Cristina Boscá nos confiesa su experiencia más terrorífica
El miedo nos puede jugar una mala pasada
Foto / Getty Images
Cobardía, terror, espanto, pavor, o incluso cagalera, puedes llamar como quieras, pero todos lo sufrimos. Todos hemos sentido miedo alguna vez en nuestra vida, ya sea por los cambios, por un momento de peligro o por un ruido extraño que nos pone alerta.
Lejos de lo que podamos pensar, esa sensación que no suele ser muy popular es buena. Tener miedo es tan positivo, en ciertas ocasiones, que hasta nos ha hecho sobrevivir como especie hace ya miles de años. Se trata de una alerta que nos ha hecho luchar cuando venía un animal a devorarnos o huir y refugiarse cuando notamos un terremoto.
En resumen, el miedo no viene mal de vez en cuando, y aunque pueda parecer una sensación desagradable, es necesaria para mantener la supervivencia de la raza humana. Aunque a la mayoría de nosotros sentir miedo no nos gusta nada, hay ciertas personas que buscan esta sensación. Un claro ejemplo son las pelis de miedo que se convierten en auténticos éxitos de taquilla.
Nuestra presentadora, Cristina Boscá, ha querido compartir con todos los oyentes uno de los momentos más terroríficos que ha vivido. “Antes vivía en una casa de madera, de esas que crujen sin parar, en plena montaña y estaba sola. Recuerdo una noche que hubo una tormenta increíble y se fue la luz, además me quedé sin batería en el teléfono móvil. Fue impresionante, lo pasé fatal.” nos ha confesado Cris.
Después de escuchar esta historia, hemos querido saber los momentos en los que esta sensación se ha apoderado de nuestros andayeros. Elena de Graus, de Huesca, salió a correr y notó que un zorro la seguía. “Intentaba quitármelo de encima pero fue a por mí durante más de 2 kilómetros. Menudo sprint tuve que echarme” ha comentado entre risas Elena, que también ha revelado sus técnicas para intentar que se fuera, “me puse a tirarle palos y piedras para que me dejara en paz”.
Por su parte, Rosario de Granada, ha desvelado que llegó de entrenar y tras darse una buena ducha, quiso cerrar la puerta del baño pero había alguien que con el pie impidiéndolo. Tras entrar en pánico y buscar todo tipo de alternativas, se dio cuenta que no había nadie, era su propia zapatilla que se había quedado enganchada.
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