Especial
El cine de Christopher Nolan: ¿es de izquierdas o de derechas?
Reflexionamos sobre este misterio que rodea a uno de los directores más influyentes de nuestro tiempo
Existe un caldeado debate en redes sociales sobre la ideología política que desprenden las películas de Christopher Nolan. El cineasta nunca se ha adscrito públicamente a ningún movimiento político o doctrina y, es más, trata todo lo posible de mantenerse alejado de las cámaras, bien separado de lo que podríamos considerar la "élite de Hollywood". Es, como lo era también Stanley Kubrick, una rara avis de la industria cinematográfica contemporánea.
Sin embargo, hay quien tilda su filmografía de un producto conservador muy de derechas. Es el caso del periodista Jonathan Sturgeon, redactor jefe de The Baffler, quien escribió un durísimo artículo contra Nolan llamado Porno Tory: el anti-arte hobbesiano de Christopher Nolan, donde lo calificó de "propagandista tory" y llegó a decir de él que "si escucha alguna voz, es la de Margaret Thatcher en 1987".
Sturgeon fundamentaba sus teorías en tres elementos: el reflejo que proyecta de la masa en sus películas, la forma en la que trata a sus espectadores y la ferviente defensa que hace de la ley y del orden, así como de lo que podemos conocer hoy en día como establishment.
Por ejemplo, critica la imagen que la trilogía de El caballero oscuro hace de la masa revolucionaria: una caterva de fanáticos que, bajo el populismo demagógico de Bane, atacan a las grandes corporaciones y al propio sistema, lo que genera el caos y la incertidumbre y, por tanto, la necesidad de un salvador mesiánico (Batman) que venga a revertir la ley y el orden. Una suerte de Revolución Francesa a la inversa donde la solución a los problemas es la vuelta a la normalidad pasando por un estado marcado por las fuerzas de seguridad que mantengan el equilibrio.
Otro de los elementos que destaca Sturgeon es el individualismo egoísta del que hacen gala muchos de los personajes de Nolan. Según el periodista, nunca los veremos en un acto de solidaridad ni volcándose en los demás. Se trata de un egoísmo sistemático que ensalza el 'yo' de sus protagonistas; su heroísmo, su valor, sus conflictos internos y personales. Una suerte de individualismo posmoderno ensalzado al extremo que busca el beneficio propio y que es un reflejo de las consecuencias del capitalismo más feroz.
¿Qué pasa con las mujeres?
Además, señala el autor, el cine de Nolan tiene una enorme carencia de personajes femeninos bien desarrollados. La mayoría de ellos son accesorios y algo ramplones, como la arquitecta Ariadne en Origen, Rachel en El caballero oscuro o Julia y Sarah en El truco final. Sus protagonistas siempre son hombres y las tramas y tareas importantes siempre las reserva para personajes masculinos. Aún no hemos visto una cinta de Nolan protagonizada por una mujer.
La única que escaparía de esta lista es Interstellar, donde Murph y Brand acompañan a Cooper –una desde la Tierra, otra en la nave espacial– en su viaje a los confines del universo. Pero, por supuesto, la tarea de salvar la Humanidad recae sobre los hombros de Cooper.
La no-visibilización del enemigo
Uno de los puntos que utiliza Sturgeon como bisagra para edificar sus argumentos gira en torno a Dunkerque, la épica cinta bélica de Nolan. El periodista critica precisamente que en ningún momento se muestre al enemigo, lo que diluye el componente maligno del nazismo.
Eso no quiere decir, evidentemente, que el artista defienda una postura semejante ni trate de blanquearlo, sino que su idea de centrar la acción en la supervivencia y no retratar la falta de valores del enemigo genera una ambigüedad moral hacia qué es realmente "un enemigo". En películas como Salvar al soldado Ryan algo así sería impensable. Sabemos que quienes trituran a los soldados estadounidenses en el desembarco de Normandía son las baterías de ametralladoras alemanas y, como espectadores conscientes de la barbarie genocida del nacionalsocialismo, lo condenamos.
El enemigo tiene rostro y, por tanto, no es ambiguo. Steven Spielberg sabía que el pasado debía ser bien retratado para que no cayera en el olvido, y quizás uno de los mayores pecados de Dunkerque sea dedicarle demasiado tiempo a los aspectos técnicos y audiovisuales y muy poco al componente humano (y deshumanizado) de los soldados de ambos bandos. Algo que un conocido conservador como Clint Eastwood sí consiguió en su doble sesión sobre la Segunda Guerra Mundial: Banderas de nuestros padres y Cartas desde Iwo Jima.
Tenet: vuelta a los valores del pasado
Tenet, la última película de Nolan, es, en palabras del crítico de cine Jordi Costa recogidas por la revista Icon de El País, "una película que disfraza un esquema narrativo muy simple" y acusa a la película de "sobreexplicarse". Costa arguye que este tipo de cine aparentemente complejo –pero emocionalmente vacío– va dirigido a un tipo de público que necesita que le digan "lo inteligente que es" para que se sienta bien consigo mismo. Lo bien podríamos calificar como "mucho ruido y pocas nueces".
Según explica Costa, "los personajes positivos de Tenet luchan por su libertad para seguir destruyendo el planeta sin que un futuro de ecologistas irrepresentables, porque nunca los vemos, les castigue con balas retroactivas. Me parece que el mensaje de la película es ese: dejadnos destruir el planeta cipotudamente como lo hemos hecho siempre y no nos toquéis las narices. [...] Nolan es un señor, ideológicamente, muy de derechas", insiste el crítico.
¿Y si esto no tiene sentido?
Por supuesto, no todos piensan de la misma forma y hay algunos seguidores de Nolan que creen justo lo opuesto: que los conceptos revolucionarios que parece plantear El caballero oscuro –donde se incluye una cruzada contra la corrupción institucional– serían impensables en un cineasta del establishment tan conservador como considera Costa.
Según estas mismas teorías, tampoco sería factible una película como Interstellar, donde el principal argumento gira en torno a la imperiosa necesidad de encontrar una solución para revertir el cambio climático si queremos sobrevivir de aquí a cien años vista. La crisis ecológica y los devastadores efectos del calentamiento global son el leit motiv de una película que pivota sobre la necesidad que tiene la Humanidad de reinventarse a través del progreso, siempre sin perder de vista valores universales como el amor y la familia.
Sea cual fuere la ideología de Christopher Nolan, sus películas siempre van a suscitar una enorme polarización entre quienes las aman y quienes las consideran un bodrio que trata de aparentar más de lo que realmente es. Lo que nadie podrá negar es que se trata de uno de los directores de cine más influyentes de nuestra época y forma parte de uno de los engranajes fundamentales del Hollywood del siglo XXI.