Drácula de Bran Stoker vuelve al cómic en su mejor edición
La película de Francis Ford Coppola funciona igual de bien en viñetas.
Poco se puede contar de este Drácula que no se sepa ya. Un guerrero que lucha en nombre de la iglesia y que rompe sus lazos con ella tras sentirse traicionado por Dios ante la muerte de su amada.
A partir de ahí, todo de mal en peor. Acaba convertido en el conde Drácula que todos conocéis (en la que fuera una de las mejores actuaciones de la carrera de Gary Oldman), aposentado en su castillo esperando, algún día, poder encontrar el amor. Porque, sí señores, lo parezca o no, este Drácula es un romántico y en esta historia amor es todo lo que busca.
En su mansión recibe a Jonathan Harker (Keanu Reeves en la película de Coppola), su hombre de negocios de confianza al que usa para comprar propiedades importantes en Londres. Lo que Jonathan no sabe es que va a quedarse encerrado en el castillo de Drácula mientras este trata de conquistar a su prometida.
Para lograr esto, por supuesto, empleará las medidas necesarias para evitar que este pobre chico abandone su castillo, incluyendo vampiresas lascivas, uno de los fenómenos más tranquilos de esta historia, que tiene lobos enormes, monstruos que hacen arder crucifijos y que invita al mismo Van Helsing para el estudio de tanto evento paranormal.
Con esto dicho, pocos habrá que no hayan conocido esta historia en formato cinematográfico. Pero para ellos y para el resto, diremos que este cómic, basado en la película, bien podría ser el cómic “en el que se basó la película”. Y es que los lápices de Mike Mignola (creador de Hellboy, entre otras grandes series) parecen querer convertirse en el medio original para este Drácula.
Quizás hemos visto a Mignola tantas veces en este entorno “oscuro y demoniaco” que la lectura de esta adaptación de Drácula (con guion de Roy Thomas) podría funcionar perfectamente como historia original para cualquier lector ajeno a la versión de Coppola.
Drácula, su castillo y el Londres de corte victoriano son zona de confort de Mike Mignola, que consigue algunas de sus mejores viñetas con los trazos justos y cantidades ingentes de tinta.
El color, de Mark Chiarello, es un trabajo de selección. No se usaron pinceles ni segundas tintas para crear sombreados; el “cubo de pintura” y el buen ojo del colorista es todo lo que hizo falta para que este Drácula cobrara vida.
Y poco más se puede decir del Drácula de Bram Stoker (y de Mike Mignola, llegados a este punto). El coleccionista estaba esperando esta edición de Norma Comics como agua de Mayo (tras años desparecida), que llega a la altura de las espectativas, en tapa dura, papel e impresión de calidad y una sobrecubierta que es conde una cubierta preciosa.
Para el resto: deberíais darle una oportunidad, tanto si disfrutasteis de la película en su momento como si la historia es nueva para vosotros.