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Simón Vargas (Morat) publica un libro que poco tiene que ver con el grupo
“El despunte artístico de Colombia está abanderado por artistas de música urbana”
Morat forma parte ya de nuestro imaginario musical habitual. El grupo colombiano se ha ido colando en nuestras casas a golpe de hits y colaboraciones que nos han llenado la cabeza de coros hiper pegadizos que cantamos casi como si fueran himnos de estadio.
Su música es sinónimo de luz, buen rollo y positividad. Sin embargo, el grupo, o por lo menos, uno de los miembros del grupo, es más cercano a un lado más oscuro que poco tiene que ver con eso.
Simón Vargas, el de las gafas del grupo, ha encontrado tiempo mientras preparan nuevo disco y anuncias nueva gira, para venir a España a presentar un proyecto propio, su debut literario con A la orilla de la luz.
Se trata de una colección de 13 cuentos que nos sumergen en una desconocida Bogotá para muchos y que, con una narrativa ácida y cargada de sentido del humor, del negro, nos retrata la cara menos amable de la ciudad que, inevitablemente, cuenta con la Mala Suerte como una de sus constantes.
Él habla de realismo mágico y está claro que su prosa no es la más ‘mainstream’ que podamos imaginar, por llevarlo a un terreno más musical. Pero, al margen de lleguemos a entender más o menos cada cuento, lo que sí nos deja son sensaciones, las de una ciudad que esconde mucho.
El coronavirus no ha evitado que Simón venga a nuestro país para hablar de su nuevo proyecto, que estará en las librerías este 12 de marzo, uno personal, al margen del grupo y que siente de una manera especial.
Presentas tu debut literario en plena vorágine del coronavirus, eso no lo vas a poder olvidar…
(Risas) Justo ayer estábamos hablando de eso, es una cosa como medio surreal, son las cosas que uno supone que no van a pasar, que no se esperan, después suceden y todo es muy extraño porque es en un tiempo muy real.
¿Te pensaste mucho lo de venirte a España en la situación que estamos atravesando ahora?
No tanto. A nosotros las alertas no nos llegaron hasta que ya estábamos acá. No teníamos la información suficiente para tomar la decisión de no venir. Vinimos y la cosa es actuar alrededor de esto acá de manera que todo el mundo esté sano y que no seamos un riesgo para nadie.
¿Te agobia la situación, o no?
Fíjate que yo no me agobio fácilmente, sin embargo, creo que la gente es muy mala para evaluar los riesgos y siempre suelo irme hacia el lado de las cosas que no son tan riesgosas, pero creo a la hora de que el Estado hable del tema y de una advertencia, no hay nada que hacer, me parece muy irresponsable no escuchar.
Y, además, llegas vestido de amarillo, ¿tentando a las supersticiones?
Soy muy, muy, muy poco supersticioso. Soy religioso y soy más bien séptico hacia la mayoría de las cosas, pero creo que todo el lado de la superstición y la mitología tiene una estética que me gusta mucho y siento que te da posibilidades narrativas interesantes, juega con un mundo paralelo, juega con un mundo escondido, algo que está ahí pero no lo ves y creo que es algo terrorífico, de alguna manera reconfortante, siento que permite muchos matices muy bonitos a la hora de escribir con este vocabulario y sobre este mundo.
El gran protagonista del libro es La Mala Suerte, ¿cómo explicarías a un niño lo que es?
La mala suerte es un poco el humor. Diría que es la capacidad que tiene la vida de hacer que inevitablemente pasen cosas que, a lo mejor, no quieres que te pasen. No hay nada que hacer, punto, no hay manera de escapar de ella. No importa si crees en ella o no, no importa si te interesa o no, va a llegarte y va a suceder. Lo mejor que puedes hacer es tomártelo con humor y reírte de las desgracias que te suceden. Es la inevitabilidad y el humor.
¿Se ha pasado mucho por tu vida?
No diría que no tengo mala suerte porque es inescapable y es real, pero siento que la vida me ha sonreído en muchos momentos y soy muy feliz haciendo lo que hago por distintos frentes, haciendo música, escribiendo, viajando, que me apasiona. La mala suerte se pasa de vez en cuando, pero es una ganancia importante.
Dices que no eres supersticioso pero compartes 13 cuentos que es un número muy relacionado con esto de la suerte, ¿meditado?
Fue una decisión consciente, pero con la casualidad de que cuando terminé de escribir los cuentos, eran 13. Fue una coincidencia.
A la orilla de la luz, así llamas a Bogotá, ¿qué sientes por tu ciudad?
Yo soy muy fan de mi ciudad. Los que somos de Bogotá siempre hemos tenido una relación de amor y odio. En el libro queda bien retratado. La amo, me divierto mucho, me gusta su gente, me parece hermosa y me parece que tiene el mejor clima que hay, un constante invierno, me parece el mejor clima de todo el planeta Tierra pero, al mismo tiempo, es una ciudad que te recuerda constantemente sus problemas, como que los tiene tatuados en la cara, como el tema de la inseguridad, el tráfico que es absolutamente abrumador, la corrupción y creo que, de la misma manera que Bogotá está a la orilla de la luz, literalmente, a la sombra de las montañas, en los Andes, siento que eso va con todas las cosas que pasan, la corrupción, la violencia…es parte clave del aura que tiene Bogotá, la energía que transmite, muy bonita, pero con un lado paralelo muy oscuro.
¿Cuál fue tu intención a la hora de escribir este libro?
Hacerlo un homenaje a Bogotá, con un toque de humor negro importante.
Supongo que eres consciente de que no todo el mundo lo va a entender, ¿no?
Los escribí con la idea en la cabeza de hacerlos lo más asequible posible a todo tipo de público pero, al mismo tiempo, siento que en esta faceta como escritor, si bien mi propósito es darle cuentos a la gente para que lean y se diviertan, a diferencia de la música, estoy más tranquilo para darme licencias que en una canción no me daría. Por ejemplo, en el tema del vocabulario, en este cuento se siente que hablo en colombiano, no se está tratando de neutralizar el idioma, la gente habla como habla la gente de Bogotá, que es diferente, pero también siento que es lo más bonito. Me encanta cuando un libro es una ventana a otra cultura.
Es muy apocalíptico, ¿cuál es la Bogotá que quieres destruir y cuál la que quieres ver nacer?
A mí me parece que la Bogotá que valdría la pena destruir es la que está como a la orillita de la luz. La Bogotá más oscura, la Bogotá corrupta, la Bogotá super violenta. Es un poco como la metáfora que hay detrás de la destrucción de Bogotá. Me parece importante destruir esas partes escondidas, que son muy oscuras y que, desafortunadamente han sido uno de los focos de atención importantes de Bogotá y Colombia durante los últimos 30 años. Es la idea de destruir todo eso que está ahí y abrir una puerta para que Bogotá se convierta en la Bogotá que yo sueño, que es una Bogotá foco de las artes, una escena artística importante, desde el lado de la literatura y la música. Medellín ya es muy relevante y mi sueño es que Bogotá lo sea aún más.
El despunte de Colombia en los últimos tiempos, sobre todo en la música, es innegable… así que, en parte, tu sueño se ha cumplido.
El tema del despunte artístico de Colombia está abanderado principalmente por artistas de música urbana, de reguetoneros. Hay unos cuantos que nos pegamos ahí, en la parte de atrás del bus, pero definitivamente la música urbana ha sido una bandera bien fuerte y eso está enfocado en Medellín. A la escena artística bogotana le falta amarrarse.
Entre moscas, esmeraldas en el ombligo, tableros de ajedrez o taxis, en tus cuentos hay una cámara de fotos… ¿cuál es la foto con la que tú resumirías tu visión de Bogotá?
Bogotá tiene justo al lado, los cerros, la Cordillera de los Andes y eso solamente se hace sentir con su ausencia. La foto que tengo de Bogotá en mi cabeza es la de una ciudad medio comida por las montañas que, cuando uno sale, lo que más nota es la ausencia de unas montañas gigantescas a tu lado constantemente. Mi foto de Bogotá es Monserrate, el cerro más importante, y toda la cordillera que rodea la ciudad.
¿Quién fue el primero de tus compañeros que leyó el libro y qué fue lo que dijo?
Lo han ido leyendo por partes y decidieron al final esperar a que saliera para leerlo, pero les he ido mostrando distintas partes a cada uno porque creo que para cada cuento uno de ellos habría sido el mejor juez. Les ha gustado, siento que, a la hora de leerlos, si eres bogotano, como que los cuentos te hablan de una manera distinta. Me pareció bonita ver su reacción.
Además de escribir, ilustras, ¿te expresas mejor con la imagen o la palabra?
Yo creo que con la palabra. Me gustan mucho las imágenes, soy muy fan y no siento que me falte expresividad ahí, pero a mí las palabras me apasionan.
Has creado un símbolo que incluso te has tatuado, ¿podrías explicarnos lo que significa para ti?
Es la mala suerte. Yo lo veo en todas partes y unas veces aparece y otras no. Está ligado con el humor. Es como un ojo que llevo pintando desde que tenía 14 o 15 años.
La música es clave en tu vida, ¿le has puesto banda sonora a tus historias?
Sí, el plan era musicalizar algunos cuentos, sucederá. Necesito leer un cuento con música detrás. Me imagino la música que tiene cada cuento y en algunos casos la hago, aunque no la muestre. Definitivamente, en mi cabeza, cada cuento tiene una atmósfera, pero la mayoría de veces es más música que una canción.
Me imagino una banda sonora muy oscura y eso choca con la música de Morat que está mucha más llena de luz.
Tiene otra cara. En parte esto sucede por las posibilidades del formato. El formato de la canción tiene que ser muy efectivo y, en tres minutos y medio tienes que contar una historia de manera que la gente se sienta identificada y una parte musical que llame la atención, te pide muchas cosas. Y el cuento corto, por el contrario, es un formato super abierto que te pide una cierta longitud mucho más allá, eso te permite con otros tonos y otros niveles de complejidad.
Has firmado discos y has firmado libros, ¿la sensación es diferente?
Sí, es bien distinta. El proceso del libro se siente mucho más solitario, no de una mala manera. Tiene su magia hacer cosas uno solo. Es muy rico trabajar en equipo, pero también es muy agradable no tener que pedir opiniones. Cuando he firmado un libro, se siento distinto, se siente como que es solo tuyo. Una persona que lee el libro siento que me conoce mejor y por eso también es distinto.
Cristina Zavala
Periodista enamorada de todo el entretenimiento. Enganchada a la tele, los libros, los últimos lanzamientos...