Del plato al cine: películas ‘gourmet’ sobre cocina para ver después de Masterchef

¿Te has quedado con hambre?

Helen Mirren (i) y Michael Gambon (c) en un fotograma de 'El cocinero, el ladrón, su mujer y su amante', dirigida por Peter Greenaway / Imagen promocional (Sygma vía Getty Images)

La cocina y el cine son dos de los grandes hobbies de nuestro tiempo. El primero proyecta imágenes en nuestro inconsciente, convirtiéndolas en recuerdos, a veces sueños. Nos desinhibe de la realidad y nos permite disfrutar o sufrir con las vidas de aquellas personas que a pesar de pasar frente a nuestros ojos nos son ajenas. El segundo apela a nuestros instintos primarios, a lo tangible, y por eso lo disfrutamos tanto cuando lo vemos, lo olemos y lo probamos.

¿Pero qué pasa en el momento en que llevamos al terreno del cine la gastronomía? Surge la magia. Una chispa de creatividad. Dos mundos aparentemente incompatibles (el del gusto y el olfato con el del celuloide) se unen.

Mucho se habla de los conocidos como "tópicos", sub-subgéneros cinematográficos sobre temáticas concretas: las aventuras espaciales, la Guerra de Vietnam, el Holocausto o la pobreza. Otro de esos tópicos, o tags temáticos, podría ser la cocina. Películas que giran en torno a la comida, los alimentos. Ya sea por un descomunal banquete alrededor del que se mueve la trama de unos personajes o al drama personal de un cocinero o cocinera que muestra su vida tras los fogones.

Quizás en un primer sondeo no se nos ocurran películas sobre cocina, pero rebuscando un poco seguro que todos somos capaces de recordar algún título famoso. Por ejemplo, la comedia alemana Soul Kitchen, dirigida por el prestigioso cineasta turco-germano Fatih Akin, en la que el protagonista, Zinos (Adam Bousdoukos), un griego que regenta un restaurante en Hamburgo, debe hacer frente al complejo aprieto en el que le pone un cocinero que utiliza técnicas (demasiado) modernas, las deudas económicas de su local y sus relaciones personales. Todo gira en torno a su negocio, la comida y su vida personal.

La cocina y lo grotesco

Sin ir más lejos, el gran éxito reciente del cine español también gira en torno a la comida, aunque sea de una manera poco apetecible: El hoyo. La última película de Galder Gaztelu-Urrutia presenta una misteriosa cárcel dividida en plantas con un enorme agujero en el centro por el cual aparece una plataforma móvil con restos de comida para los "reos".

Cada uno de los prisioneros de los 250 niveles en los que se divide el edificio debe sobrevivir alimentándose de los restos de comida que han dejado los que se encuentran en las plataformas superiores. Cuanto más abajo, menos comida y, por ende, mayor desesperación.

Esa conexión que consigue crear el director entre los instintos primarios, la naturaleza humana y el afán de cambiar el sistema y hacer un reparto justo y equitatitvo para evitar la barbarie ha convertido El hoyo en una cinta de culto inmediata.

Todo gira en torno a la comida, nuestro sustento básico como animales; sin ello no somos nada, viene a decir. Cuando escasea nos convertimos en animales primitivos capaces de asesinar. El hoyo nos recuerda lo frágiles que somos como especie.

Aunque no resulta tan revulsiva como El Hoyo, otra película grotesca en la que los alimentos son los protagonistas es El cocinero, el ladrón, su mujer y su amante, cinta británica dirigida por Peter Greenaway en la que toda la acción (una cena, un romance, una pareja tóxica) se desarrolla en cuatro estancias de un restaurante: la cocina, la fachada, el comedor principal y el baño.

Cine para despertar los instintos

O la película "gastronómica" por excelencia, que resulta ser la obra favorita del Papa Francisco: El festín de Babette, historia sobre un par de ancianas puritanas que viven en un pueblecito danés apartado de toda civilización y que contratan a una empleada del hogar, Babette (Stéphane Audran), para ayudarles en su rutina.

Para agradecerles el cariño con que la han acogido, Babette prepara un monumental festín con toda suerte de manjares. Pero los invitados, debido a las estrictas normas religiosas a las que están sometidos, tienen prohibido degustar la comida, pues sería un pecado mortal. Por supuesto, el festín que les prepara la protagonista consigue cambiarles su percepción de la vida. La gastronomía se convierte en un elemento transformador de la actitud de las personas.

Otras cintas más actuales y quizás un poco más famosas también tienen como protagonistas la cocina: Chocolat, con Johnny Depp, perfecta para los más golosos; Como agua para chocolate, cumbre del realismo mágico latino en el que los sabores y olores de la gastronomía mexicana son los protagonistas; la taiwanesa Come, bebe, ama, dirigida por Ang Lee (La vida de Pi), o, sin ir más lejos, la divertidísima comedia de Disney Pixar Ratatouille, en la que Rémy, un ratón cocinero, pone patas arriba un restaurante parisino.

Más allá del cine: el fenómeno Masterchef

Cuando el cine, o la televisión, se combina con la gastronomía, surgen programas de entretenimiento como Masterchef. Ficción y realidad se combinan con la diversión y las dinámicas propias de un reality: quién se mantendrá en el programa, quién será expulsado. Una morbosa incertidumbre que, trasladada a los parámetros del cine, se asemeja a la de quién vivirá y quién morirá en una película o una serie.

Por eso los mejores capítulos de Juego de Tronos o Los Soprano suelen ser aquellos en los que perdemos a un personaje muy querido, y ese es precisamente el secreto del éxito de programas como el de RTVE: mantener el suspense y sufrir con los personajes, que para nada son escogidos tan solo por sus dotes culinarias, sino por el juego que darán con sus personalidades.