Especial
La voz y el celuloide: historias de la radio a través del cine
Una selección de las mejores películas para conmemorar el Día de la Radio
Imaginemos uno de aquellos viejos transistores a través de los cuales nuestros abuelos y abuelas escuchaban las noticias. Ahora, una de las televisiones de tubo remachadas con motivos de madera y de pantalla color gris oscuro que tanto tardaban en sintonizar y que presidían los salones familiares. Al encenderla aparece una vieja película del Oeste en formato panorámico reconvertida a Dios sabe qué: las esquinas están cortadas y algunos personajes aparecen deformes.
La historia del cine no se entiende sin la televisión y la radio: de hecho, los avances técnicos de principios de siglo fueron parejos: el cine no empezó a hablar hasta 1927 con El cantor de Jazz, a pesar de que en 1923 Lee De Frost ya había hecho sus primeros experimentos sonoros con Phonofilm; mientras, la primera emisión radiofónica data de 1920.
Habría que esperar a 1926, un año antes de la llegada del sonoro al celuloide, para ver la primera retransmisión de televisión. El invento se lo debemos a John Logie Baird, y fue el impulso definitivo de una industria. Estos tres avances tecnológicos, todos propios del siglo XX aunque algunos de sus prototipos daten del XIX, marcaron nuestra época y nos trajeron tantos placeres como desgracias. Su influencia, evidentemente, se extiende hasta nuestros días.
La radio en la fábrica de sueños del cine
Cine, radio y televisión: una evolución pareja que retroalimenta a las demás. Sin la radio Orson Welles nunca habría llegado a emitir La guerra de los mundos. Quizás, sin esa fama maldita, la RKO no se habría atrevido a contratarlo en 1942 para rodar Ciudadano Kane (película, por cierto, inspirada en la figura del magnate del periodismo William Randolph Hearst), uno de los iconos del cine y quizás la película más innovadora y, por tanto, relevante, de la historia del cine.
Aquella voz misteriosa y resonante que nos introducía los clásicos musicales o las noticias, o que como Welles aterrorizó a una población entera, ha sido una constante en las películas. Directores como Quentin Tarantino no paran de utilizarlas para presentar sus grandes pasiones musicales y dinamizar las tramas de sus cintas: por ejemplo, la Stuck In the Middle with You de Steelers Wheel en Reservoir Dogs o las constantes sintonizaciones y resintonizaciones 'in drive' de los protagonistas de Érase una vez en Hollywood, Death Proof o Pulp Fiction.
Pero la mayor carta de amor a la radio se la dedicó Woody Allen con Días de radio. Aquella maravilla de 1987 protagonizada por Mia Farrow y Dianne West exponía un fresco de historias cruzadas donde la radio evocaba la nostalgia y constituía el nexo familiar, donde padres, madres, hijos, hermanos, hermanas, abuelos y abuelas se reunían para escuchar aquella caja emisora de voces desde los cómodos sofás de un salón repleto de artilugios modernos. La radio significaba, para Allen, el epicentro de la interacción familiar y su recuerdo más puro de la infancia.
El poder transformador de la radio
¿Y qué decir de aquella divertidísima película que protagonizó Robin Williams en 1987? Good Morning, Vietnam, era la culminación de la carrera del actor y supuso un fiel retrato de cómo la radio es capaz de levantar pasiones y alegrar el día a un grupo de soldados que combaten en Saigón durante la Guerra de Vietnam. Igual que Orson Welles demostró que podía desatar el pánico en Estados Unidos con su informe sobre La guerra de los mundos, Barry Levinson dedicó esta película al poder transformador de la radio en el corazón de quienes se van a enfrentar a la muerte.
Y para poder transformador el de El rey pescador de Terry Gilliam, donde un prestigioso locutor de radio nocturna (Jeff Bridges) cae en desgracia hasta convertirse en un vagabundo. En su constante vagar y empaparse de la realidad de los bajos fondos neoyorquinos conoce a un profesor de historia (Robin Williams) al que la vida tampoco trata bien y juntos se embarcan en la disparatada búsqueda del Santo Grial. Aunque algo disparatada y excesiva, fue un soplo de aire fresco en la monótona producción de la época (1991).
Pero para disparatada y excesiva tenemos Radio encubierta, aquella comedia alocada sobre la Radio Rock, una emisora clandestina y pirata que emitía clásicos del rock desde el mar. Phillip Seymour Hoffman, Bill Nighy y Tom Sturridge protagonizaban esta cinta sobre sexo, drogas y rock&roll que triunfó en los cines.
Creador de estrellas
¿Sabías que Clint Eastwood se estrenó en la dirección de cine en 1971 con un thriller sobre un locutor de radio de California que recibe las misteriosas llamadas de una mujer que siempre le pide que reproduzca la misma canción? Escalofrío en la noche (un título más que acorde con la sensación que dejabe en el cuerpo) fue un excelente debut, y desde entonces el cineasta no paró de rodar películas. Una historia sobre la radio lo catapultó a la fama.
Aunque la radio también ha regalado algunos momentos antológicos reales que después han sido trasladados al cine: por ejemplo, El discurso del Rey, donde el monarca británico Jorge VI tiene que superar su tartamudez para dirigirse a la nación e informar de la situación de Inglaterra durante la Segunda Guerra Mundial. Colin Firth hizo una interpretación tan realista, entregada y llena de matices que le valió su primer premio Óscar.
Cine y radio en España
Si nos trasladamos a España tenemos algunos célebres homenajes a la radio: Historias de la radio, la mejor película de José Luis Sáenz de Heredia (principalmente recordado por haber adaptado al cine la novela de Franco, Raza, y dirigir la Escuela Oficial de Cine durante la dictadura), rodó esta comedia sobre historias cruzadas. Un ladrón atiende una llamada radiofónica en pleno robo, un profesor trata de ganar un concurso económico para salvar a un niño y un brillante Pepe Isbert se hace pasar por esquimal por 2.000 pesetas.
En la contraparte antifranquista José Luis Garci se alió con José Sacristán para rodar Solos en la madrugada, la historia de un locutor de radio nocturno, como Easwtood, que se dedica a criticar constantemente el antiguo régimen franquista durante la época de la Transición (la película se rodó en 1978).
Este periodista traslada su malestar emocional a sus programas, consiguiendo una visión satírica y deprimente de la época. Garci también lanza la idea de cómo los locutores de radio son seres humanos de carne y hueso, no solo voces, de cuya estabilidad a veces depende la calidad de sus programas.