Especial
Luis García Berlanga: el último austrohúngaro español ya forma parte de la RAE
El término 'berlanguiano' se suma al diccionario español tan solo un par de semanas después de que Alianza Editorial relance sus 'Conversaciones con Berlanga'
Jung lo llamaría sincronicidad; otros, mera coincidencia. Un tercero hablaría de consenso. A Berlanga probablemente le importaría un pito. El cineasta fue uno de los tres iconos de lo que Francisco Umbral definió como 'Teoría del Cachondeo' (los otros dos serían Cela en la novela y Fernán Gómez en el teatro), y su estilo, irreverente, libérrimo, rompedor –y algo misógino a la par que feminista, pura contradicción– lo encumbró como uno de los mejores definidores del esperpéntico carácter español del siglo XX.
Cuando vemos una película de Luis García Berlanga nos atrapan su caos y sus personajes excéntricos, a veces idiotas, muy pesados, muy idealistas, muy habladores, muy quejicas, muy españoles. Bajo ese aparente tono de comedia caricaturizadora siempre se esconden dardos envenenados que apuntan contra el sistema y sus clases, políticos e ideologías exclusivistas y exclusivísimas. Lo que resulta asombroso es que películas como El Verdugo sorteasen la censura.
No recuerdo quién fue el artista que dijo que la censura era un aliciente para que los creadores agudizasen su ingenio. Probablemente estaba en lo cierto, y el ejemplo paradigmático son Berlanga y su guionista de cabecera, Rafael Azcona, con quien trabajó en sus mejores películas: Plácido, El verdugo, ¡Vivan los novios!, La escopeta nacional, Patrimonio nacional, Nacional III y La vaquilla, entre otras obras menores.
Ver una película de Berlanga remite directamente a un tipo de estilo inconfundible que solo son capaces de crear los maestros. Uno ve una cinta de Stanley Kubrick y sabe por su simetría, frialdad y profundidad de campo que el genio calculador que se esconde tras las imágenes perfectas es el mismo que creó 2001: Una odisea del espacio.
Igual ocurre con quien se adentra en una película de Hitchcock sin saberlo: descubre con facilidad rasgos distintivos –las rubias, las sombras, la sexualidad no consumada, el erotismo de la muerte, el voyeurismo– de la obsesiva personalidad del Maestro del Suspense. Lo mismo pasa con ese estilo poético, libre, celestial, extático que imprime Terrence Malick en sus películas. Todos son genios, artistas, y Berlanga hizo lo propio en su campo, fundando inconscientemente lo que hoy conocemos como estilo berlanguiano.
Lo berlanguiano. El austrohúngaro. Conversaciones
Definir ese término debe pasar primero por ver sus películas. En ellas se descubre una comedia costumbrista cargada de mensajes aparentemente invisibles; una especie de sátira protagonizada por personajes corales que, según el periodista Raúl Carbonell, esconde una "crítica soterrada y esperpéntica" del carácter definitorio de los españoles, especialmente del 'macho ibérico'.
Todo ello define lo berlanguiano. Un término que con motivo del décimo aniversario de la muerte de Berlanga empieza a formar parte de la Real Academia de la lengua Española (RAE), decisión que ha sido enormemente aplaudida por la Academia de Cine española y que coincide con otro homenaje: la edición (reedición, más bien) del libro El último austroghúngaro. Conversaciones con Berlanga de Manuel Hidalgo y Juan Hernández Les a manos de Alianza Editorial. Un clásico de 200 páginas en las que se recogen años y años de conversación de estos dos periodistas con el maestro del cine español, y que entronca directamente con el homenaje en 2021 del centenario de su nacimiento.
Está prologado por Francisco Umbral, quien alaba ese "cine popular y exigentísimo (en la exigencia del medio tono), que sugiere a media voz lo que otros querían denunciar a voces", y se divide en diferentes capítulos que se corresponden con cada una de las películas del director.
A veces el relato, que suele estar escrito en estilo directo, roza lo absurdo: "Berlanga no es una persona fácilmente entrevistable: su memoria es endeble, y su discurso tiende a la digresión. Además, lo admite, mixtifica maliciosamente sus recuerdos", recuerdan los autores, quienes terminaron de escribir estas páginas en 1981 y hoy, con uno de ellos ya fallecido –Juan Hernández Les– reeditan a través de Alianza Editorial este estupendo imprescindible de conversaciones íntimas con Berlanga, una suerte de El cine según Hitchcock a la española.
Estamos ante una nueva edición mejorada de un clásico de la literatura cinematográfica española, probablemente el único estudio serio y en profundidad sobre el cineasta que incluya de primera mano reflexiones propias sobre sus películas, las ideas que le llevaron a crearlas, los procesos que siguió para sortear la censura franquista, increíbles anécdotas de los rodajes – y sus puntos de vista sobre la política y la sociedad contemporánea (de entonces, en los 70) y la que le tocó vivir bajo el yugo y las flechas del franquismo. La nueva edición se amplía con fichas y carteles de las películas y algunas breves correcciones, así como un nuevo prólogo de Manuel Hidalgo.
"Yo no he asumido la muerte. Me niego a morir. Desde pequeño decidí no morirme", expresa Berlanga durante uno de los extensos diálogos de El último austrohúngaro. Y así ha sido. Su presencia está entre nosotros, en nuestro imaginario colectivo, y ahora ya forma hasta parte de nuestro vocabulario. Así que España es, ante todo, berlanguiana.