Muere Max von Sydow, leyenda del cine europeo

No puedo evitar incluir algunas pinceladas personales en este obituario a Max von Sydow. Para empezar, porque ayer mismo, desconocedor de que el actor había fallecido, me quedé atrapado durante hora y media viendo la Pasión de Ingmar Bergman, donde interpreta a un granjero solitario que se enamora de una mujer traumatizada por matar en un accidente de coche a su mujer y a su hijo.

Una historia terrible y devastadora sobre la pérdida, las relaciones de madurez y la necesidad de independencia donde el actor regala uno de sus mejores papeles y es capaz de soportar el primer plano de Bergman minutos enteros.

Su imponente metro noventa, su cabellera rubia y profundos ojos azules; aquel rostro pétreo de voz grave que encarnó al caballero Antonius Block en la descomunal El séptimo sello, obra prodigiosa e inimitable del mejor Bergman; él, Max von Sydow, icono del cine europeo, murió ayer a los 90 años en su residencia de Francia. Una trágica noticia que pone punto y final a la carrera de una leyenda.

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Se va un mito del celuloide, pero nos queda su legado, que incluye algunas de las mejores interpretaciones que se han visto en el cine moderno. Sus trabajos más reputados los hizo junto al cineasta sueco Ingmar Bergman, paradigma del existencialismo.

Su tándem creativo o colaboración más conocida para el público generalista fue El séptimo sello, la historia de un caballero medieval que tras volver de una cruzada se enfrenta a la Muerte en una partida de ajedrez.

Max von Sydow, además de aquel malhadado y perdido caballero enfrentado con la Parca, encarnó al mago e hipnotizador Victor Vogler en la genial El rostro, un aterrador drama contextualizado a mediados del siglo XIX sobre un curandero y su comitiva de ayudantes de los que se mofa una ciudad entera; al padre de familia Töre en El manantial de la doncella, la durísima historia de una joven inocente que es brutalmente violada y asesinada por unos malhechores en un bosque, y al reflexivo Jonas Persson en Los comulgantes, hombre que busca explicaciones trascendentales de manera desesperada –e infructuosa–  en la religión.

Aunque Bergman nunca se fue a Hollywood (salvo aquel experimento rodado en Estados Unidos, La carcoma), Max von Sydow sí que probó suerte más allá del charco. Hollywood le dio una oportunidad para interpretar al padre Lankester Merrin el El exorcista, aquel sacerdote católico que acompañó al padre Karras en uno de los exorcismos más complicados (y famosos) de su carrera. Será su papel más recordado por la influencia que ejerció en la cultura popular de los años ochenta.

Sin embargo, incluir toda su filmografía (tiene más de 100 títulos) en esta pieza llevaría horas, por lo que es tarea del espectador rebuscar entre sus trabajos más notables. Aunque sí cabe reseñar algunas interpretaciones famosas (aparte de las ya mencionadas): La historia más grande jamás contada, Los tres días del condor (donde compartió pantalla junto a Robert Redford), Flash Gordon, Conan el bárbaro y hasta el villano de James Bond en Nunca digas nunca.

Además, Max von Sydow trabajó codo con codo con cineastas de la talla de David Lynch (Dune), John Huston (Evasión o victoria), Woody Allen (Hannah y sus hermanas), Wim Wenders (Hasta el fin del mundo), Ridley Scott (Gladiator), Martin Scorsese (Shutter Island) y Thomas Vinterberg, junto al que estrenó su última película, Kursk.

También fue nominado a dos premios Óscar: uno por Tan fuerte, tan cerca, melodrama sobre las terribles consecuencias de los atentados del 11 de septiembre de 2001, y por Pelle el conquistador, donde encarna a un inmigrante sueco que trata de buscarse la vida en la Dinamarca de finales del siglo XIX.

Precisamente esta segunda película, dirigida por Bille August, le llevó a colaborar con el cineasta en las maravillosas Las mejores intenciones y Jerusalén.

Recientemente Von Sydow se hizo muy popular por encarnar al Cuervo de Tres Ojos en la serie de HBO Juego de Tronos y a Lor San Tekka en Star Wars: el despertar de la fuerza. Y aún tiene una película por estrenar, Echoes of the Past (literalmente Ecos del pasado), un título ahora muy simbólico sobre la mascare de Kalávrita cometida por los nazis en Grecia en 1943, en plena Guerra Mundial.

Ese será nuestro ultimo recuerdo del actor fetiche de Bergman, aquel hombre corpulento y nostálgico que miró a los ojos a la muerte y la retó a un duelo imposible. Hoy, entre lágrimas, toca decir adiós a una leyenda del cine. Ha perdido la partida de ajedrez.