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Feminismo combativo en la era del corporativismo opresor
Grímur Hákonarson estrena este viernes la película 'Oro Blanco', un retrato de cómo el poder acaba esclavizando a quienes dependen de él
Grímur Hákonarson me confesó que él mismo se consideraba tanto un socialista como un ferviente defensor del feminismo. No es para menos. Viendo cualquiera de sus películas es fácil comprobar que estamos ante un cineasta políticamente implicado, defensor de las minorías sociales –en su caso siente predilección por los granjeros islandeses– y crítico con el sistema. Sin llegar a ser un revolucionario, es un militante que aboga por revertir el status quo a través de la lucha de clases.
Su última película, Oro Blanco, que llega a los cines el 26 de junio en la esperada oleada de estrenos de esta nuestra extraña "nueva normalidad", es también su cinta más implicada. Hákonarson no entiende el cine sin política; lo considera una herramienta de transformación social dirigida a promover una visibilización del problema que sufren ciertos colectivos que necesitan de un poderoso altavoz –el cine– para que su drama personal llegue a los demás. Su cine es muy conocido en Islandia, donde causa tanto furor como levantamiento de ampollas.
Oro Blanco trata de cómo las grandes corporaciones acaban oprimiendo a quienes dependen de ellas. Es el caso de un grupo de granjeros que se encuentra sometido a las directrices de una mafiosa cooperativa que les obliga a comprar sus productos con precios inflados y que los amenaza con quitarles sus tierras y declararlos en quiebra en caso de que no cumplan sus órdenes. Egoísmo corporativista que acaba desencadenando una lucha de clases imparable que trata de revertir el sistema a través del diálogo y la movilización pacífica.
Todo comienza con una mujer, Inga (comedida Arndís Hrönn Egilsdóttir), cuyo marido acaba suicidándose por la presión que ejerce sobre él la cooperativa. Como respuesta, ella inicia un contraataque; una sublevación contra el poder. A base de insistencia, tesón, de auténtico feminismo revolucionario para una sociedad rural conservadora (la escena del cañonazo de leche contra las oficinas de la cooperativa es especialmente simbólica), consigue convencer a otros compañeros granjeros para que se unan a su causa: destruir ese apestoso sistema burocrático amenazante y construir desde cero su propia cooperativa lechera. De ahí el título, Oro Blanco, que hace referencia al preciado bien más buscado en las estepas islandesas, la leche, su petróleo/oro negro.
Un drama con pinceladas de suspense y comedia negra que sirve como metáfora a pequeña escala de la lucha de clases universal. Y de cómo el feminismo, representado en esa fría, austera y cabezota mujer con principios y valores inquebrantables y única persona capaz de hacer frente al sistema en un paraje desolado por el viento y el frío, es una avalancha imparable.