Sueños premonitorios que han cambiado vidas
El debate está más que servido
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Hay algo que compartimos todos los seres humanos, da igual tu procedencia o riqueza, unos más y otros menos, pero todos hemos soñado alguna vez en nuestra vida. A veces tenemos sueños que nos encantarían que fueran realidad y otras veces son horribles pesadillas.
Sin embargo, hay otro tipo de sueños que van más allá, y de los que hemos hablado hoy en nuestra sección dedicada al más allá, los misterios y las cosas inexplicables. Nos referimos a esos momentos premonitorios. Aunque os parezca una locura, este es un tema que se lleva tratando desde hace siglos.
Ilustres como Napoleón soñaron cosas que luego ocurrieron. En su caso, la noche previa a una batalla, mientras dormía vio a un gato negro, al levantar sabía que iba a perder la batalla y efectivamente, así ocurrio.
Este tema lo han tratado de analizar las mentes más brillantes de nuestro planeta. Según Sigmund Freud, los sueños son deseos reprimidos de nuestro subconsciente. Y aunque de primeras no os lo queráis creer, hay muchas cosas curiosas que ya están demostradas.
Por ejemplo, se sabe que cuando soñamos nuestra actividad cerebral aumenta, además aunque solo recordemos uno, todos tenemos más de un sueño cada noche. Y lo mejor, nuestra actitud en los sueños es la misma que en la vida real. Es decir, si hay algo que nos enfada, el enfado que tendremos mientras dormimos es el mismo que tendríamos si estuviéramos despiertos.
Para saber más sobre los sueños premonitorios hemos querido hablar, como no, con nuestros andayeros. Natalia de Málaga nos ha contado una auténtica tragedia. Soñó que una amiga tenía un accidente de tráfico, a los dos meses, ocurrió. Fue muy duro.
Esta misma andayera también soñó que veía a su padre en un ataúd, se lo contó a su familia y al mes le dio un infarto y estuvo muy mal en la UCI. Como os podéis imaginar es un tema súper delicado para Natalia.
Pero estos sueños premonitorios también tienen buenos momentos, Mari Carmen de Madrid soñó con un número de lotería. Desde entonces siempre jugaba ese número sin éxito. Una semana ella no pudo comprar el boleto pero avisó a una amiga y como si fuera magia, tocó.
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