Especial
‘Himno a la alegría’, el éxito mundial de Miguel Ríos cuando “pensaba que la música clásica chupaba del bote”
Un éxito que recientemente ha sido versionado por más de 40 artistas y que a Miguel le vino bien para "ganar dinero y ser independiente"
El Himno a la alegría de Miguel Ríos no tiene fecha de caducidad. Desde que naciera, hace más de medio siglo, se ha perpetuado en el tiempo y siempre hay algún motivo que le devuelve a la actualidad. Un enorme proyecto solidario, en el que han participado más de 40 grandes figuras de la música, ha revivido la melodía de Beethoven. El objetivo: recaudar fondos para el mundo de la música, en crisis a causa de la pandemia de Covid-19.
Aprovechamos esta revisión altruista del Himno a la alegría para conocer su origen. Emprendemos un viaje en el tiempo y retrocedemos más de 50 años… de la mano de Miguel Ríos.
Lo angustioso de la censura
Miguel Ríos grabó su Himno a la alegría en plena dictadura franquista, cuando las tijeras afiladas de la censura actuaban en el mundo de la cultura en general: en la literatura, en el cine, en el teatro, en los medios de comunicación, y por supuesto, en la música. Entre 1969-70, tal y contaba el artista granadino en LOS40: “Teníamos la obligación de presentar todas las canciones a la censura. Todas las canciones que cantabas en cualquier pueblo, antes tenían que estar visadas para poderlas cantar… lo angustioso de la censura, aparte de la maldad intrínseca que conlleva, era que no sabías si una canción estaba permitido que saliera. Incluso te ponían una etiqueta en los discos, 'esta canción no se puede radiar'. Entonces tú, la única posibilidad que tenías de que la gente se enterara de que habías sacado un disco era oyéndolo por la radio. Y si de cuatro canciones, te ponían tres ‘no radiables’, habías palmado".
“Me parecía que estaban chupando del bote”
En esa época, Miguel Ríos solo conocía a Beethoven por Chuck Berry, por su clásico de 1956 Roll over Beethoven, "que terminaba diciendo 'enróllate con mi blues'” (And dig these rhythm and blues). Cuando le ofrecieron cantar el Himno a la alegría, no solo desconocía la música clásica, sino que le irritaba: “En este oficio nuestro todo es imprevisible. Me acuerdo cuando Rafael Trabucchelli y Waldo de los Ríos me ofrecieron hacer la canción, yo desconocía totalmente la música de Beethoven, me irritaba mucho la música clásica, creía que le daban una preponderancia que no tenía por qué tener, que ninguneaba cualquier otro tipo de expresión artística que hubiera en el momento y me parecía que estaban chupando del bote de una forma increíble y les tenía incluso hasta coraje".
“Esto es brutal”
Su opinión cambió rápidamente cuando escuchó la melodía: una adaptación del cuarto movimiento de la novena sinfonía del compositor alemán: "Y cuando Rafael me llama y me dice 'mira que pensábamos hacer este tema contigo', cuando yo oí la canción, oí la melodía de la canción dije 'bueno, esto es brutal'... de cualquier forma, esta canción tenía el hálito de poder representarnos a cualquier ser humano que la cantara".
En aquel momento, dice Ríos, “la industria era muy receptiva en todo el mundo. Cualquiera que pudiera hacer algo que no se pareciera a alguien, podía tener éxito. Ahora es todo lo contrario”. Y el Himno a la alegría, que Miguel también grabó en inglés con el título A song of joy, no se parecía a nada. Vendió 7 millones de discos en todo el mundo: desde Japón a Holanda, pasando por Estados Unidos, Francia, Italia… fue el mayor éxito de su carrera.
El joven rockero de 25 años, que ya entonces era conocido por El río o Vuelvo a Granada, recorrió todo el mundo y se dio cuenta de "lo atroz que era la dictadura… empiezas a ver que la libertad es mucho más de lo que decía esa gente. Cuando fui a Londres o Nueva York, vi que todo era diferente, viajé por cincuenta países cantando el Himno de la alegría… y ahí te dabas cuenta que habías estado engañado y que eso no tenía mucha razón de ser”.
“Me vino muy bien para ganar dinero”
Gracias al Himno a la alegría, Ríos no solo salió al mundo y cayó en la cuenta de que "en Amsterdam podías ir al barrio de las putas que estaban en los escaparates, y no pasaba nada”. También le sirvió para ganar dinero, para crecer, para ser más independiente. Afortunadamente, el éxito no se le subió a la cabeza: "No, pero yo soy un tío... siempre he sido un tío con los pies en el suelo. No, he sido muy realista. Sabía que esto es una carrera... yo ya entonces me había dado cuenta de que podía vivir de la música, que podía vivir bien. Yo sabía que esto era una carrera a largo plazo, no tan larga como ha sido hasta el final, pero preveía que podía ser una cuestión, y que tenía que tener, primero la humildad necesaria de saber que eso había sido una lotería, que no era una cuestión que yo me hubiera inventado, yo no era Beethoven, ni era Schiller tampoco. Hombre, lo que sí me vino muy bien era para ganar dinero, y sobre todo para poder emplear el dinero en crecer como ser humano, como músico, ser más independiente en mi propia carrera".
Miguel Ríos, panadero
Lo que quizá poca gente sepa es que ese dinero que Miguel Ríos ganó con el Himno a la alegría lo invirtió… en una fábrica de pan. Así se lo contaba a Joaquín Prat en ‘Hoy por Hoy’: “Es acojonante. Yo me he metido en muchos negocios en mi vida. Algunos de ellos... casi todos ellos desafortunados, menos este del pan que fue cojonudo. Me hice socio de Pepe Santamaría, era el seleccionador nacional y egregio defensa del Real Madrid, Félix Ruiz, también otro pelotero muy bueno del Real Madrid muy amigo mío, y dos personas civiles, digamos, y yo. Había terminado el Himno a la alegría y tenía pasta. Había entrado dinero como yo nunca había ganado hasta entonces y jugando al mus, después del partido me dicen 'tú que has ganado dinero ¿quieres meterte en un negocio?'. Y dije 'pues bueno', y les di un dinerito, en aquella época era un dinero, pero que ahora mismo sería irrisorio, y es el único negocio de todos que he tenido en mi vida que fue bien y que fueron absolutamente honrados”.
Himno a la alegría solidario
Ahora, por primera vez en España, más de 40 artistas han participado de forma altruista en el Himno a la alegría… contando además con la actuación estelar de Brian May (Queen). En un gesto que no tiene precedentes, se han unido las principales discográficas y han mostrado su apoyo incondicional a la Industria de la Música, tan perjudicada por la pandemia. El cien por cien de lo recaudado irá a parar a "los damnificados del sector de la música".
Producida por Julio Reyes Copello, además de Miguel Ríos y Brian May, han participado: Alejandro Sanz, Andrés Calamaro, Pablo Alborán, David Bisbal, Juanes, Laura Pausini, Melendi, Vanesa Martín, Rozalén, Antonio Orozco, Fher Olvera (Maná), India Martínez, Aitana, Álex Ubago, Malú, Manolo García o Rosario, entre otros.
Ángela Molina y Paz Vega (junto a su hijo Lenon) protagonizan el videoclip, apoyados por otros grandes actores, cantantes y artistas que también han participado en esta Campaña de Corazones.
Alicia Sánchez
Periodista en busca de historias chulas del pop