Especial
David Verdaguer: “Me dan miedo las teleclases; necesitamos una educación que mire a los ojos”
'Uno para todos' es la película perfecta para recordar por qué es importante la vuelta a las aulas
Los colegios vuelven a estar operativos en plena pandemia y una de las grandes películas para hacernos comprender hasta qué punto es fundamental acudir a clase es Uno para todos. Está protagonizada por David Verdaguer (Verano 1993), uno de los talentos más prometedores de nuestro cine, y dirigida David Ilundain, nominado a un Goya por el guion de B, la película
Uno para todos nos recuerda ese espíritu combativo de El club de los poetas muertos, solo que en este caso la historia está contada desde un punto de vista mucho más personal y conflictivo, el de Aleix (Verdaguer), un profesor sustituto que acude a un colegio de un pequeño pueblecito rural español para hacerse cargo de un grupo de adolescentes en plena efervescencia hormonal.
Esta interesantísima obra plantea una reflexión sobre el bullying, el perdón, la compasión y la confraternidad y es un canto a todas aquellas personas que nos invitan a mirarnos a los ojos y a dialogar para comprendernos mejor. La cinta pone de relieve que ir a clase, tener un buen profesor entregado a sus alumnos y no ocultar nunca la verdad es la única manera de crecer sanos física y psicológicamente.
Ahora mismo los colegios acaban de abrir las aulas. ¿Cómo crees que va a afectar tanto a los niños como a los profesores la pandemia?
Buf, no soy muy objetivo. Mi hija empieza ahora. Yo creo que el problema lo tenemos más los adultos que los niños. Ellos tienen una cosa tremenda y es que se adaptan increíblemente bien. Sí, confieso que me da un poco de pena que encuentren normal que la gente vaya con mascarilla, pero el problema realmente lo tenemos más nosotros que ellos, que se adaptan y son el carpe diem.
Aleix sigue el prototipo de hombre solitario que lleva una mochila con sus demonios encima.¿Qué hay dentro de este hombre que viene como un Mesías a arreglar las cosas y luego se va? ¿Quién es Aleix realmente? Porque sabemos muy poco de él…
La peli te despierta más dudas que respuestas sobre el personaje, es cierto. No creo que sea un Mesías, porque si no estamos apañados (risas). Más bien todo parece un western en el que llega un forastero a un pueblo pequeño, o quizás una Mary Poppins punky. Trata sobre un tío que llega, arregla las cosas y se va, pero muy poco al formato Disney; es decir, él es un genio y un buen profesor pero una persona horrible a la hora de gestionar sus propios conflictos, miedos y su caos interno. Es lo que mola del personaje: es un profesor perfecto pero no es una persona perfecta. Eso le da muchos matices y capas.
¿Crees que a veces le resulta más fácil relacionarse con los niños porque él es en realidad un poco niño?
Sí, porque los niños no piden nunca explicaciones. Él se llama Aleix y nadie en la película salvo Patricia le llama por su nombre. Todos le llaman Álex. Y a él le da igual. Está en plan “tampoco me interesa, me voy a ir de aquí en un año y voy a intentar hacer el menor ruido posible", pero claro, lo de la clase sí que le llama y se implica a saco. Yo creo que se relaciona bien con los niños porque no están por hostias, son sinceros, no juzgan ni prejuzgan. Aleix tiene más esperanza en los que se están formando que en los que están ya formados.
¿Qué aprende Aleix de los niños que tiene a su alrededor y qué crees que aprenden los niños de él?
Ellos aprenden el perdón y la empatía. Aleix creo que se pasa toda la película evitando hablar con sus fantasmas, en este caso con su madre, y luego llega un momento de la peli en el que peta y siente que tiene que arreglarlo todo. Yo creo que ellos le dan inconscientemente un impulso, un trampolín, para intentar arreglar su vida personal.
¿Crees que hace falta que los profesores en las escuelas tengan un vínculo más personal con sus alumnos o que es mejor salvar las distancias?
Todo vínculo es bienvenido. Lo que creo que se debería hacer es valorar más e invertir en educación y cultura, que son los grandes olvidados cuando hay problemas. Son cosas básicas de este país junto a la sanidad.
La película plantea un dilema moral sobre el bullying: hasta qué punto los niños son culpables de sus actos. ¿Debemos enfrentarnos al bullying desde la condena o desde la compasión hacia ambas partes, la que hace daño y la que recibe el daño?
Es una buena pregunta, tío, pero… (Silencio). Perdona, estaba bajando del taxi. ¡Soy un hombre, no puedo hacer dos cosas a la vez! (Risas) No, en serio, creo que es una buena pregunta. En el bullying a veces no hay ni buenos ni malos. En general, en la vida, creo que no hay gente cien por cien buena ni cien por cien mala. Yo creo que los niños no son malos por naturaleza, nadie lo es. Pero hay gente que se equivoca más que otra. Creo que hay que entenderlo como un error y tratar de solventarlo. De hecho hay una frase muy bonita: los lápices tienen gomas de borrar por algo: porque se entiende que el error está implícito en hacer cosas.
¿Cómo crees que podemos integrar más a esas “ovejas descarriadas”, a esos niños problemáticos? ¿Crees incluso que el cine puede ser una herramienta para acercar posturas?
Yo creo que el cine, cualquier historia, sirve para ver diferentes realidades y provocar una catarsis. Lo bueno de Aleix es que llega nuevo y empieza todo con ojos nuevos. Eso es difícil. Todos hemos tenido al empollón de clase, al malote, al friki… y quizás era el friki entre los 3 y los 7 años y luego a los 8 era otra persona, pero no le das la oportunidad de reinventarse porque ya está estigmatizado. Lo ideal sería empezar siempre con nuevos ojos. Si eres el alumno que saca siempre un tres vamos a tratar de hacer que eso cambie.
¿La película te ha recordado a algunos momentos de tu infancia?
Lo que más me recordaba a mi infancia fue la peste que había en las clases cada vez que rodábamos (risas). No recordaba la peste de las aulas, esa mezcla de hormonas de niños que van a ser hombre y niñas que van a ser mujeres, un olor a juventud en pleno auge; eso me flipó. Era ese olor que teníamos en las aulas de instituto, una mezcla de pizza y sudor, en fin (risas), eso me hizo flashback.
Muchas veces no queremos hacer daño a los niños, o no sobreexponerlos, pero realmente a veces es más sencillo decir las cosas claras. ¿Crees que deberíamos tratar un poco más como adultos a los niños?
Yo creo que sí porque entienden más de lo que creemos. Yo a mi hija siempre le hablo como una persona mayor. Es una niña, pero no le digo "el guauguau", le digo "el perro". A los niños hay que hablarles con normalidad, de tú a tú, porque entienden mucho. Yo no soy ningún pedagogo, pero creo que los niños solo buscan amor y límites. O al menos eso creo y espero. Ahora es cuando me entero de que mi hija es una yonki (risas).
¿Crees que esta situación con el coronavirus puede provocar más aislamiento en algunos niños y que eso se traduzca en bullying u otros problemas mentales?
Eso me preocupa si volvemos al teletrabajo, a las teleclases, porque no todos tienen los mismos recursos ni tienen un buen acceso a internet, un buen sistema operativo ni un buen ordenador para poder currar. Y que se haga impersonal una educación que debe ser directa, mirándote a los ojos y aprendiendo a compartir un espacio con gente, eso sí que me da miedo. La escuela es de los pocos momentos en los que tus hijos se tienen que relacionar sí o sí. No te puedes esconder detrás de una pantalla. Yo creo que eso es lo que me da más miedo.
¿Cómo estáis compatibilizando vosotros, los actores y actrices, esta situación?
Mal (risas). Estoy en un tercero de sesenta metros con un balcón en el que entramos tú y yo de lado. Pero ellos lo llevan bien. Yo hago mucho teatro y de momento estamos jodidos, aunque parece que en noviembre hago una obra en Barcelona y quizás tire para delante. Esperemos que la gente no tenga miedo y quiera ir. En cualquier caso lo estamos viviendo como en todos los oficios. Nosotros no podemos teletrabajar y dependemos de la gente, que eso es lo bonito, pero también lo jodido en situaciones así. A ver si las personas entienden que la cultura es segura, que pueden venir al cine, a los teatros y a los conciertos y que pueden estar tranquilos apostando por ello. Sin ellos no somos puto nada.
Uno para todos llega a los cines el 18 de septiembre de 2020.