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Los 54 años de ‘The Man Who Sold the World’, el germen de la grandeza de David Bowie
Nunca será considerado como uno de los mejores álbumes del Duque Blanco, pero sí como el primer momento en que el mundo tuvo una idea del héroe musical que estaba por venir
El Duque Blanco fue una enorme influencia para muchos de los artistas contemporáneos y los que han llegado detrás. Sin embargo, hay un disco de David Bowie común a Kurt Cobain, Robert Smith y Trent Reznor, un álbum que, sin haber supuesto un éxito comercial para el artista británico, sí que se considera pionero en muchos sentidos y uno de los más importantes de la historia del rock.
The Man Who Sold the World cumple 54 años como uno de los álbumes más importantes en la carrera de Bowie. Son nueve las canciones que conforman Metrobolist, nombre con el que lo bautizó al principio, por la influencia que había tenido en él la película Metrópolis, una de las máximas expresiones del cine expresionista alemán de 1927. Fue la discográfica la que cambió el nombre del disco para hacerlo más comercial.
Fue su tercer álbum, y no lo tenía fácil, pues llegó justo después del enorme éxito de Space Oddity. Si había alguna posibilidad de situar a Bowie como uno de los grandes nombres del pop y el folk, con la llegada de The Man Who Sold the World, exploró otros estilos como el post punk y la experimentación. Tocando temas como la libertad sexual, la salud mental o la violencia, se ha considerado incluso como un disco autobiográfico.
Si por algo destacó David Bowie fue por no revelar nunca el sentido de su música. Son muchos los críticos y teóricos que han tratado de descifrar sus intenciones y sus significados, llegando a encontrar influencias de Lovecraft o Robert A. Hinlein. Sin duda, la canción más destacada y enigmática es la que da nombre a álbum, y que en 1993 se extendió masivamente por la famosa versión que Kurt Cobain hizo con Nirvana apara su mítico MTV Unplugged, y que muchos lo vieron como una despedida cinco meses antes de su muerte.
No fue hasta 1970 cuando Bowie, junto con la ayuda de su productor y amigo Tony Visconti, dio a luz The Man Who Sold The World. Su posición en el panteón de la música ya estaba garantizada. Lanzó su carrera y, quizás lo más importante, le dio al cantante la licencia para crear la obra que inspiraría a todo un ejército de artistas detrás de él.
El álbum no está repleto de éxitos increíbles como en otros de los trabajos de Bowie. Un ligero sonido folk-rock se entremezcla con letras ingeniosas y con ese existencialismo del fin de los sesenta que la mitad del mundo estaba sintiendo en ese momento. Además de capturar de alguna manera la inquietud de una nueva década, hay otro truco en este álbum.
A lo largo de nueve pistas, Bowie expone su visión del futuro. Sería místico, como en la canción principal del álbum, sería personal, como la canción sobre su hermano esquizofrénico en All the Madmen y seguiría esforzándose por experimentar, como en la canción de apertura The Width of a Circle, que combina los sonidos del folk y la psicodelia. Es un tema en el que escuchamos las primeras notas de Ziggy Stardust. Puede que sea uno de los trampolines de Bowie hacia la grandeza, pero es uno de los saltos más sólidos que jamás haya dado.
The Man Who Sold the World nunca será considerado como uno de los mejores álbumes de Bowie. Pero, con razón, debería considerarse como uno de los primeros momentos en que el mundo tuvo una idea del héroe musical que estaba por venir.
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Daniel Garrán
Jefe de producto de LOS40 Classic