para ella", explican.
Si Bon Iver eligió una cabaña para componer For Emma, Forever Ago, León Benavente se trasladó al rústico estudio El Cariño (que es, al mismo tiempo, la casa de Edu Baos) para crear este último disco. "Fue un proceso muy largo, estuvimos muchos días grabando", un camino a partes emocionante y tortuoso en el que tuvieron que sacrificar 10 de las 20 canciones que tenían una vez terminada la grabación. "La papelera es una gran herramienta de composición", bromean.
Nada de eso ha sido en vano, pues el resultado del proceso es un disco que triunfa por su honestidad, perspicacia y valentía, esas tres facultades que solo pueden convivir en armonía en la mente de los locos.